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El siglo del poeta

El autor nigeriano evocó su primer encuentro con la obra del Nobel

Para Wole Soyinka, la poesía de Paz es revolucionaria
 
Periódico La Jornada
Lunes 31 de marzo de 2014, p. a10

Luego de varias visitas al país, la imagen que tiene Wole Soyinka, es que hoy día en México “se puede leer mucho sobre los cárteles de la droga, la violencia y los serios problemas de migración”.

Invitado también a participar en las actividades para conmemorar el centenario del poeta Octavio Paz, en rueda de prensa con los medios, el escritor nigeriano, activista político y premio Nobel de Literatura 1986, recordó que fue en Italia, en una conferencia sobre literatura, donde conoció al autor de Salamandra.

Recuerda que su primer acercamiento a la obra del mexicano fue al término de sus estudios universitarios: Una de las bellezas de dejar de ser estudiante es que se puede disfrutar la literatura, sólo por amor a ella. Nos podemos deleitar en las lecturas y proyectos literarios sin preocuparnos por la materia o por escribir una tesis. Fue en un curso de literatura comparativa sobre poesía latinoamericana entre México, Brasil y Colombia donde el trabajo de Paz me impresionó.

Posteriormente, más allá de su calidad poética, lo que hizo resonancia en mí fue que había una afinidad de temperamentos: no sólo era poeta, era también hombre de acción, servidor público, lo cual es inusual en un poeta. Él era una expresión integral de la vida mexicana, no era un poeta de libro de texto, sino para la gente. Paz, a diferencia de Carlos Fuentes, era activista.

Soyinka destacó que Paz es un poeta crucial para México y América Latina, y que la infinidad de traducciones que se han hecho de su obra muestra que es un poeta reconocido, por propio derecho, en muchas partes del mundo. Comentó que su ciudad natal, como la de México, se parecen mucho, sobre todo respecto del tráfico vehicular, y que cuando tiene que trasladarse en auto hacia un lugar se aprovisiona, entre otras cosas, de galletas saladas, algo de salami, una botella de vino frío y como una pequeña biblioteca, siempre traigo un libro de Paz, Dereck Walcott y un autor nigeriano.

El placer de la poesía, destacó, “no está en sobreanalizarla, ni en convertirla en instrumento de enseñanza, ni en algo que implique una transformación mental consciente de sí. Si algo se debe aprender de Paz es que la poesía es revolucionaria. Aunque a veces sus ideas políticas eran controvertidas, su poesía estaba con la gente.

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El Nobel de Literatura 1986 está en MéxicoFoto Conaculta

No creo que la poesía sea herramienta de aprendizaje, porque de esa manera no sería disfrutada; hay que leer por placer, no como intención consciente de enseñanza. Lo que se aprende, se aprende de manera subconsciente. La mente se enriquece sin tratar de ir frase por frase, sino apreciando lo que en general nos trasmite. Si los niños pasan ocho horas con un videojuego, por qué no intentar que pasen media hora leyendo poesía.

La poesía, abundó, es la memoria de los pueblos, como decía Octavio Paz, pero también es una manera de reflejar la identidad de un pueblo y de alejarse de lo insoportable, ya que también el escape es esencial. La poesía no debe ser una carga sobre el ciudadano o el poeta no debe llevar la carga de la ciudadanía. También puede ser un escape, como manera de recuperar o registrar otras cosas. Esto es así, porque muchos poetas son contradictorios. Por ejemplo, Paz hablaba de la poesía como un momento de esparcimiento, pero también como algo que provocaba.

Para Soyinka, esas contradicciones también se pueden apreciar a otros niveles en el mundo, por ejemplo, dijo, “las relaciones de poder entre las naciones.

A nivel económico hay dos lados: uno que dicta las reglas y el que no tiene opción más que seguirlas. Pienso que no habrá una igual hasta que se parta del principio de equidad entre los bloques más poderosos. El sistema, continuó el escritor nigeriano, tiene una filosofía intrínseca y, si esa filosofía es negativa, todos nos veremos afectados, tanto oriente como occidente, así como las economías emergentes.

Soyinka destacó el daño que hacen los fundamentalismos, en particular los que se desarrollan en África, que tienen que ver los libros y la lectura. Explicó que existen ciertos grupos altamente violentos en ese continente, que creen que los libros no son esenciales.

Son fundamentalistas que, por ejemplo, en África están cerrando escuelas, pero igual con los estudiantes adentro. A las escuelas les prenden fuego, incluso llegan a degollar a los estudiantes. Buscan que no haya ideas nuevas, porque consideran que eso es lo que piensa su dios.