Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de marzo de 2014 Num: 995

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cartier-Bresson en
el Centro Pompidou

Vilma Fuentes

El laberinto de la soledad: monólogo, delirio y diálogo
Antonio Valle

La era no canónica
de Octavio Paz

Gustavo Ogarrio

Octavio Paz: libertad y palabra, realidad y deseo
Juan Domingo Argüelles

Las cartas perdidas
de Paz

Edgar Aguilar

Diez aspectos de la
poesía de Octavio Paz

Hugo Gutiérrez Vega

Vitos y Alií
Katerina Anguelaki-Rouk

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Columnas:
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Cartier-Bresson
en el Centro Pompidou

Cartel de la exposición Cartier-Bresson en la fachada del Centro Pompidou, París.
Foto: williamnavarrete.wordpress

Vilma Fuentes

“La foto es una acción inmediata, el dibujo una meditación”, dijo Henri Cartier-Bresson. Extraña y larga vida la suya (1908-2004); dedicó la mitad de sus años a la fotografía, que abandonó en 1970 para consagrarse al dibujo. La concurrencia con la televisión, el color en la foto, lo deciden a volver a su primera vocación: el dibujo.

A los diez años de su muerte, el Centro Pompidou, conocido como Beaubourg, presenta una retrospectiva de este pionero del fotoperiodismo, con más de quinientas fotografías de tiraje original, dibujos, pinturas, filmes (fue asistente de Jean Renoir en 1936 e incursiona en el cine como extra, en segundos roles; realizador, entre otros, de un documental sobre la reinserción de los combatientes al regresar de la segunda guerra mundial), documentos y archivos. Las colas para entrar a la exposición se extienden más allá de la explanada del Museo. Por fortuna tengo mi credencial de periodista de La Jornada ante el ministerio francés, lo cual me permite el privilegio de escapar a las colas y de una buena hora de pie en el frío, por suerte moderado este invierno. La exposición merecería varias visitas si se aspira a apreciar cada foto, cada pintura, cada dibujo, leer los documentos. Queda, después, el recurso al magnífico catálogo para contemplar fotos, dibujos, leer documentos.

Gran viajero, sus fotorreportajes hacen de la obra de HCB el “ojo del siglo”, título del libro de Pierre Assouline, cuyos lineamientos sigue la retrospectiva actual en Beaubourg. Dos de sus primeros viajes fueron a México, donde expuso, en 1935, junto con Manuel Álvarez Bravo. Lado a lado, dos fotos célebres: las prostitutas Cartier-Bresson ofreciéndose desde el agujero de un cajón de madera, los rostros y el escote provocador de una de ellas asomados por ese simulacro de ventana y vitrina; de Álvarez Bravo, el trabajador que parece muerto, en realidad dormido en una banca. Ambas fotos descritas, como las otras fotos del francés en México, por Carlos Fuentes en su brillantísimo ensayo Los cuadernos mexicanos de Henri Cartier-Bresson (1934-1964), donde narra el viaje a nuestro país del fotógrafo francés.

Muy joven, a pesar de su vocación por la pintura, comienza a fotografiar. De esa época data la más famosa de sus fotos Atrás de la estación Saint-Lazare, donde se muestra a un hombre separado de su sombra reflejada en el agua, al aparecer casi en vuelo por el salto que da para evitar el charco, reproduciendo el movimiento idéntico al de la imagen de un anuncio al fondo. Instante decisivo, título de su primer libro, ese momento debido al azar tan buscado por los surrealistas, a cuyo movimiento se adhiere en esa época.

Cartier-Bresson, sin embargo, no se instala en un movimiento o escuela, evoluciona de manera constante, busca y encuentra (¿no decía Picasso: “Yo no busco, yo encuentro”?) nuevas formas, crea estilos inéditos, inventa cada “instante decisivo”. Fotos tan distintas como la de la mujer que, al salir de un campo de concentración nazi, reconoce y señala al nazi de quien fue víctima. O la de la coronación del rey de Inglaterra, donde su cámara fija lo fugitivo y su ojo muestra a los espectadores que asisten al paso del cortejo en vez de al nuevo monarca: “Fotografiar es retener el aliento cuando todas nuestras facultades convergen para captar la fugaz realidad; siento entonces, al atrapar una imagen una gran alegría física e intelectual.”


Henri Cartier-Bresson, Calle Cuauhtemocztin, México, 1934

Después de su viaje a México, fotografía la República Española en 1936. Sus inclinaciones por el comunismo son superadas por su profundo y visceral sentido anarquista. En las marchas, mítines, manifestaciones a las que asiste, no puede evitar gritar: “¡Viva Bakunin!”

Sus opiniones y su militancia lo hacen ser arrestado por los nazis en 1940. Logra evadirse del campo de concentración en 1943, después de dos intentos fallidos para escapar. De vuelta a Francia, participa en la Resistencia, siempre con su cámara en la mano.

En 1947 crea la agencia de fotografía Magnum con sus colegas Capa y Seymour. Con Robert Capa emprende varios viajes a países en guerra, zonas en conflicto. Capa encontrará la muerte en uno de ellos al echarse hacia atrás para tomar un foto y caer en una mina, en Vietnam del Norte, a sus cuarenta y un años.

Cartier-Bresson continúa sus viajes, ahora solitarios. Fotografía la construcción del Muro de Berlín y otros grandes eventos del siglo, siempre con su mirada original, que cambia el aspecto de las apariencias, vueltas apariciones gracias a su ojo y a su cámara.

Ladrón de instantes, HCB los fija con su cámara otorgándoles una duración que su captura roba al paso del tiempo. “Observo, observo, observo, es con los ojos que comprendo.”

En 1983 es coronado con el equivalente del Nobel para fotografía, el Premio Hasseblad, creado en 1980 y que entrega el rey de Suecia. Mismo galardón que recibirán Manuel Álvarez Bravo en 1984 y Graciela Iturbide, tan original en la creatividad de sus fotos, en 2008, quien dará una charla el 3 de abril en la Fundacion HCB.

¿Qué es finalmente la mirada de un fotógrafo? De ninguna manera la de un escritor. Si ambos persiguen lo que se llama la verdad, sus procedimientos para lograrlo son radicalmente diferentes. Las palabras no son imágenes, y las imágenes, por mudas que sean, son palabras y hablan. El poeta Paul Claudel, a quien Cartier-Bresson había fotografiado en un entierro, foto que mostró a Gandhi justo antes de su asesinato, escribió un libro consagrado a la pintura. Su título: L’Oeil Écoute (El ojo escucha). El poeta se permitió esta audacia de escritura porque correspondía exactamente a las osadías de sus presentimientos. ¿No era este embajador católico el más ferviente admirador de Rimbaud, quien escribió haberse librado “al desarreglo de todos los sentidos”?

Cartier-Bresson, durante su estancia en China como profesor honorario en esta nación, se permitió denunciar su postura represiva en el Tíbet. Visitaría después al Dalai Lama. Transfigurado, se convirtió al budismo.

Claudel, poeta, se convierte al catolicismo en una iluminación. Henri Cartier-Bresson, al budismo ante la visión del Dalai Lama.