Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 1 de junio de 2014 Num: 1004

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La otra obra
de Carballido

Edgar Aguilar entrevista
con Héctor Herrera

El nombre de las piedras: memoria y diversidad
Esther Andradi

A la vista de todos: negación y complicidad
Ricardo Bada

Esquirlas trágicas de
la literatura alemana

Juan Manuel Roca

El murmullo del frío
Carlos Martín Briceño

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Columnas:
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Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
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La Jornada Semanal

 

La senda de Foucalt

Ricardo Guzmán Wolffer


Lectura de Foucault,
Miguel Morey,
Sexto Piso,
México, 2014.


Escritos sobre Foucault,
Miguel Morey,
Sexto Piso,
México, 2014.

La enorme obra de Michel Foucalt puede ser abordada de muchas formas. Morey plantea dos: escribir a partir de las lecturas de la obra, buscando que esa lectura generadora llegue a la mayor profundidad posible. De tal esfuerzo nace en 1983 Lectura, y más de treinta años después se toma no sólo la obra misma (en lo abarcado en el primer texto), sino también la forma en que esa creación de múltiples materias ha sido recibida por los usuarios de los conceptos de Foucalt. El esfuerzo del autor logra sus objetivos. Incluso para quienes no conocieran ningún aspecto de la obra de Foucalt, la temática y sus aproximaciones sin duda siguen funcionando y, por lo menos, llaman a la reflexión a partir de lo escrito por Morey, quien de su propio texto refiere: “En estas páginas no ha hablado más que un profesor de filosofía, que no dice lo que piensa sino que se pregunta qué es lo que hoy puede ser pensado. Y cómo.”

La complejidad de los temas y alcances de la obra de Foucault es conocida, más si se toman como punto de reflexión los libros de Morey, pues no sólo expone sino que también propone. Un mínimo ejemplo es retomar los siete puntos que Foucault estableció en El Anti Edipo.Introducción a la vida no fascista. Cada uno sería perfectamente aplicable a la política mexicana. Conceptos como “la paranoia unitaria y totalizante” se aplica a esos militantes o dirigentes que tiñen de prejuicios las acciones de la oposición, al menos en el discurso; “el vínculo del deseo con la realidad” es lo que posee la fuerza revolucionaria; “utilizad la práctica política como un intensificador del pensamiento y el análisis como un multiplicador de las formas y dominios de la intervención de la acción política”; “el grupo no debe ser el vínculo orgánico que une a individuos jerarquizados, sino un constante generador de desindividualización”; “no te enamores del poder” y otros. Uno vería esos siete puntos como un ideario político y antipartidista, pero, en general, El Anti Edipo... se desglosa a partir del psicoanálisis.

Otro tema que el texto expone es la experiencia literaria. ¿Cómo comprender lo leído si hay una distancia con su representación y hay subjetividad en su interiorización y, luego, en su exposición? “Hablar no es ver”, machacan el escritor y el filosofo para replantearnos la escritura, pero, sobre todo, la lectura. Se propone el peso del instrumento: “las palabras que decían la verdad, pertenecieron a los poetas: sus palabras daban a ver lo que nadie jamás había visto”. En un discurso tan fluido como complejo, el análisis de este “hablar” termina por ser sólo eso, ni ver ni hablar. Morey pasa a la experiencia fotográfica para explicar un paralelismo entre la palabra y el instante congelado de la fotografía, como una creación en sí misma (nadie logra captar ese momento fijo, el ojo no tiene esa función): lo que lleva al arte cinematográfico para establecer “otra forma de lo nunca visto”: “Probablemente, el pensamiento sea el habitante nómada de esa distancia que separa hablar y ver.”

En estos tiempos, cuando la opinión pública gusta de conocer a los “probables responsables” como delincuentes y a los famosos (políticos o artistas) que también terminan por llegar a la prisión, el análisis de Foucault sobre la historia y la eficacia de la celda son tan vigentes como en la fecha de su aparición. Si la eficacia del encarcelamiento como representación en el imaginario colectivo puede sustentarse por la publicidad lograda en filmes y novelas, en su mayoría gringas, su aproximación a partir de “la economía del poder” no es menos eficaz. En México, más que encerrar a los ladrones, nos bastaría que devolvieran lo robado y se fueran a otro país. ¿Por qué pagarles la estancia carcelaria por unos cuantos años o meses si no recibiremos de vuelta el dinero saqueado desde los cargos políticos o privados? Al observador le quedará claro que la causa penal de la exlíder sindical apenas es por unas cuentas y apenas por unos años, ¿y el resto de la millonada extraviada? La prisión ha sido señalada como ineficaz casi desde su instauración en el siglo XIX, pero Morey desglosa la claridad de Foucault para explicar su reiteración en los sistemas donde está el “modelo de ejercicio de los sistemas de dominación burguesa”. Y conste que no habla de la impunidad en tal ineficacia.

Dos libros notables para replantearnos a un filósofo, a un escrutador de su obra y muchos temas de actualidad y de importancia.


Escribir para encontrar

Jorge Alberto Gudiño Hernández


Limbo,
Agustín Fernández Mallo,
Alfaguara,
España, 2013.

Son muchos los casos de escritores que, una vez encontrada una fórmula exitosa, se apegan a ella para sus siguientes trabajos. Esto resulta por demás comprensible: ya se conoce el camino que se debe seguir para continuar sumando éxitos a su carrera literaria. Hay, incluso, quien lo justifica hablando de un asunto que parece irrefutable: el estilo. Así, no es que los escritores no se reinventen sino que han encontrado un estilo propio y, en consecuencia, le son fieles al mismo.

Esto no sucede con Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967). Al menos no del todo. Su trilogía Proyecto Nocilla le cosechó reconocimientos por doquier. En ella utilizaba una forma particular de narrar. Más que eso, una forma diferente de encadenar historias que parecían disímiles por completo. Intercalaba relatos que no siempre se relacionaban con los otros pero que le conferían un gran ritmo a la lectura al tiempo en que generaban angustia en el lector. A decir verdad, su proyecto funcionaba al tiempo en que proveía a la novela de un respiro sobre las técnicas experimentales ocupadas en innovar antes de contar.

Con Limbo, Fernández Mallo ha decidido separarse del proyecto que lo llevara a la fama. Al menos, es lo que parece durante la lectura. Un capítulo 0 hará que el lector recuerde al científico que está detrás de la pluma. No por nada cuenta una breve biografía de Heisenberg, uno de los físicos más importantes de todos los tiempos. Pero esas cuartillas iniciales son sólo un pretexto para adentrarse en lo que verdaderamente le interesa: el Limbo.

No nos confundamos: no habla de ese lugar que ha desaparecido la Iglesia. No. Es, por el contrario, el espacio existente entre el principio y el fin; aquello que no le interesa a la mecánica cuántica.

La historia se divide en varias partes. La primera y más extensa es una novela de viaje. Ella conduce, él lee. La motivación es la búsqueda del “Sonido del fin”, algo tan abstracto como inexistente. Mientras la relación se desbarranca, ella recuerda el tiempo en que estuvo secuestrada. La segunda parte habla de los experimentos de un par de músicos encerrados en un castillo en Francia. Graban sonidos cotidianos para hacer una música que podría salirse de todo parámetro. La última parte se asemeja a Proyecto Nocilla en tanto da cuenta de historias separadas: son recortes de periódico donde se reportan hechos que, tangencialmente, tocan las historias previas.

Fernández Mallo confiesa que escribe de forma compulsiva, sin saber a cabalidad hacia dónde se dirige. Tal vez eso es lo que vuelve tan atractiva su literatura: sabe de dónde parte (busca responder al planteamiento de Heisenberg) pero ignora a dónde llegará. Así, su búsqueda se vuelve la de todos los lectores, seducidos por ese caudal de pequeñas historias que se van acumulando en una mucho mayor. A veces, prescindir de la fórmula e intentar nuevas formas de narrar es un acto de sinceridad mayor al de conservar un estilo propio a como dé lugar. A fin de cuentas, de éste nunca se puede prescindir.


Ana y otras malportadas

Joaquín Guillén Márquez


Malcriadas miniatura,
Tania Plata,
Nitro/Press,
México, 2013.

Dos cosas pasaron por mi mente mientras leía Malcriadas miniatura, de Tania Plata (Ciudad de México, 1983): la inquietante forma en que los personajes de sus cuentos se comportan, y la facilidad con la que el lector descubre la repetición en las estructuras. Una es buena, la otra es un error fatal.

El libro está compuesto por doce cuentos que parten de la misma premisa: protagonistas femeninas, adolescentes, que se enfrentan a un aspecto de su vida. Los relatos son apenas un vistazo a la vida de estos personajes, cuyos problemas se refieren a la transición de una etapa en la que ya no podrán comportarse como adolescentes. Sobra decir que no existen tramas e historias malas (recordemos que Ulises es la historia de una persona que recorre Dublín a lo largo de un día): es el tratamiento en donde hay fallas. Sin embargo, Plata tiene una virtud al ver historias en donde otros verían berrinches. El problema radica en que no explota esas situaciones: los personajes son cínicos. No existe un conflicto en ellos que los haga dudar de sí mismos, ni de la manera en la que llevan su vida. Por eso el título del libro es tan correcto: ofrece lo que nos venden, Malcriadas miniatura.

Sobresale un cuento. Dentro de esta estructura ya conocida del personaje femenino enfrentándose al crecimiento, Plata presenta en “El día libre de Ana” una pequeña predicción para el resto de sus personajes. Aquí no nos encontramos al tipo ordinario de protagonistas en el libro, sino a una mujer mayor que se casó con Pablo, uno de sus profesores de la universidad. La vida que ellos llevaban estaba marcada porque a él le gustaba vestir a su esposa con ropa de niña. La perversión del hombre, paralítico después de un accidente años después de que se conocieron, pone en contraste a la narradora: una cougar. Un espejo entre los dos personajes del cuento, la persona madura con un fetiche por chicas jóvenes, y la mujer mayor que tiene aventuras sexuales con los más jóvenes: “Anoche mientras me revolcaba con un chico de veinte, brindé por tu perversidad. No sé por qué tratabas de mantener esa ilusión conmigo […] No te voy a mentir, me encantaba ser parte de tus fantasías sucias, en algo se parecían a las mías. Me gustaba verme como colegiala, que mi cabello largo y negro, sujetado por dos moñitos, cubriera mis senos y ver tu cara y tu piel estremecer cuando ponía cara de niña buena mientras jugueteaba con la orilla de mi falda. ¿Lo recuerdas?” La narradora sigue hablando: confiesa que es infeliz, que es infiel, que sabía lo dañina que era su relación. Habla a una persona que, como el lector, no puede contestar. Muy en el fondo le reclama que ella se volvió él y que justo ese día, el día libre de Ana (la empleada doméstica que ayuda en el cuidado de Pablo), ella despierta cruda sólo para cuidarlo.

Por desgracia, “El día libre de Ana” es la excepción en un libro que tiene una premisa interesante: la descomposición interna conforme las personas crecen. La pregunta queda en el aire: ¿todos somos malcriados desde que nacimos? O ¿eso lo determina sólo nuestro nivel socioeconómico? Es difícil no leer Malcriadas miniatura como una crítica a las clases sociales con mejor posición económica (no hay un sólo indicio de que alguno de los personajes sufra de falta de comida, por ejemplo). Tania Plata atina al no repetir tipos de narrador en cuentos donde lo narrado es prácticamente idéntico. El libro es juvenil e irreverente, a la vez que monótono: aciertos de la inventiva de la autora; fallas en la ejecución de la técnica.



Falsa liebre,
Fernanda Melchor,
Almadía,
México, 2013.

Periodista de formación y oficio, la veracruzana Melchor es asimismo narradora, y de las consistentes: ha publicado relatos en diversos medios impresos, ganó algo llamado virtuality literario hace siete años –es decir, cuando ella tenía veinticinco de edad–, y obra suya ha sido antologada, por ejemplo, en la Breve colección de relato porno editada en 2011. Amén de todo lo cual, y como ampliando naturalmente los horizontes de su voz narrativa, en esta que es su primera novela pone de manifiesto una evidente capacidad fabuladora pero, sobre todo, una vocación de estilo que sabe ponerse al servicio de aquello que se cuenta –y no al revés, como sucede con buen número de narradores contemporáneos, aparentemente más preocupados por sonar bonito que por contar bien y, lo peor, incapaces de distinguir la diferencia. En este caso, la suerte infame de un grupo de personajes a contracorriente de cierta tendencia temática muy actual: en lugar de ir en busca de sí mismos, Andrik, Zahir, Vinicio y Pachi, los personajes, más bien parecen estar escapando de quienes han sido.



La sombra de la sombra,
Honorio Robledo,
Instituto Veracruzano de Cultura/Gobierno del estado de Veracruz/Conaculta,
México, 2014.

Con ilustraciones de Efrén Maldonado, este libro de gran formato escrito por el también caricaturista Robledo cuenta la historia de Paqui Totopo, pero no sólo de él, sino de un personaje que el lector, muy probablemente menor de edad, pero no sólo eso, sino que lleve más bien poco tiempo de haber aprendido a leer, pero no sólo ese lector, sino cualquier otro aunque lleve más bien mucho tiempo de haber aprendido a leer... un personaje, pues, que ese lector que es muchos lectores descubrirá, como al propio Paqui Totopo le sucede descubrir en este cuento en el que mucho cuenta la imagen, salida del trazo juguetón de Maldonado, pero no sólo de eso, sino de las palabras de Robledo, que se ve que sabe dibujar personajes, pero no sólo eso, sino también escribir acerca de ellos... y no sólo eso, sino hacerlos tan entrañables como es Paqui Totopo, pero no sólo él, sino el otro personaje que siempre pero siempre lo acompaña.



Los oídos del ángel,
Tomás Segovia,
Ediciones Sin Nombre/UNAM-Dirección de Literatura,
México, 2013.

Conocido y reconocido que siempre fue Tomás Segovia en su calidad de poeta, Lugarcomún tiene razón cuando afirma que la faceta narrativa del fallecido hace poco menos de tres años ha quedado atrás, a la sombra, muy mal conocida y, en consecuencia, insuficientemente valorada. Empero, quien ha tenido la fortuna de leer, entre otros, el libro de relatos Personajes mirando a una nube, no puede sino tener la certeza de que Segovia no era solamente un poeta y ensayista de primera línea, sino un narrador ídem. Aquí está el presente volumen confirmando lo anterior, lo mismo para los ojos de quienes tuvieron noticia previa del también novelista, como para los de quienes por primera vez se acercan a un Tomás Segovia intonso, por decirlo así. Publicada de manera póstuma, esta novela fue entregada por el autor a la editorial poco antes de su partida de este mundo, y puede considerarse el complemento de un díptico conformado también por Cartas a un jubilado.




Ternura,
Ileana Garma,
Extraños de ánimo,
Alejandro Stilman,
UNAM-Dirección de Literatura,
México, 2013.

He aquí a los ganadores del certamen Caza de Letras, uno más de los ya innumerables premios literarios a los que se convoca en nuestro país. El primero de los títulos corresponde al género de poesía y el segundo al de cuento. Garma, la autora del poemario premiado, es una yucateca nacida en 1985; Stilman, firmante del cuentario que ganó, es un bonaerense nacido en 1954. A ambos los distingue –si se atiene uno sólo a la respectiva noticia que de ellos se da en los volúmenes– el hecho de haber obtenido previamente una buena cantidad de premios. Lo que llama la atención es una postura tan premiocrática: de los autores pareciera más importante decir qué han ganado y no qué han escrito. Lástima que la unam esté compartiendo esa idea según la cual quien no concursa y no gana no sólo no vale sino que quizá no existe. Flaco favor a este par de libros, por cierto bastante buenos, con o sin premio de por medio.