Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 1 de junio de 2014 Num: 1004

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La otra obra
de Carballido

Edgar Aguilar entrevista
con Héctor Herrera

El nombre de las piedras: memoria y diversidad
Esther Andradi

A la vista de todos: negación y complicidad
Ricardo Bada

Esquirlas trágicas de
la literatura alemana

Juan Manuel Roca

El murmullo del frío
Carlos Martín Briceño

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
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Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Conchita Wurst, la mujer barbuda
que incomodó a Europa

¿Sabe nuestra lectora, nuestro lector, quién es Conchita Wurst? ¿Ha oído hablar del concurso Eurovisión? Se trata de una especie de Eurocopa del canto que goza de gran popularidad en el Viejo Continente, aunque nunca ha tenido demasiado eco en el nuestro. Recientemente, sin embargo, las cosas cambiaron. El sábado 10 de mayo el certamen fue ganado por la representante de Austria, Conchita Wurst, de veintiséis años, cuyo nombre verdadero es Thomas Neuwirth. Hablamos de un travesti (drag queen dirán algunos, aunque no es lo mismo) cuya biografía ficticia presume nacionalidad colombiana y un marido en el mundo del burlesque.

¿Por qué hablar sobre ella este domingo? ¿Por qué sucumbir ante un fenómeno mediático rebosante de morbo? No sólo porque es una buena entertainer con talento real en garganta y escenario, sino porque ha causado una polémica gracias a la cual quedó al descubierto el oscurantismo al que ha vuelto –o del que nunca salió– buena parte de Europa (sobre todo del este). Diatribas en radio, televisión y periódicos, reclamos de líderes religiosos y políticos, agresiones en redes sociales, son algunas de las acciones que han encabezado Bielorrusia, Rusia y Ucrania en contra de Conchita y Eurovisión, argumentando que, de seguir así, estarán a un paso de la sodomía. Francamente cómico.

Celebridad bien conocida en su patria y particularmente en la ciudad de Viena, Thomas lleva años participando en grupos vocales, programas de televisión y proyectos en los que muestra su oficio como cantante, decorador y experto en moda. Empero, no fue sino hasta 2011 cuando creó al personaje de Conchita para el concurso de talento Die Große Chance, en el que se llevó el sexto lugar y con el que un año después obtuvo el segundo sitio en las eliminatorias austríacas para Eurovisión. Muchos supusieron que su invención terminaría allí y que, por muy políticamente correctos que fueran los productores, no le darían más espacio. Pero se equivocaron. Volvió en 2014 para comerse el pastel completo con su tema “Rise Like a Phoenix”, perfecta alegoría de su transformación.

Ahora bien, ¿qué es lo que tanto molesta a sus detractores? Entre otras cosas, que Conchita no se muestre plenamente “disfrazada” sino que a su bello y femenino rostro le deje crecer una barba cerrada, obsesivamente recortada, en contraste radical con un cuerpo esbelto, ataviado a la usanza de Hollywood. Además, no podemos soslayar que su apellido significa “salchicha”. Una doble afrenta para las mentes cerradas. Digamos que, a nivel global, es la más amplificada representante de la mezcla hombre-mujer que haya tenido la música. Su presencia se agranda no tanto por cruda o atrevida (si de eso se trata busque, verbigracia, al mexicano Lukas Avendaño), sino porque ha dinamitado la red.

Asunto que nos llama la atención: ni siquiera por morbo los programas de televisión mexicanos han dado espacio al triunfo de Conchita. Se le ha mencionado pero –parece que se ha decidido en altas esferas– no se ha puesto el tema sobre la mesa. Nos divierte imaginar lo que piensa el arzobispado azteca de semejante quimera. Seguro se trata de una postura diferente a la de buena parte de la Iglesia de Viena que, junto a famosos como Elton John, David Bowie y Julio Iglesias, le dieron su apoyo. Y es que, por favor, observe detalladamente la fotografía que nos ilustra.

No es difícil notar que Conchita ostenta muchos de los rasgos que más molestan al conservadurismo ignorante: el color de su piel, su tipo de inmigrante, la homosexualidad, el travestismo, el exhibicionismo y, claro, algo que no se ve pero se escucha en sus apariciones públicas: la inteligencia. Allí radica la bomba en que se convirtió el personaje de Thomas. Sin perderse en falsas profundidades, la Wurst da entrevistas diáfanas en las que señala el carácter lúdico de su hacer, así como lo que representa en términos de tolerancia y comunión entre personas diferentes. Este hecho fue el que poco a poco convirtió a la crítica, jurado, competidores y audiencia de Eurovisión en verdaderos admiradores de su trabajo.

Y es que sí, sabemos que personajes como Conchita Wurst siempre han existido y seguirán existiendo. De los muxes de Oaxaca a los hijras de India (sea por la razón que sea) los hombres vestidos de mujer y con ellos los gays, transgénero, transexuales, intersexuales, bisexuales, travestis, drags, lesbianas y demás variantes de la preferencia, forman parte de la realidad humana. Que se integren a la “normalidad” en que vive el resto es señal de tiempos mejores. Buen domingo. Buena semana. Buenos vestidos.