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En los acuerdos de San Andrés se nos redujo a 3 renglones, dice fundadora

No democrática, la revolución que excluye a las mujeres: Colem
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de mayo de 2014, p. 14

Protagonista de una historia de 25 años de lucha en defensa de los derechos humanos y contra la violencia hacia las mujeres –sobre todo indígenas–, el Colectivo de Mujeres (Colem) de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, fue el único movimiento social que en la conferencia de la ONU de Pekín sobre las mujeres en 1995, advirtió que el reconocimiento de las tradiciones, usos y costumbres de los indígenas debía hacerse con precaución y logró que a nivel mundial se le impusiera una condición: siempre y cuando no violen derechos de las mujeres.

Martha Figueroa Mier, fundadora del Colem, rememora: En ese momento fuimos la única voz crítica y dijimos: nos alegramos mucho, pero ¡aguas!, porque estamos legitimando que a las mujeres nos usen como cosas. Ahí fue donde la perspectiva de género desde el grupo de mujeres hizo público “que los movimientos sociales sin incluir a las mujeres no son democráticos, lo cual se recrudeció con el zapatazo (el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en enero de 1994).

“Es decir –agrega–, el levantamiento armado reconoce las carencias sociales, es la revolución adelantada o atrasada como quieran, de los movimientos sociales, sobre todo de los indígenas, pero las mujeres fueron hechas a un lado y prueba de ello fueron los acuerdos de San Andrés, en los que quedamos reducidas a un mínimo de tres renglones, en un rollo bastante asistencial y dizque de protección a las mujeres”.

Memoriosa, poseedora de un sentido del humor modelo bisturí y gran vehemencia, Figueroa recuerda que en diciembre del 94 el Centro de Investigación y Capacitación de la Mujeres editó el libro Chiapas ¿Y las mujeres qué?, en el cual se cuestionaba que otra vez –ahora por el EZLN– se pretendía hacer una revolución sin las mujeres.

“Claro –comenta–, las feministas dijimos en México: ¡aguas!, porque en Chiapas ya teníamos tiempo con denuncias documentadas de cómo parte del ritual de la expulsión de los grupos evangélicos de las comunidades indígenas implicaba violar a las mujeres de los expulsados, romper sus trastes y quemar su tierra; es decir, acabar con sus cosas como parte de la sanción por oponerse a una religión o a un sistema político X”.

Subraya que meter a la cárcel a uno de estos agentes violadores, el candidato del PRI a la presidencia municipal de Chenalhó, por cierto, me costó la salida de la agencia del Ministerio Público (especializada en delitos sexuales) en julio del 91, agencia que creó en 1989 el gobernador Patrocinio González a propuesta del Colem, pero a condición de que ellas la operaran.

25 años de activismo

Con motivo del 25 aniversario del colectivo se pidió a Figueroa Mier un pantallazo de ese cuarto de siglo de activismo. Relata que el grupo se inicia con una marcha el 10 de mayo de 1989, en San Cristóbal, y un desplegado –firmado por 186 mujeres– contra la violencia sexual; después halla que la violencia doméstica es mayor, descubre que buscar cómo clasificar la violencia es una trampa, porque el tema es la violencia por ser mujeres.

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Martha Figueroa Mier, fundadora del Colectivo de Mujeres (Colem) de San Cristóbal de las Casas, ChiapasFoto La Jornada

La organización ha ido generando modelos de atención, incide en políticas públicas, denuncia que aún al juez que niega la orden de protección a una víctima no le cuesta nada si matan a esa mujer.

El grupo de mujeres creó después un Feminario para reflexionar qué es eso del feminismo y los derechos de las mujeres; cuestionó los temas que implantaron las financiadoras internacionales –como la Ford o la McArthur– trabajando los temas de derechos sexuales y reproductivos, la salud materna, para llegar al primer objetivo ya denunciado hace más de 30 años, el control de población natal y llega a esta efeméride con el reto de descolonizar el derecho y el feminismo desde lo que hacemos; de dar a la justicia, a la reparación del daño la perspectiva de género, lo que sólo se logra preguntando a la mujer qué pide como reparación del daño.

Un ejemplo: Yo tuve las dos víctimas diferenciadas en esto, (una dijo) quiero que todos en mi pueblo sepan que me violaron todos los policías, pero que no fue por mi gusto y la otra (pidió) quiero cambiarme a un lugar donde nadie sepa que me violaron, tener oportunidad de que después de lo que yo pasé, mis hijos y mis hijas tengan oportunidad de estudiar, de ir a otro lado, indica Figueroa.

El tema es la reparación integral

Añade que este tema de la reparación integral, la recuperación, tiene que ver mucho ahora con los feminicidios: “En Chiapas si la mayoría de feminicidas son el marido, pareja, ex pareja, ¿qué hacemos con un niño? Eso corresponde al Estado, que no garantizó la vida de las mujeres y debe hacerse cargo, como reparación del daño, de la rehabilitación física, emocional y social de los huérfanos”.

Figueroa se define como defensora de derechos humanos, pero además como feminista en construcción y deconstrucción permanente, porque es un esfuerzo interno, de todos los días, y el grupo es el reflejo de quienes estamos ahí. En el Colem, dice, hemos sido partícipes activas con las propuestas de la visión cultural de la perspectiva de género y las mujeres indígenas desde la perspectiva social para poner género, nombre y rostro a otra forma de justicia. Ahora busca formar abogadas, con o sin título, para que litiguen casos de mujeres con perspectiva de género.

Comenta que (el presidente Enrique) “Peña Nieto tiene antecedentes bastante negativos en relación con la violencia feminicida; él era gobernador cuando se niega la primera alerta de género diciendo que mil 800 muertas no eran tantas, que eran sólo 600 y pico las asesinadas y era sólo por despeinarle el copete o manchar su imagen que estábamos pidiendo la alerta”. Afirma que ahora impulsa un programa feminicida: el seguro de vida para madres solteras es el mensaje más claro de todos los programas de combate a la pobreza: vales más muerta que viva y ya tenemos en Chiapas casos documentados, como el del hijo de 16 años que mató a la mamá y luego fue a cobrar el seguro.