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Fui a prisión por defender un ideal, asegura el fundador de las autodefensas

Jamás me dejaría agarrar otra vez por el gobierno, ¡que me maten!: Hipólito Mora

Estoy dolido y siento mucho coraje

José Manuel Mireles y yo, juntos, somos invencibles

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Alfredo Castillo está equivocado si piensa que resolver el problema de Michoacán será fácil; es tan peligroso que puede revertirse, dijo el líder de las autodefensas en entrevista con La JornadaFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 1º de junio de 2014, p. 16

A Hipólito Mora no le gusta hablar mucho. Los dos meses en la cárcel lo dejaron temeroso, más desconfiado, retraído. Trae mucho coraje por lo que el gobierno dice que le hizo: Me encarcelaron por defender un ideal que beneficia al pueblo. Jamás me dejaría agarrar otra vez. Y si traigo arma, menos. Tengo pensado no dejarme. ¡Que me maten! O mejor aún, que me tiren y yo a ellos. A mí no me vuelven a meter a la cárcel injustamente.

Lleva dos celulares colgados al cuello y un rosario de perlas. Usa un sombrero nuevo, camisa azul a cuadros y lentes, y se ha dejado la barba de candado. Sonríe, dice que se siente feliz por el cariño que le muestra la gente y porque confiesa que ahora más que nunca tiene claro que la lucha de las autodefensas en Michoacán debe seguir.

José Manuel Mireles lo espera en el salón de una casa en el Distrito Federal, donde van a comer con un grupo de amigos. Hace rato terminó el primer Congreso Nacional de Autodefensas y reconoce que su compañero es el mediático y que él es el estratega: Juntos somos invencibles; él, más que yo, dice en entrevista con La Jornada.

Me dolió que me encarcelaran

Cauteloso, el fundador del movimiento de las autodefensas de Michoacán lleva apenas un par de semanas viviendo en libertad en La Ruana y aún no comprende el significado de la traición que lo llevó a prisión: “¿Cómo es posible que el gobierno se haya atrevido a meterme a la cárcel? Si ellos saben bien lo que estoy haciendo. Se va a oír mal, pero yo soy el más centrado de los líderes. El mismo gobierno me lo decía: 'sabemos que usted es el más centrado de todos, es el mediador'. Y ¡pum, a la cárcel! Me dolió. Sentí y siento mucho coraje. Mucho.

–¿Ya vio usted que no es bueno ser confiado con el gobierno?

–Ya vi que no. Yo a estos cabrones nunca los he ofendido en una reunión. Y me meten a la cárcel. Se me hace que es mejor ser duro con ellos.

–¿Qué le dijo el comisionado Alfredo Castillo cuando salió de la cárcel?

–Nada, bromeamos.

–¿Cómo qué?

–Hablamos dos horas, en algún momento se levantó a hablar por teléfono. Antes de que me encerraran lo vi más delgado y ahora lo veo con una pancilla. Y le dije: Mire, si se le sigue durmiendo el gallo como hasta ahorita, se va a poner igual de panzón que yo. Entonces volteó con otra persona y preguntó: ¿Me dijo marrano? Y me mira: ¿Me dijiste marrano? Y que me suelta: Se me hace que te meto otra vez a la cárcel (risas).

–¿Y se le sigue durmiendo el gallo a Castillo?

–Sí.

–¿Sigue confiando en él?

–Soy muy confiado, por eso me pasa lo que me pasa. Pero ya no.

–¿Cuál es el plan B si las cosas no resultan con el gobierno?

–No lo he pensado todavía.

–¿Habrá?

–Sí.

–¿Levantarse en armas otra vez?

–Si se ocupa, sí.

–¿Duerme con la 9 milímetros al lado?

–Sí, siempre. Si se ocupa, nomás tengo que estirar la mano, por si me tumban la puerta. Así nada más. La tengo por un lado.

–¿Cuántas armas tiene?

–Ahorita ya me quitaron casi todas.

–¿Quién?

–El mismo gobierno, ahora que me detuvieron. A todos los muchachos les dije: entreguen las armas y después seguimos. Nos tenían rodeados. Ya estoy viendo que nos las regresen. Esas armas ya las habíamos registrado.

–¿Pero no le hacen faltan armas?

–Cómo no, sí, las necesitamos.

–¿Qué más necesitan?

–Seguir en la lucha. Todos los que andamos de autodefensas tenemos problemas con Los (caballeros) templarios. Entonces, tenemos que tener armas en la casa para defendernos.

–¿Y el desarme del gobierno?

–Ahorita no. Ahorita no podemos desarmarnos.

–¿Negoció con el gobierno para salir de la cárcel?

–No. No encontraron ninguna prueba en mi contra. Había mucha gente interesada en que yo me quedara preso. Pero no pudieron conmigo.

–¿Como quién estaba interesado?

–Los mismos templarios. Les afecté sus intereses, que eran muchos.

–¿Templarios con vínculos con el poder local?

–A lo mejor.

–Y al salir se hace la foto con Alfredo Castillo.

–Así es.

–¿Alfredo Castillo piensa que ya se resolvió el problema de Michoacán en cinco meses?

–Está equivocado. Este problema va a ocupar mucho en resolverse, ni crea que es así de fácil. Lo digo yo que estoy en Michoacán siempre y sé como está todo. Esto es tan peligroso que hasta se puede revertir de otra forma.

–¿Cómo revertir?

–De otra forma que no conviene a nadie.

–¿Por qué? ¿No se van a arreglar las cosas?

–Porque hay muchos problemas en Michoacán y tiene que seguir trabajando el gobierno. Y nosotros también.

–No lo he visto vestido de azul, con el uniforme de la Fuerza Rural...

–Todavía no. Ya me inscribí. Pero lo dudo, dudo entrarle.

–¿Duda?

–Estamos esperando.

–¿Se va a poner ese uniforme?

–Si hay la necesidad.

–¿Ha pensado que si lo hace, decepcionaría a mucha gente?

–A poco...

–¿Se siente un líder de la lucha social o de la lucha gubernamental?

–Lo estoy pensando. Posiblemente de la lucha social.

–¿Desde cuándo?

–Hace tiempo. Si viera la reacción de la gente en cualquier pueblo que voy, en cualquier ciudad. Se salen de las tiendas, de las casas, cuando me ven caminando, y se salen, me abrazan, me dan las gracias. A veces llego a comprar una camisa, no me la quieren cobrar, a un restaurante, no quieren que pague. Donde quiera que me paro, todo el mundo se quiere tomar fotos conmigo. En la misma Ruana, donde nos conocemos de toda la vida, mis vecinos se quieren tomar fotos conmigo. Eso me motiva a seguir en la lucha.

No patrullaré con Papá Pitufo

–¿Se ve usted combatiendo al lado del señor Pitufo?

–¡N'ombre!... al lado de ese cabrón...

–Al lado de El Americano, los Viagra, el Cinco...

–No.

–¿No va a patrullar con ellos?

–No. No creo que patrullemos juntos. Tenemos mentalidades diferentes.

–¿No?

–Una lucha de éstas necesita ser con el corazón, que le nazca, que le duela lo que le está pasando a los demás. Cuando se lucha así, ni siquiera piensa uno en el dinero. Yo no pensé en el dinero al principio del movimiento, cuando hubo muchas ofertas, menos ahorita que estoy recibiendo el fruto de mi trabajo. Lo estoy recibiendo en los abrazos, cuando me piden tomarse una foto conmigo, cuando como ahora –increíble– me piden que les dé un autógrafo. Si no caí en la tentación, ahorita menos, con tanto afecto de las personas.

–¿Quién más le quiere dar dinero, además de El Chayo?

La Tuta. Me mandó un video diciéndome que me retirara, que si quería trabajara para ellos, que él sabía que no me había unido a ningún cártel, que no me había vendido con nadie. Nombró a otras personas que sí. Le mandé decir que tenía muy buena información y que por favor nos dejara estar en paz, que nunca iba aceptar estar con él, con los templarios. Le pedí de favor que no nos volviera a mandar gente a atacar La Ruana, para que no haya más muertos. Y lo respetó. Ya no los mandó.

–¿Y el gobierno lo quiere sobornar?

–No. A mí no me ha ofrecido todavía.

–¿Y si se lo ofrecieran?

–No ganarían nada. Yo mejor le agradecería que hiciera fuentes de trabajo para que Michoacán esté un poquito mejor.

–¿Qué se necesita para que Michoacán vuelva a tener paz?

–Que el gobierno siga trabajando, pero haciendo bien su trabajo. Bien, que ponga en la cárcel a los que lo merezcan, que limpie Michoacán completamente. Y nos dejen en paz.

–Pero el gobierno los desarma a ustedes y no a los templarios... Explíqueme eso, porque no lo entiendo...

–(Silencio)

–¿Por qué hace eso el gobierno?

–... Hay que tener paciencia

–¿Qué habrá después del primer congreso de autodefensas?

–Ya me están invitando a otros estados. Yo lo que pido a Dios es que nos vaya mejor a todos, no nada más que un grupito de personas se quede con la riqueza de México, que se distribuya.

Me gustaría estar legal

–Entonces, si el gobierno no le ofrece dinero... ¿qué le ofrece?

–Solamente una pistola, el rifle y el uniforme.

–¿Y ser legal?

–Lo que me gustaría es estar legal. Ya portamos las armas ilegalmente un año dos meses y tengo muchísimos enemigos; me gustaría portar el arma con una credencial que me avale, que no me la quiten, que no me vuelvan a detener.

–Si el gobierno le da esa credencial... ¿sería a cambio de qué?

–Yo no les voy a dar nada. Yo voy a seguir en la lucha. Voy a seguir porque se necesita. Y además... hay muchísima gente que me dice que no me vaya a retirar y que confían en mí. Siento bonito.

–Si aceptara esa credencial (pero) de policía rural, ¿traicionaría a esa gente?

–Traicionaría a mucha gente y a mí mismo.