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El futuro

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Tras la crisis financiera de 2009 en Estados Unidos, el uno por ciento de la población concentró 95 por ciento del crecimiento económico y hoy día es dueño de más de un tercio de la riqueza nacional, mientras el restante 99 por ciento se empobreció, lo que acerca al país a condiciones que imperaban en el siglo XIX, según especialistas. En la imagen, un comedor para indigentes en Los ÁngelesFoto Reuters
E

stados Unidos está encaminado hacia el siglo XIX, va rumbo a convertirse en un país en el cual unas cuantas familias controlen la economía, donde la concentración del ingreso y la riqueza del 1 por ciento más rico está llegando a niveles de hace un siglo. O sea, lo que algunos llaman una oligarquía.

Los políticos no dejan de hablar del futuro. El presidente Barack Obama habla de una economía del siglo XXI, su secretario de Estado constantemente afirma que es inaceptable que otros países –como Rusia– se comporten como en el siglo XIX en pleno siglo XXI. Pero el país que encabezan avanza –económica y políticamente– hacia el pasado.

El nuevo libro del economista francés Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI –el cual ha detonado un extraordinario debate en este país– comprueba que Estados Unidos está en camino hacia algo muy parecido a lo que se vivía aquí a finales del siglo XIX. La desigualdad económica está llegando a índices que imperaban hace más de un siglo. Esta tendencia ya se ha debatido extensamente en los últimos años aquí, y hasta Obama ha admitido que la desigualdad económica es el tema definitorio de nuestros tiempos.

Warren Buffett, el tercer hombre más rico de Estados Unidos, declaró en 2011: en este país ha habido una guerra de clases durante los últimos 20 años, y mi clase ha ganado.

El Nobel de Economía Paul Krugman, al escribir sobre el libro de Piketty en el New York Review of Books, subraya que el trabajo del francés y sus colegas demuestran que ese famoso 1 por ciento es la clave en la creciente desigualdad, y que este país, junto con otros avanzados, está retornando a condiciones económicas que imperaban en la llamada bella época.

En el caso de Estados Unidos, el porcentaje del ingreso nacional concentrado en el 1 por ciento ha seguido en forma de U: antes de la Primera Guerra Mundial el 1 por ciento recibía una quinta parte del ingreso nacional. Para 1950, ese porcentaje se había reducido más de la mitad, pero desde 1980 el 1 por ciento ha logrado obtener niveles parecidos a los de hace un siglo. Piketty también revela que no sólo se ha regresado a índices de desigualdad de ingreso del siglo XIX, sino que también Estados Unidos y otros países están encaminados de regreso a lo que llama el capitalismo patrimonial, donde la economía es controlada no por individuos que lograron acumular fortunas por su talento, sino por dinastías familiares.

Piketty también muestra que el ingreso del capital –y no de ganancias productivas– es lo que predomina, o sea, que es el control desigual de bienes, y no de sueldos, lo que es el motor de las disparidades cada vez más marcadas en ingreso. Y ese ingreso es trasladado de una manera muy parecida al siglo XIX: por herencia. Hoy día el porcentaje de riqueza heredada en Estados Unidos ha regresado a índices de hace un siglo: un 70 por ciento.

Un aspecto de esta desigualdad es por el ingreso generado por capital –el cual sigue superando el ingreso total por salarios. Pero la desigualdad por salarios también se ha disparado. Los sueldos reales para la mayoría de los trabajadores estadunidenses se han incrementado poco o casi nada desde principios de los 70, pero los sueldos del 1 por ciento más rico se han incrementado 165 por ciento en ese periodo, y los del 0.1 por ciento más rico 362 por ciento, señala Krugman.

Durante los últimos años el tema de la desigualdad económica se ha vuelto parte central del debate social y político, en parte gracias a movimientos como los indignados en España y Ocupa Wall Street en Estados Unidos, que obligaron a un cambio en el vocabulario cotidiano; sobre todo lo del 1 por ciento contra el 99 por ciento. Hay datos espeluznantes sobre esta gran concentración de ingreso y riqueza en manos de unos cuantos.

Entre éstos: el 1 por ciento capturó el 95 por ciento del crecimiento económico post crisis financiera desde 2009, mientras el 99 por ciento de la población se empobreció. Ese 1 por ciento hoy día es dueño de más de un tercio de la riqueza nacional. Los ejecutivos en jefe de las 350 empresas más ricas del país recibieron remuneración que es 331 veces más alta que el trabajador promedio estadunidense (el ingreso promedio de esos ejecutivos fue de 11.7 millones de dólares, el del trabajador promedio fue de 35 mil 239 dólares. Y los más ricos pagan una tasa de impuestos menor que sus secretarias y asistentes.

Y nuevas investigaciones comprueban lo que ya todos saben: la acumulación de poder económico se traduce cada vez más en poder político, y por ahora, los ricos mandan. Los politólogos Martin Gilens (de la Universidad de Princeton) y Benjamin Page (Universidad Northwestern) examinaron 30 años de encuestas y decisiones políticas, y encontraron que cuando una mayoría de ciudadanos está en desacuerdo con las élites económicas y/o intereses organizados, generalmente pierden. La investigación concluyó que el votante promedio tiene poca o nula influencia sobre el gobierno, mientras los más prósperos ejercen una influencia tremenda. Advierten que aunque el país goza de muchos aspectos democráticos, si la formulación de políticas es dominada por organizaciones empresariales y un reducido número de estadunidenses ricos, entonces las afirmaciones de Estados Unidos de que es una sociedad democrática están seriamente amenazadas.

Krugman señala en su reseña sobre la obra de Piketty: ahora ambos sabemos que Estados Unidos tiene una distribución de ingreso más desigual que otros países avanzados y que mucha de esta diferencia puede ser atribuida directamente a la acción del gobierno.

Para el veterano periodista Bill Moyers, “la desigualdad ha convertido a Washington en un protection racket (práctica ilícita de pagos o sobornos para proteger intereses) para el 1 por ciento”.

Al parecer, a principios del siglo XXI, este país retrocede hacia finales del siglo XIX y ahora la pregunta en el aire es muy parecida a la que se hacía hace un siglo: ¿Estados Unidos se ha vuelto más una oligarquía que una democracia?