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El FCE publica en México un libro coordinado por el historiador recientemente fallecido

La Edad Media fue un periodo positivo y progresista, sostenía Jacques Le Goff

El volumen reúne 112 semblanzas de filósofos, teólogos, reyes, poetas, exploradores, santos, magos y personajes imaginarios

Mediante un amplio mosaico se da luz a una decena de siglos

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Melusina aparece para amamantar a sus hijos, 1401, ilustración tomada de la Historia de Melusina, del trovador Codrette, París, Biblioteca Nacional de Francia. Imagen incluida en el libro Hombres y mujeres de la Edad Media
 
Periódico La Jornada
Miércoles 16 de abril de 2014, p. 5

La Edad Media no fue para el historiador francés Jacques Le Goff (1924-2014) una época oscurantista, sino un periodo en la vida de la humanidad mucho más positivo y progresista de lo que se piensa, creador y dinámico.

Para muestra, añade, basta mirar las creaciones artísticas de esos tiempos: música vocal e instrumental, pintura, arquitectura religiosa, entre otras.

Así lo explica el escritor en el libro Hombres y mujeres de la Edad Media (el cual acaba de ser publicado en México por el Fondo de Cultura Económica, FCE), en el que coordinó a varios colegas que presentan las semblanzas de 112 personajes emblemáticos de esa época (filósofos, teólogos, reyes, princesas, poetas, exploradores, santos, magos y seres imaginarios).

Juntos conforman un amplio mosaico que da luz sobre esos 10 siglos que Le Goff identifica como Edad Media, pues para él las características de esa etapa se prolongaron hasta el XVII.

Desde el año 325 hasta 1500, de Atila a Cristóbal Colón, incluyendo un capítulo fuera de cronología titulado personajes imaginarios, las biografías muestran al lector una imagen viva y variada del periodo.

El anonimato de los artistas

Le Goff, fallecido el pasado 1º de abril, explica que en la lista de personajes se incluyen muy pocos creadores literarios o artísticos, pues durante mucho tiempo imperó la regla del anonimato de los artistas.

En efecto, la noción de arte surgió lentamente en el curso del Medioevo. La mayoría de los que llamaríamos hoy artistas eran considerados más bien artesanos, aunque el valor del trabajo experimentó cierta promoción, el quehacer manual, que parecía corresponder al de los artistas, los mantuvo por mucho tiempo indiferenciados en la masa de los artesanos.

Agrego que la idea cristiana de belleza se fue imponiendo poco a poco, y en un libro apasionante de Umberto Eco muestra que no fue sino hasta el siglo XII cuando se constituyó verdaderamente.

Sin afán de perturbar a los lectores creyentes, Le Goff sitúa a la Virgen María en el apartado de personajes imaginarios y explica que se trata de una figura poco presente en el Nuevo Testamento y poco venerada en la Alta Edad Media, “pero que a partir de los siglos XI y XII fue objeto de un culto tan fulgurante que, en un anterior ensayo histórico, me permití convertirla en la cuarta persona medieval de la Santa Trinidad.

Es seguro que quienes se convirtieron se hayan dado cuenta muy pronto de que la cima divina de esta religión sufría de la total ausencia de personajes femeninos. El culto mariano se desarrolló primero en Oriente, en el mundo bizantino, desde el Concilio de Éfeso (431). En Occidente empezó a afirmarse en la época carolingia (finales del siglo VII y principios del siglo IX), pero sobre todo durante el gran desarrollo de la cristiandad, del siglo XI al siglo XIII.

En ese mismo apartado de seres producto del imaginario medieval están: el rey Arturo, Jacques Bonhomme, el preste Juan, la papisa Juana, Melusina, Merlín y Viviana, Renart, Robin Hood, Roldán y el mismísimo Satanás, al cual tampoco se le hacía mucho caso en los orígenes del arte cristiano: Durante los siglos VI y X todavía no era un monstruo repulsivo.

Fue hasta los siglos XI y XII cuando se produjo lo que Le Goff llama primera gran explosión diabólica, al aparecer Satanás y sus infernales criaturas en el Apocalipsis de san Severo y en las esculturas de Véselay, Autun, Moissac y Saint-Benoit-sur-Loire. No obstante, añade el historiador, la creciente insistencia sobre el diablo y el infierno fue acompañada por el desarrollo de la piedad mariana y el culto al ángel guardián.

Del lado de los personajes que sí existieron se encuentra Vlad III, El Empalador, mejor conocido hoy como Drácula, de quien existe una versión rusa de su vida, de 1486, en la cual se le presenta como un príncipe severo, pero justo y culto, defensor de los valcos (habitantes de Valaquia, actual Rumania) contra los turcos. Se decía entonces que inspiró la figura del temible, aunque prestigioso Iván el Terrible. La imagen histórica de Vlad III reúne así las dos características de un príncipe temido: la crueldad y la justicia, paradigmáticas de la ambigüedad de ciertos personajes medievales que dejaron una imagen más o menos legendaria en la historia, escribe Le Goff.

Las breves pero reveladoras semblanzas dan claridad a varios mitos en torno, incluso, de personajes venerados como san Francisco de Asís, de quien se narra que regresó a su tierra, Umbría, asqueado por las ignominias de los romanos, en particular de los miembros de la curia pontificia. Llegando a Bevagna dio un sermón a los pájaros, pero no a los lindos pajaritos de su leyenda posterior: hizo un llamado a los pájaros agresivos, las aves de presa, los cuervos, a todos aquellos de pico grande, a que atacaran a los clérigos que abusaban de su poder y violaban la verdadera fe cristiana.

San Martín de Tours, Alfredo el Grande, el Cid Campeador, Federico I Barbarroja, Chrétien de Troyes, Ricardo Corazón de León, Tomás de Aquino, Alfonso X el Sabio, Dante Alighieri, Felipe IV el Hermoso, Guillermo de Ockham, Santa Catalina de Siena y Juana de Arco son otros de los hombres y mujeres que cimentaron en buena medida la sociedad contemporánea.

El libro incluye una muy completa iconografía de cada uno de los personajes, así como mapas y anexos cronológicos y bibliográficos.