Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 8 de junio de 2014 Num: 1005

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La tetralogía de
Eraclio Zepeda

Marco Antonio Campos

El último hombre,
de Mary Shelley

Luis Chumacero

Lo bien hecho...
Ricardo Yáñez

Inconformidad
y escritura

Luis Rafael Sánchez

El eructo de
los ruiseñores

Mario Roberto Morales

Saul Steinberg: exilio
desde la Novena Avenida

Leandro Arellano

La vida de Gerardo Deniz
José María Espinasa

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
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La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
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Las Rayas de la Cebra
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Miguel Ángel Quemain
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Conferencia sobre la lluvia,
merodeo de la palabra

Conferencia sobre la lluvia, de Juan Villoro, dirigido por Sandra Félix, con la actuación de Diego Jáuregui, es una indagación sobre las capacidades de asociación de un escritor que acepta la oferta creadora y aparentemente caótica de un monólogo sin un destinatario aparente o bajo el cómodo silencio de un interlocutor que sólo podrá articular un aplauso una vez concluidos los ochenta minutos de la representación o un retirarse felino, silencioso, con la palabra iluminadora de este soliloquio.

Lejano del monologuismo de la novela identificado con el fluir de la conciencia, Conferencia sobre la lluvia también está lejana de ese monólogo artificioso y anticuado que obliga al actor a impostar una serie de discursos que difícilmente podrían decirse en voz alta y a solas.

La experiencia literaria de Villoro le permite colocar lo filosófico (en aforismos impecables), lo poético (verdaderos hallazgos de síntesis, comparativos, cargados de analogías) y lo prosaico (el equívoco, la autocorrección, la divagación) en tránsitos que por un momento podemos identificar con lo narrativo al modo de exploraciones tan paradigmáticas como Las cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, que es una de las tentaciones exploratorias permanentes en el teatro español por su capacidad de contar una historia y expresar un paisaje emocional, como sucede también en esa carta extraordinaria de Yourcenar, Alexis o el tratado del inútil combate.

Villoro explora el soliloquio de un modo contemporáneo, no el hamletiano que delibera francamente colocado en el corazón mismo de la filosofía y el psiquismo, sino ese otro que es flujo de conciencia, tan teatral y posible como un asomarse indiscreto a una ventana vecina o colocar la oreja intrusa sobre la pared y escuchar la soledad ruidosa del otro (los ancianos que le hablan a su mascota), acompañada de la palabra y la emoción, y que cuenta con un interlocutor que también puede estar inanimado.

Sandra Félix enfrenta todo esto con creatividad e inteligencia, apoyada en un actor con un amplio registro, con un dominio del gesto, del cuerpo, y de gran empatía con el texto. En la presentación misma Villoro acota que “no es fácil encontrar a un actor que haya pasado su vida entre libros. El excepcional Diego Jáuregui fue bibliotecario y entiende las obras impresas como personajes (…) Un bibliotecario entra a escena. Ha ordenado libros y los libros han desordenado su vida. ¿Hasta dónde depende de sí mismo y hasta dónde de lo que ha leído?”

El trabajo de conjunto le da a la obra una solvencia estructural, donde la iluminación ofrece temperaturas emocionales y la atmósfera marca el transcurso del tiempo, ese afuera que es un mundo real que carece de costuras: nadie toca a la puerta, nadie llama por teléfono para hacer una encuesta o simplemente para saludar.

Se ha optado por un registro casi realista con la sobriedad del atuendo estilo Condesa-Coyoacán, signado por la pana, el cachemir y los zapatos de gamuza para caracterizar/estereotipar un personaje intelectual que haga creíble un texto nada convencional sobre un tema que se desliza como agua entre los dedos: la lluvia.

Villoro no propone un vestuario para el personaje pero sí lo describe “enjuto” (¿como todos los escritores que dan conferencias?), aunque contamos con escritores atléticos y karatekas como Leonardo Dajandra. Es un aspecto complejo, porque parece que gran parte de nuestra comunicación se organiza a partir de supuestos básicos.

Conferencia sobre la lluvia se estrenó y tiene su origen en la Biblioteca de México. Ahí Sandra Félix ha acercado el teatro a los lectores. Tal vez la propuesta de dirigir la volvió prudente y no quiso alterar una obra cuya redondez impone, por su fuerza poética y un transcurrir acumulativo que permite encontrarse permanentemente con elementos textuales que se desarrollan a lo largo del texto.

Sin embargo, creo que hacen falta pausas, irrupciones, tareas escénicas que permitan hacer sentir esta bella pieza como parte del organismo que la enuncia. Ese es el poder y el impacto del soliloquio. La distancia entre el actor y el texto no existe. El texto mismo es la acción y el cuerpo se convierte en un cuerpo textual.

Un bordado fino que con todo y su teatralidad es también una pieza de gran altura poética, comprometida con un lenguaje de gran impacto y belleza que, en el teatro, impide regresar la página. Una obra también para leerse en una tarde de lluvia.