Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 4 de mayo de 2014 Num: 1000

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Shakespeare,
450 años después

Rodolfo Alonso

Por mi boka
José María Espinasa

Para conocer a Carballo
Felipe Garrido

La vida te va apagando
Orlando Ortiz

Así es como hay que irse
Jorge Pedro Uribe Llamas
entrevista con Emmanuel Carballo

La canción de Marguerite
Arturo Gómez-Lamadrid

Los niños flacos
y amarillos

Marguerite Duras

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Arte degenerado: el ataque contra el arte moderno,
Alemania 1937 (II Y ÚLTIMA)

El arte oficial del olvido

Sólo un día antes de la inauguración de la exposición Entartete Kunst, Arte degenerado, en Munich en 1937 y a unos quinientos metros de distancia, Hitler mismo inauguró el nuevo edificio de La Casa del Arte Alemán, con la exposición Grosse Deutsche Kunstausstellung, una muestra del nuevo arte oficial del Reich: pinturas neoclásicas, académicas y solemnes que exaltaban el carácter germano. Mientras había enormes colas para ver arte degenerado (según cifras oficiales: dos millones de visitantes en los cuatro meses que estuvo montada y muchos más en la gira de once ciudades por Alemania y Austria),  apenas unos cuantos vieron la de arte oficial y hasta el mismo Hitler quedó insatisfecho, pues entendió que la propuesta carecía de vitalidad y el trabajo de los artistas seleccionados era desangelado y rutinario. Desde su nacimiento, el estilo “greconórdico” estaba condenado al olvido.

Un espectáculo monstruoso

En la exposición Arte degenerado: el ataque al arte moderno en Alemania en 1937, de la Neue Galerie de Nueva York, se muestra cómo los nazis trataron de crear con la exposición Arte degenerado una atmósfera circense en torno al modernismo, como si se tratara de un espectáculo de fenómenos o de curiosidades grotescas; querían poner en evidencia la decadencia y corrupción del espíritu de los artistas modernos y judaizantes (aunque sólo seis de los 112 artistas “degenerados” del show eran judíos), y que los visitantes se burlaran pero también se indignaran y eventualmente se volvieran una turba furiosa. El expresionista Emil Nolde había sido uno de los pintores favoritos de Goebbels quien, quizás para expiar su culpa, incluyó treinta y seis de sus cuadros en ese show, más que de ningún otro artista. Al término de la guerra, Nolde trató inútilmente de reivindicarse como víctima de los nazis pero murió en el olvido.


Paul Joseph Goebbels

Lo olvidable y lo inolvidable

La Neue Galerie presenta un contrapunto entre la exposición de arte hitleriano y la de arte degenerado que alcanza el clímax en el antagonismo entre dos piezas fundamentales: por una parte, el tríptico Partida (1932-35), una obra inquietante y pesadillesca que tiene imágenes de tortura, sadismo y agonía enmarcando lo que parece ser el extraño viaje de un soberano de fantasía en una lancha de pesca; por el otro lado está Los cuatro elementos, de quien fuera el pintor favorito de Hitler, Adolf Ziegler (1937), un estudio de cuatro mujeres arias pudorosamente desnudas, hecho con elegancia y pasmosa frialdad, que terminó en casa del Führer. La obra de Beckmann refleja todo lo que hay de vital en el arte moderno: una mística simbolista que vincula la experiencia estética con las ideas, la experimentación con formas novedosas y la ruptura con tradiciones del pasado. Mientras la de Ziegler era un regodeo conformista con una cansada estética dieciochesca. Ziegler ocupó numerosos puestos importantes en el Reich y encabezó el grupo de cinco expertos que recorrieron los principales museos y colecciones públicas para requisar las obras degeneradas, con algunas de las cuales fue curada la exposición de Munich. A esta purga hay que sumar todas las colecciones privadas y los museos extranjeros que fueron saqueados por los nazis. Durante la segunda guerra mundial, Ziegler tuvo la osadía de cuestionar la beligerancia nazi, fue arrestado por la Gestapo y enviado a Dachau por seis semanas, hasta que el propio Hitler ordenó que lo liberaran. Su carrera no pudo sobrevivir a sus vínculos nazis y murió en el olvido.

Miedo al arte

En una sala de la Neue Galerie se muestran  autorretratos de pintores “degenerados”, como el célebre Autorretrato como artista degenerado, de Oskar Kokoschka. Al lado de esos cuadros se exhiben marcos vacíos o huellas de cuadros ausentes en silencioso homenaje a las obras destruidas y desaparecidas. También se exhibe el libro con el registro de las obras confiscadas y su destino; es el patético testamento de un régimen burocrático y minucioso que hacía de sus actos criminales materia de contabilidad. La relación de los nazis con el arte moderno era esquizofrénica: querían eliminarlo, pero organizaron muestras para las masas; aseguraban que era basura, pero lo robaban compulsivamente. Era tal su confusión que incluyeron a artistas en la muestra oficial y en la degenerada. Más que con envidia intelectual, veían al arte moderno como una amenaza existencial. No estaban equivocados. Hoy el nazismo es sinónimo de podredumbre moral y el arte moderno, lejos de pasar al olvido, sigue enfureciendo y fascinando con su ironía y provocaciones.