Opinión
Ver día anteriorLunes 2 de junio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El futuro, actualmente
Y

ahora qué habrán hecho los hermanos rarámuri en la sierra Tarahumara que ahí les va la cargada de la Cruzada Contra el Hambre en su relanzamiento estelar. El anterior fue en Las Margaritas, Chiapas, hace año y medio, y ya ven en lo que acabó. O en lo que va, mejor dicho. Lo de menos es que traten de resucitar a una funcionaria que sigue ahí por mera respiración asistida; sin tanque se hunde. Ni porque relancen el más cojo, paliativo y migajiento de todo el montón de planes, proyectos y programas sucesivos a lo largo de ya cuántos sexenios, y cada vez más pichicatos.

Curioso país tenemos. En recesión, pero no. Crece, pero se desvanece ante nuestros ojos. Lo entregaron a otros, pero no, o más bien sí, pero es por nuestro bien, vamos a tener más chambas chatarra y mejor acceso a los enervantes legales del entretenimiento ilimitado. Hemos hecho de México un cementerio de centroamericanos en tránsito con tal de que los nuestros vayan mano a la hora de migrar, hora que no cesa y que en la línea se pone bien letal. Fuimos venturosamente elegidos por la mineras, y sobre todo por sus accionistas e inversionistas, muchos de ellos retirados de la tercera edad (que ya ven que ahora tiende a durar un chingo en el primer mundo). Ellos apuestan en los casinos globales de Wall Street, la City, las torres de Vancouver, las bóvedas de Madrid, los flamantes rascacielos chinos, los capitales de Moscú, el país de las maravillas de Dubai: “Inviertan en las minas en México. First choice. El turmoil en curso no afecta, incluso abarata la operación”.

¿Los defensores de San Luis Potosí? Plis, no hay qué hacerles ni caso. Y si en unos años resultan envenenados unos niños de escuela por derrames de cianuro y plomo de la jugosa mina de oro de San Xavier, será accidente. Desbordó la mierda la pileta, sorry, brindaremos puntual atención a los afectados. ¿Plomo? ¿Sabe el lector qué significa tener plomo en la sangre? Nunca sale. No es alegoría, ¿lo será para todo lo demás: las 11 presas hidroeléctricas que se ciernen sobre el río Usumacinta, la privatización de Montes Azules, las minas famosas de Wirikuta y las invisibles, ignoradas, a veces ilegales, en buena parte de los estados; en los del sur, el extractivismo divide comunidades, corrompe la producción y el mercado local, destruye suelos, ríos, lagunas, solidaridades, cuerpos sociales definidos y honorables.

Deja tú las minas. Las eólicas, tan verde-limpias para los inversionistas del primer mundo (esto es como Blade Runner), aunque devasten las vastedades del istmo de Tehuantepec. Los ikoot y bini’ sá, que se aclimaten. Pérense, ya viene otra ronda de la cruzada de los Sin Hambre. Tras que lleva rato esa titulación de predios y solares que aceita la privatización del territorio ejidal, comunal, distrital y tribal. ¿Dijeron la Mixteca? ¿Poblana, oaxaqueña, guerrerense? ¿O fue una de las Huastecas? Ay, quién se fija; como si la devastación, perdón, el aprovechamiento, no fuera igual.

Del petróleo mejor ni hablamos para no morirnos de la vergüenza. Algo habremos hecho que nos han castigado con los más infames Congresos de la Unión, los hemos padecido largo tiempo, carniceros de la ley a buen sueldo, sepultureros de la Revolución cuyos frutos (aún interrumpidos, incompletos, institucionalizados) son lo mejor que el pueblo de México ha tenido. A qué le llaman nostalgia. ¿De dónde sacaron que podemos confiar en esos senadores y diputados igualados por el sastre, cabildeados, sensibilizados por el oro de Chevron, Halliburton y Monsanto? Para colmo sus legislaturas se religen, se profesionalizan, se heredan y eternizan. Antes siquiera las repartían.

Y aquí nosotros, nomás contando. Si no entras en el negocio quedas librado a las leyes del libre fracaso, que se materializa en migrantes, criminales, mendigos, adictos, esclavos, paramilitares. Una ruta de genocidio por goteo en la que el Estado es responsable de primera mano.

Pregunten a los jóvenes profesionistas o no, bilingües o no, varones o no, urbanos o no, qué tan fácil está encontrar empleo, ya no digamos un trabajo digno, mucho menos una actividad apasionante, y remunerada con justicia. Hoy que las escuelas se destruyen por fuera y por dentro y hay que rescatarlas de sus redentores.

A la vez, en medio de la devastación, la sequía, la contaminación, la violencia y la reconversión productiva (de agricultor a mozo de cuerda), les mienten a los jóvenes: todo está bien, vamos para arriba. Una de dos, o los van a hacer desconfiados y ojalá desobedientes, o se enseñarán a mentir como los políticos y los jocundos empresarios, que si al menos se guardaran su lástima, su desvaída culpa matizada con exhibiciones condescendientes (como con los basquetbolistas triquis). ¡Mira, sabe escribir, sabe cantar, sabe actuar, sabe pensar! Nomás que no salga con que se quiere gobernar.

¿La mano de qué intereses remueve el racismo en un país disminuido donde el futuro ya no es lo que era?