Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 20 de abril de 2014 Num: 998

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Gracias, Doris Lessing
Esther Andradi

Helena Paz Garro,
in memoriam

Vilma Fuentes

La partida de Amiri
Baraka y Leroi Jones

Juan Manuel Roca

La puerta se cerró
detrás de ti

Diego Arturo Robles Barrios

Caída de ángeles
y demonios

Antonio Rodríguez Jiménez

El imposible adiós a Georges Brassens
Rodolfo Alonso

Dos poemas/canciones
Georges Brassens

Un reality show
marciano: misión
mars one

Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Ilusión y decepción

Faltan menos de dos meses para que, según la publicidad de una empresa de exhibición cinematográfica que así quiere atraer aficionados futboleros a sus instalaciones, a los mexicanos les toque “gritar más fuerte que nunca”. Quién sabe si más fuerte o menos quedo, pero es un hecho que los tales aficionados van a gritar, algunos frente a una pantalla de cine y muchísimos otros proveídos de la infaltable televisión, en especial cuando la selección mexicana de futbol esté compitiendo.

Pero eso no es lo único que puede darse por sentado desde ahora. Anote el improbable lector estas otras certezas: el equipo tricolor no alcanzará el anhelado y jamás conseguido “quinto partido”, y puede que ni siquiera el cuarto de ellos; la esperanza verde irá debilitándose cada vez más a fuerza de pifias, goles no anotados pero sí recibidos y alguno que otro penalti fallado; por consiguiente, el tri habrá de suscitar un griterío que comenzará entusiasta e inclusive desmesurado pero que, más rápido que tarde, se apagará bajo los torrentes gélidos de la frustración que habitualmente provoca su desempeño cuatrianual.

Tirititito

Tratándose de un fenómeno con tantas facetas –deportiva, sociológica, económica, política, por mencionar sólo las más evidentes–, lo raro es que nadie hubiera hecho antes un documental que tuviera como tema central no precisamente al futbol, sino a la selección mexicana de ese deporte. Olallo Rubio, cineasta al que, por causas que este ponepuntos ignora, no falta quien le regatee talento, capacidad e incluso el derecho a filmar lo que se le dé la gana, decidió que su tercer documental –antes hizo ¿Y tú cuánto cuestas? y Gimme the Power–, o lo que es lo mismo su cuarto largometraje –sumada la ficción This is Not a Movie–, versara sobre ese fenómeno/producto hasta hace muy poco tiempo bien motejado como los ratones verdes.

Tanto aquellos que quieren y aman el futbol –como decía Ángel Fernández, esa rara avis cronista futbolera que podía citar a Homero en plena transmisión–, como quienes abominan de él, están al tanto de lo que se apunta en las primeras líneas de este texto: por causas lo mismo intrínsecas que lo opuesto, la selección, así llamada e identificada como si no hubiese ninguna otra selección de ninguna otra cosa, es pródiga en la generación de ilusiones colectivas, y puesto que “ilusión” significa “falsa imagen de un objeto” y “esperanza sin fundamento real”, no es impertinente que el título de la película sea Ilusión nacional. Empero, como la citada palabra también tiene por acepciones “alegría”,  “satisfacción”, e incluso “anhelo” en calidad de idea afín, más valdría haber empleado el antónimo correspondiente –“desilusión”–, o de plano la palabra que las muchedumbres desilusionadas han elegido ya tantas veces en otros tantos campeonatos mundiales: decepción.

Vista que fue la Ilusión nacional, el sentimiento fue muy parecido al que cualquier futbolero ha experimentado cuando vuelve a comprobar que, por más que él se ponga la verde, la oncena que la trae puesta ahí en la cancha no es fuente confiable –y sólo rarísimamente verificada– de satisfacción y alegría. Rubio aborda efectivamente tópicos insoslayables respecto de esa verdosa mixtura indisoluble entre negociazo, convenenciera distracción social, genuina expresión colectiva, plausible manifestación idiosincrásica y representación simbólica cultural, pero en ninguno de ellos le pega fuerte al balón y en más de uno se queda en mero calcetinazo: un ejemplo más grande que el estadio Azteca es que sólo alude en un sentido histórico a la injerencia televisiva en los panboleros asuntos, pero nada dice de la requetesabida pertenencia actual de esa verdipinta marca registrada al duopolio televisivo, sobre todo a Televisa.

El formato del documental tampoco ayuda, pues el cien por ciento de las imágenes consiste en eso que quizá sigan llamando crestomatia; en otras palabras, puro material de archivo, puesto en orden casi estrictamente cronológico –aquí y allá ciertas inserciones descoyuntadas en el tiempo–, y rematado, pero sin gol, con una más bien disonante nota de optimismo a cargo de los campeonatos sub-17 y el olímpico reciente, seguido de una cita directa de Eduardo Galeano, fanático futbolero ilustrado, autor de El fútbol a sol y sombra.

Es como ver que vuelve a cumplirse aquello de jugar como nunca y perder como siempre: era una gran oportunidad para encuerar más de una estafa, tumbar más de un mito y exhibir públicamente a más de un ganón, y Olallo “la tenía, era suya… y la dejó ir”.