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La España de Podemos y la izquierda política
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Luis Alegre y Pablo Iglesias, integrantes de la formación política Podemos, al término de una conferencia de prensa en la capital española el jueves pasadoFoto Reuters
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na alternativa de izquierdas, democrática y anticapitalista no puede levantarse bajo la sospecha de haber recurrido al engaño para sumar votos espurios. Tampoco puede ser un producto publicitario, cual mercancía para el consumo. Ni afincarse en una indefinición ideológica. El envase puede ser atractivo, captar la atención y obtener una cuota del mercado electoral. El votante entusiasmado lo compra y a la hora del consumirlo ve que lo publicitado no coincide con su contenido. Y como el consumidor es soberano y quiere ser complacido, lo rechaza y considera publicidad engañosa. Esa es la cuestión.

Las elecciones al Parlamento Europeo en España han traído una sorpresa. Nada hacía prever el éxito electoral de un partido político nacido en la siniestra, capaz de cuestionar la hegemonía de Izquierda Unida. Podemos, así se llama la formación, emerge en el tablero político, como sus dirigentes señalan, gracias a una excelente campaña de marketing. No hay que infravalorarlos, pero tampoco sobreestimarlos.

El resto del panorama sigue el guión previsto. Caída estrepitosa de los partidos hegemónicos y mayoritarios, sacudidos por los escándalos de corrupción y descrédito, articuladores del mal llamado bipartidismo imperfecto. Destacan la subida UPyD, Izquierda Unida y Partido de la Ciudadanía. También estrenan escaños Esquerra Republicana de Cataluña, Primavera Europea y los Pueblos Deciden. El PNV y CyU se presentaron junto a otros partidos regionalistas y nacionalistas en la candidatura Mas Europa obteniendo tres diputados. Y persisten los altos índices de abstención. Para las dos últimas elecciones al Parlamento Europeo los datos oficiales son los siguientes: en 2009 votaron 15 millones 935 mil 147 personas, con un censo electoral de 35 millones 510 mil 837; y en 2014 lo hicieron 15 millones 920 mil 815 –¡14 mil 332 ciudadanos menos!– con un censo de 36 millones 546 mil 270. Por consiguiente, ninguna de las 39 opciones lograron bajar la abstención, situada en 55 por ciento. A tenor de las cifras, el proceso despolitizador y desideologizado neoliberal goza de buena salud.

Pasemos al análisis de Podemos. No se puede argumentar que su electorado tenga un solo origen. No proviene exclusivamente de un voto de castigo afincado en la izquierda política, social y cultural, cansada de sus partidos. Ello haría de Podemos algo efímero, producto de una crisis que una vez superada desaparece. Tampoco es bueno identificarlos con el sufragio apartidista de ciudadanos abrumados por tanta corrupción, excesos y mil y una fechorías que salpican a la familia real, jueces, diputados, legisladores, alcaldes, concejales o presidentes de comunidades autonómicas. Sin duda captó su apoyo y también de la gente que exige transparencia, trabajo, control bancario y frenar los desahucios. Ni todos los nuevos votantes, jóvenes mayores de 18 años, se decantaron por Podemos. De ser así, los partidos que han subido su votación y enarbolan un discurso similar desde la izquierda, el centroderecha UPyD y los ecologistas-verdes, no hubiesen mejorado sus resultados. El voto de Podemos no se sitúa en la izquierda sociológica española, recorre transversalmente toda la estructura social y los nichos políticos.

La explicación para tal circunstancia se encuentra en el hartazgo que impregna la vida cotidiana en España. Podemos refleja un estado de ánimo y eso lo hace diferente. Su máxima: Sacar al poder a la casta política. Eslogan que vende. Para ello han construido lo que en publicidad se denomina storytelling: relato para y de la sociedad del espectáculo. Una historia que seduce, convence y ayuda a tomar decisiones. El domingo, en la Plaza del Sol, tras los resultados, se movilizaron bajo el eslogan: ¡¡Que sí, que sí, que sí nos representan!!

Podemos, según sus dirigentes, es la historia de la voz de los sin voz, los indignados, la juventud, los desahuciados, parados, pensionistas, las mareas, los migrantes y mujeres y marginados. Se sienten hijos del 15M. Su programa se inspira en los grandes tópicos que transversalmente comparten con progresistas, socialdemócratas, izquierda anticapitalista, libertaria, autogestionaria, y una derecha republicana. Defensores de la justicia social y la democracia participativa no se atan a nada ni a nadie. Reivindican su bisoñez política y subrayan que sólo tiene cuatro meses de vida y ya han causado un terremoto político. En dos años, se jactan, serán multitud, poder y gobierno. Entre sus virtudes les gusta enfatizar que no tienen sede, que se reúnen en plazas y casas de amigos y se comunican por Internet. Se definen como profesores universitarios, parados, camareros, científicos, abogados, maestros, emprendedores, desempleados, hombres y mujeres nacidos bajo una crisis que les obliga a comprometerse políticamente con el país, aunque hubiesen querido seguir en sus respectivos quehaceres. Si me lo piden me presento, apostilló su líder antes de ser candidato.

Tras el éxito obtenido, sacan pecho y denuncian que no hace falta recurrir a gastos millonarios para realizar buenas campañas de marketing político. Ellos se financiaron gracias al crowdfunding. Su presupuesto no superó 200 mil euros. La inteligencia e imaginación hicieron el resto. Se multiplicaron en las redes utilizando Facebook y Twitter, y aprovechando el tirón mediático de su líder, Pablo Iglesias, cuya imagen aparece en la papeleta de voto y es tertuliano televisivo en canales del grupo Vocento, Atresmedia, Mediaset y Público Digital, entre otros. Para curarse en salud, el hoy eurodiputado y líder se defiende: Utilizo al enemigo y lo derroto en su campo, y no practico el culto a la personalidad.

Podemos comienza su relato con la llamada operación coleta, un acuerdo entre la dirección de Izquierda Anticapitalista, y los patrocinadores de Podemos, un grupo de profesores de ciencia política, decididos a tomar el cielo por asalto, encabezados por Pablo Iglesias. Logrado el objetivo y ratificado como número uno, convocan a primarias abiertas para establecer el lugar que corresponde al resto de candidatos, bajo el efecto cremallera, una mujer y un hombre. En dicho proceso, subrayan, pudo votar, vía SMS, cualquiera persona ajena a Podemos, sólo debía proporcionar su número de identidad. Según el recuento, se acercaron los SMS y sufragios directos a 40 mil participantes.

Se muestran y consideran libres de polvo y paja. No han roto un plato. Y cuando se les pregunta responden que sí tienen experiencia política, pero como técnicos, asesores profesionales, no militantes, de gobiernos extranjeros y partidos políticos del Estado español. La historia convenció al votante medio. Han obtenido un millón 244 mil 687 votos y cinco eurodiputados. Su estrategia: ser un partido atrápalo todo. Su votante, afirma la número dos de lista –Teresa Rodríguez–, no responde a una minoría hiperideologizada. Recoge el sentido común de la calle. Busca estar por encima de las ideologías, no tiene anclaje.

La derecha ataca: Podemos miente. Desde Felipe González hasta los asesores del PP y del PSOE y UPyD, pasando por los tertulianos de la derecha, se unen para adjetivarlos como hijos del chavismo y el socialismo del siglo XXI. Lobos con piel de cordero. De esta manera logran introducir una cuña y cuestionar el círculo de pureza que reclama Podemos. Ya no controlan el tiempo del debate. Deben responder a las acusaciones. Pablo Iglesias responde: Felipe González es una caricatura de sí mismo y pone en circulación su currículum académico, como si disputase una cátedra.

Podemos deberá reinventarse en su acción política institucional. Por ahora está sólo en Bruselas y las siguientes elecciones, dentro de un año, las municipales, se desarrollan bajo la ley electoral D’Hondt y la circunscripción provincial. En este contexto, Podemos deberá plantearse su estrategia de forma diferente. Quienes votan por Izquierda Unida saben lo que votan. Conocen su pasado, sus contradicciones, sus vergüenzas, corruptelas y errores. No acuden engañados. La fuerza de Podemos radica en el millón 244 mil 687 votos obtenidos en circunscripción única, que no se pueden trasladar mecánicamente al escenario interno, donde no tienen representación institucional en ayuntamientos, comunidades autónomas y cortes generales.

Dentro de un año Podemos deberá ratificar su capacidad de convocatoria y de organización, y sostener su historia, hoy solventada gracias a los militantes de izquierda anticapitalista, desaparecida en combate. Mientras ello sucede algunos escenarios posibles son: 1) IU y Podemos se plantean en el mediano plazo una constituyente para dar nacimiento a un gran partido republicano, socialista y anticapitalista, en el que se expresen todas las tradiciones democráticas de la izquierda española; 2) Podemos se enroca y decide seguir su camino a costa de IU, convertirse en el referente, ser marginal o desaparecer en el medio plazo; 3) IU abre un proceso de negociaciones en el que reconoce a Podemos y se plantea un acuerdo de mínimos para concurrir juntos en las próximas elecciones municipales y generales, manteniendo cada uno su autonomía.

Por último, Podemos deberá hacer frente a dos problemas: 1) no es inmune al oportunismo, el personalismo o la corrupción. Estas enfermedades le acechan, como a todos; 2) los ataques de la derecha, la socialdemocracia y sus aliados nacionalistas que buscarán sacarle los colores, desgastar su potencial y cerrar espacios televisivos de tertulias donde su líder anidaba y obtenía su fuerza mediática. ¿Será oro todo lo que reluce?