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Polonia, diez años después de su integración a la UE
E

l décimo aniversario del ingreso de Polonia a la Unión Europea es, sin duda, motivo para reflexionar sobre el hecho de pertenecer a una organización internacional que sigue siendo el ejemplo más avanzado y completo de cooperación regional, y el foco de atracción para sus vecinos. Hoy en día hay una larga lista de países interesados en convertirse en miembros, y ello a pesar de la crisis económica que la UE ha vivido durante los últimos años.

Al entrar a la UE, en 2004, Polonia cumplía su sueño de volver a Europa después de casi 40 años de pertenencia al bloque soviético. Este sentimiento lo compartían gran parte de los países de la empresa de ampliación de la UE, que habían vivido experiencias similares en la región del mundo conocida como Europa central y oriental, sometida a numerosas penurias a lo largo de su historia contemporánea. Pero la pertenencia a la UE va más allá del simbolismo.

La posibilidad de establecerse en cualquier país de la UE y trabajar allí, los fondos europeos, la ampliación de la infraestructura y las mejoras en el medio ambiente son los aspectos que destacan los ciudadanos de Polonia –el país más grande que entró a la UE en 2004– al evaluar los beneficios que les ha traído la pertenencia al bloque. Este panorama positivo complementa los números muy concretos: en los últimos diez años el PIB acumulado de Polonia creció en 48.7 por ciento, el país recibió 68.4 mil millones de euros para realizar 160 mil proyectos y se ha convertido en la octava economía de la UE. Ha habido un efecto importante en la movilidad de los polacos por razones de trabajo, estudios o turismo. Además, la UE llegó a influir positivamente en muchas áreas de la vida cotidiana de los ciudadanos.

La voluntad política de los 15 miembros de la UE, que a principios de los años 90 del siglo pasado decidieron apoyar los vecinos del este, era muy importante para encauzar su acercamiento a Europa. No obstante, el camino a la integración que siguió después fue largo, doloroso y marcado por la necesidad de adaptar las condiciones políticas, económicas y sociales de los diez candidatos a las exigencias de la UE. El famoso aquis communitaire, es decir, conjunto normativo vigente en la UE, que había que introducir e implementar en cada país candidato, le quitaba sueño a cientos de políticos, miles de funcionarios y millones de ciudadanos durante años.

Con la ampliación la UE se hizo más compleja y diversa, y al mismo tiempo ganó nuevos mercados, nuevos consumidores y nuevas posibilidades de crecimiento. Gracias a los 75 millones de habitantes procedentes de los nuevos países miembros la población de la UE aumentó 25 por ciento. La UE ganó igualmente en optimismo tan necesario en la época de crisis económica que hace algunos años azotaba duramente a las viejas economías del continente europeo. Hoy el 87 por ciento de los polacos se declaran pro europeos.

Las consecuencias de la ampliación han llegado también a México. A partir de 2004 los nuevos miembros de Europa central y orienta han empezado a apreciar dimensiones hasta entonces poco presentes en sus relaciones exteriores y a usar por ejemplo los mecanismos establecidos por la UE con México en el marco del acuerdo global. No es casualidad que en los últimos diez años de relaciones entre México y la UE la mayor dinámica del crecimiento de intercambios comerciales se observe precisamente con los países de Europa central y oriental. En términos absolutos sigue siendo una gota en comparación con el comercio que tiene México con Estados Unidos, pero es una gota que crece muy rápido. Al final, lo que la UE empujó, se convierte hoy cada vez más en una relación madura y dinámica en su vertiente tanto político-económica como de contactos humanos. Queda, obviamente, mucho por hacer, pero tenemos una buena base para trabajar en profundizar nuestras relaciones en la década que empieza.

* Embajadora de Polonia en México