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Es una herramienta para el cambio, consideran performanceras

Aborda festival LesbianArte el significado de poner el cuerpo
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Mónica Mayer, Minerva Valenzuela, Joyce Jandette, Natalia Astuacas y Julia Antivilo durante el conversatorio, el pasado viernesFoto Yazmín Ortega
 
Periódico La Jornada
Domingo 4 de mayo de 2014, p. 4

El festival y encuentro de arte y activismo lésbico feminista LesbianArte continuó este viernes con la mesa redonda Poner el cuerpo, acerca del performance en el artivismo lésbico y feminista. El cuerpo como herramienta y lienzo para el arte. El cuerpo como territorio político y el arte como generador de cambio.

En este conversatorio, realizado en la Galería y Café Tintito, se reunieron Minerva Valenzuela (burlesque) y las performanceras Joyce Jandette, de México; Julia Antivilo, de Chile, y Natalia Astuacas, de Costa Rica, así como la artista y crítica de arte, Mónica Mayer como moderadora, quien preguntó: ¿qué es poner el cuerpo?, para dar inicio a la plática.

Minerva Valenzuela respondió que quienes hacen música se valen del instrumento que tocan. En su caso es el cuerpo. “No lo entendí bien hasta que comprendí que es poner el cuerpo como persona. Ahora me cuesta trabajo decir estoy trabajando; me preguntan: ‘¿usas tu cuerpo o con qué trabajas?’”

Para Joyce Jandette, quien realizó un performance previo a la conversación, en el que desenrolló un listón con frases de lo que significa poner el cuerpo, recordó que la primera vez que se valió del suyo con intención política fue en la Marcha de las Putas. “Salí en toppless; se me ocurrió escribir en mi cuerpo. Era una urgencia de aferrarse a la vida, porque vivimos mucha violencia, que es invisibilizada. Mi instinto me llevó a decir: ‘no soy invisible’. Siempre fue sin saber lo que estaba haciendo; de a poco encontré claves de cómo poner el cuerpo y qué decir con él”.

Natalia Astuacas, a su vez, rayaba su cuerpo desde que era niña. “Siempre decía mi mamá: ‘el cuerpo no se raya, es templo de dios’. Mi cuerpo le pertenecía a Dios, por tanto no podía intervenirlo, tocarlo, sentirlo. Efectivamente, mi cuerpo es un territorio político, y en él todas y todos guardamos la memoria corporal; si te atacan, te violentan, te agreden; si te tocan, rico; el cuerpo es todo”.

Mientras Julia Antivilo habló de las ocasiones que realizaba performance en Chile. El cuerpo era la herramienta que me quedaba muy cómoda, especialmente en la calle. Es absolutamente político.

Poner el cuerpo, añadió Joyce, “es ponerlo todo: la cabeza, el corazón, la piel, el cuerpo colectivo. La finalidad de lo que hago es tratar de romper esas fronteras de lo que es racional, emocional, sexual, espiritual, físico, el arte, el performance, la poesía, la magia; en el momento que te estableces de un lado de la frontera tú y tu lenguaje quedan atrapados. El cuerpo entendido como algo más fluctuante o transfronterizo”.

Utilizar el cuerpo en el performance es más que subirse a una silla desnuda, terció Julia.

Ellas no ven una separación entre el activismo político y el trabajo cultural. “El artivismo se ve como una herramienta fuerte para cualquier lucha social; no me ha tocado esa disociación, sí la he visto, pero creo que en mi país estamos en un momento en que el arte se ve como herramienta para el cambio”, expresó Julia Antivilo; Natalia completó la idea: Sí se le ve como herramienta para el cambio, para mover cabezas; no creo que esté tan desligado de la academia o de la cátedra, desde mi contexto me parece que no.

Joyce subrayó que no le interesa ese arte desvinculado de lo político y el feminismo, porque entonces se reproducen discursos machistas, clasistas, racistas. Cuando el arte es asimilado por la academia y el museo siento que pierde su potencia. Arte separado de activismo o viceversa no llevan a ningún lado.

En la mesa se habló también del humor como elemento del arte y del resurgimiento de acciones que utilizan la sangre menstrual como elemento dentro del performance, pero también como instrumento para ajustar el lenguaje feminista al tiempo actual, como protesta ante las grandes empresas. Como acto de autonomía precioso, dijo Minerva Valenzuela.

Hoy “hay performanceras, hay con quien jugar. Ya no somos las únicas dos o tres locas haciendo cosas, y estoy conmovida con la generación joven. Hacen una serie de cosas que nunca me atreví a hacer. Veo que responden al contexto, que tienen libertad para hacer cosas que nosotros no hacíamos. Son más claras, más abiertas y buscan su camino”, valoró Mónica Mayer.

Hoy, último día del encuentro. Minerva Valenzuela dará el taller de burlesque feminista en Simone de Verdad (Dr. Claudio Bernard 180-5). A las 16:30 horas, en Casa de la Memoria Indómita, se presenta el libro 13 colores de la resistencia hondureña, de Melissa Carsoza, y a las 18 horas, en esa misma sede, el Taller de erotismo, con Bárbara Durán.