Opinión
Ver día anteriorViernes 30 de mayo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Clase Política

Despedida y agradecimiento

E

s un privilegio ser testigo de la historia y lo es, mucho más, presenciar la evolución de los sucesos y la actuación de los principales actores desde un palco cercano y exclusivo, con absoluta libertad de acción y de pensamiento.

La calidad de testigo me la dio mi profesión de reportero, ejercida casi sin interrupción y desde diversas tribunas, durante más de cuatro décadas. La destacada ubicación para presenciar los sucesos más importantes en la vida de mi país en los años recientes me la proporcionó La Jornada, mi casa de trabajo desde el 15 de agosto de 1984 hasta la fecha, en que con intensa tristeza dejo de colaborar en sus páginas.

Me voy muy agradecido con todos mis jefes y compañeros. No soy hombre de inquinas ni de enconos. A lo largo de 30 años viví momentos de intensa felicidad y otros no tanto. Los inicios, como todos saben, no fueron fáciles. De hecho las dificultades y problemas se han hecho casi permanentes, pues como en casi cualquier rincón de la sociedad el dinero no alcanza.

Por eso, y por muchas razones más, son de elogiarse las actuaciones del director fundador, Carlos Payán Velver, quien condujo el proyecto durante 14 años hasta consolidar –valga la vanidad– el diario más influyente de México, y de la actual directora, Carmen Lira Saade, quien desde hace 16 años tomó la estafeta para confirmar a nuestro medio en el sitio número uno como el vocero de la sociedad más necesitada, de los que nada tienen que perder más que la dignidad y de aquellos que conocen su cese de parte del policía encargado de vigilar la puerta.

La relación de quienes contribuyeron a la grandeza de La Jornada es amplia. Para empezar, se debe citar a los otros integrantes del grupo directivo que convocó a concretar este proyecto: Miguel Ángel Granados Chapa, Héctor Aguilar Camín y Humberto Mussachio. No menos importantes, aunque en posiciones de lugartenientes Manuel Meneses, Víctor Manuel Avilés, Sara Lovera, Rosa Rojas, Lourdes Galaz, Emilio Lomas y en el área administrativa Estela Aguado y Rebeca Contreras. A ellos se sumaron talentos, que luego emigraron, como Dolores Cordero, Eduardo Huchim y José Carreño Carlón, así como el recién fallecido Carlos Narváez. Olvido a muchos más y les pido comprensión, pues de todos, jefes y compañeros, sólo conservo buenos tratos y mejores talantes.

No abandono mi pasión por la actividad de reportero. Clase Política, la columna que lleva mi firma, seguirá en otro espacio, pero después de julio, porque de momento me concedo a mí mismo mes y medio sabáticos. Dicen que las penas con pan –y con paseos, agrego yo– son más llevaderas.

La tecnología me abrió el espacio conclaseweb.com, donde se publican Clase Política y otras columnas de amigos de toda la vida, como Roberto Vizcaíno, Rafael Cardona, Ramón Zurita, Jorge Herrera Valenzuela y Adriana Moreno. Es un espacio abierto. Como he aprendido y disfrutado en mi actividad profesional, allí a nadie se le obliga a pensar u opinar de una manera determinada.