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Las viñas de la ira, hoy
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n 1936 John Steinbeck escribió una serie de reportajes sobre las vicisitudes de los campesinos que migraron a los valles de California huyendo de las calamidades y la pobreza de Oklahoma y otros estados de Estados Unidos donde las condiciones de vida eran miserables. Tres años más tarde, Steinbeck recreó esos reportajes en Las viñas de la ira, libro clásico de la literatura estadunidense, cuya primera edición cumple 75 años este día.

El impacto inicial del libro se debió al descubrimiento de una cara del país en ese entonces ignorada: la profunda pobreza en algunas de sus regiones. Sin embargo, lo que a la distancia destaca aún más es su trascendencia. En voz de Tom, personaje central de su novela, Steinbeck describe lo que en aquel tiempo fue motivo de angustia para quienes emigraron del medio oeste: estaré, dice Tom, donde sea necesario luchar por que los pobres coman, donde un policía golpee a alguien, y en el momento en que los niños hambrientos sonrían cuando se les ofrezca un plato de sopa. Pobreza, desigualdad y violación de los derechos es la tónica en las vidas de los personajes que Steinbeck describió hace 75 años. Su publicación fue proscrita en varias ciudades, debido a su contenido disolutivo y comunista. Lo lamentable es que la experiencia de aquellos migrantes no sólo parece haber sido olvidada, sino que actualmente se repite con alarmante similitud.

Si bien las condiciones de vida en el Valle Central de California, sitio en el que se desarrolla la trama de Steinbeck, han cambiado para algunos, se puede constatar con evidencia estadística que para un alto porcentaje de quienes ahí viven las condiciones aún son precarias. Esta situación es más evidente para los migrantes, no ya los que vienen del medio oeste estadunidense, sino los que llegan del sur del río Bravo. Más evidente aún, si se comparan con el nivel de ingresos de la camada de jóvenes millonarios nacidos bajo el influjo del enclave tecnológico desarrollado en el denominado valle del Silicón. En ese enclave, los trabajadores de los plantíos vecinos y los de restaurantes y hoteles, que literalmente les dan de comer y beber, reciben la centésima parte del salario que algunos de aquellos perciben.

La desigualdad en el ingreso, tal como la advirtió Steinbeck, no sólo persiste, sino se ha multiplicado, según lo demuestra el reporte de la declaración anual de impuestos efectuada en abril: el ingreso promedio de los directores de 300 corporaciones estadunidenses fue de 11.7 millones de dólares para cada uno, mientras que el promedio para los trabajadores fue de 35 mil dólares.

El realismo mágico con que el desaparecido Gabriel García Márquez nos sedujo cuando habló de las vicisitudes latinoamericanas se conjuga con el lenguaje directo y áspero de Steinbeck en su relato sobre las vicisitudes de los migrantes en la América del Norte.