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Krugman en Perú
P

aul Krugman es un economista neokeynesiano peculiar: algunas veces ha sido ácidamente crítico de visiones o análisis de sus colegas de esta corriente de pensamiento alejada del pensamiento neoclásico (o neoliberal, en términos más periodísticos). Un alejamiento originado no en grandes avances neokeynesianos, sino en el empobrecimiento brutal del pensamiento neoliberal. No obstante lo dicho, el neoliberalismo se convirtió en el mainstream económico internacional ya por algo más de cuatro décadas; la buena noticia es que aquí y allá, en la práctica, sus directrices son cuestionadas incluso por no pocos de quienes han vivido instalados en ese catecismo que se ve a sí mismo como la verdad única revelada. No es extraño que ello esté ocurriendo: el mundo está como está, siguiendo las directrices de tan menesteroso pensamiento.

A mi parecer, desde el ejercicio de la práctica permanente de la observación y el análisis Krugman ha oteado bien en los fundamentos políticos de la economía y, en este sentido, a veces se aproxima a la economía política, es decir, se aleja de la aparente inocencia de la economics.

Es probable que Krugman sea el economista más famoso del mundo. Su fama, con todo, no deriva de ser el premio Nobel 2008 (el Nobel es muy democrático, le es entregado a este o a su contrario); tampoco de su más de una veintena de libros, sino de su intensa crítica mordaz a las políticas económicas neoliberales, dirigida a amplísimas audiencias, desde muchos años antes del desastre internacional iniciado en 2007 en Estados Unidos, en el que seguimos envueltos (y ni para cuando).

Creo también que esta máquina de trabajo sin freno que es Krugman a veces lo hace decir ligerezas. Ahora se encuentra en Perú (mañana quién sabe dónde), sitio en que participará en un seminario sobre nuevos paradigmas en competitividad.

Como siempre, en su visita a Perú ha sido entrevistado varias veces. En la Escuela de Negocios Esan, de Lima, dijo: “Las personas se preocupan demasiado por la dependencia de productos básicos como las commodities [productos de bajo valor agregado]. No es necesario pasar a un modelo de exportación de manufacturas.

Creer que la manufactura es la clave del desarrollo no se sustenta en la experiencia, agregó. Krugman destacó el caso de Chile, que depende de las exportaciones de minerales, y lo calificó de historia de éxito, en comparación con México, que cambió a ser un país manufacturero, dijo, y que pese a ello no ha logrado equiparar su rendimiento al de Chile. ¿Por qué Chile es más exitoso que México? Entre las razones, la más obvia es la educación, manifestó.

Muchas ligerezas. En lo referente a la educación, se trata de una verdad del tamaño de una torre, y todo indica que Chile va para más y para mejor en materia educativa, siempre que…

Desde mediados del siglo XIX desarrollo ha sido sinónimo de industrialización. Y no hay país subdesarrollado que no aspire al desarrollo. Demasiado rápido Krugman pone de ejemplo la historia chilena. Chile ha sido un modelo de éxito si nos quedamos viendo fijamente la tasa de crecimiento del PIB (1985-2000 más exitoso que 2000-2010). Pero ese éxito se concentró en unos pocos, lo que provocó un índice de desigualdad social peor que el de México.

Chile ha crecido en una época –que está llegando a término– de altos precios de las commodities. Ha cambiado la correlación de fuerzas en el seno mismo de la sociedad chilena, y será posible llevar a cabo –ya veremos hasta adónde–, una reforma fiscal que tiene en mente la desigualdad y la educación, que en gran medida van de la mano. Pero si los precios de sus exportaciones caen, por una drástica baja de la demanda externa, derivada a su vez de la severa caída que de modo inminente sufrirá China, esas loables políticas sociales se verán en graves problemas.

Decir, sin más, que México es un país manufacturero es decir demasiado. Las políticas del Consenso de Washington, a las que nos aplicamos con furor aun antes de que el tal consenso se extendiera por el mundo, conformaron aquí una economía dual: tenemos un enclave exportador de manufacturas donde predomina el capital extranjero, con un ultrarraquítico efecto multiplicador en la economía interna: las industrias exportadoras de manufacturas importan 75/77 por ciento de los insumos que requieren. Y no existe en México un proyecto de desarrollo industrial que se proponga poner remedio a ese adefesio productivo. México se desindustrializó, y los gobiernos han estado aplicados a vender la marca México, como un país fiscal y financieramente bien portado, para atraer más capital extranjero. En tales condiciones no es extraño que México sea un país manufacturero sin historia de éxito. Es decir, tales tesis de Krugman están desencaminadas.

El Nobel 2008 también habló del inminente ¿cataclismo? chino. Para un exportador de materias primas como el Perú, está más expuesto que otros países. Estados Unidos o incluso México, pueden afrontar los problemas que China [provocará], a diferencia de Perú. Esto podría romper la racha de buena suerte del Perú. Bien, en el mismo caso está también Chile y otras economías latinoamericanas. De otra parte, la crisis china parece de una magnitud tal que afectará a la entera economía mundial. Es preciso examinar con más cuidado este asunto, pero difícilmente México y Estados Unidos están a salvo.