Opinión
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Inflación y crecimiento
E

n la clase de retórica, el profesor Juan de Mairena hizo que uno de sus alumnos pasara al pizarrón y escribiera lo siguiente: Lo que acontece consuetudinariamente en la rúa. Tras haberlo hecho, le indicó que ahora lo expresara de manera poética. Luego de pensar un poco, el alumno escribió: Lo que pasa en la calle. Muy bien, dijo Mairena.

La Junta de Gobierno del Banco de México habría pasado, aunque no necesariamente, con una nota destacada la prueba del profesor Mairena. En su anuncio de política monetaria del pasado 6 de junio dice sin ambages, aunque sí de forma rebuscada, que el “débil desempeño de la economía en el primer trimestre sugiere una recuperación más moderada que la que se había previsto para el segundo trimestre. De ahí que se anticipe… que en el horizonte en que opera la política monetaria prevalecerá un mayor grado de holgura en la economía al previsto en meses pasados”.

El banco central tiene su lenguaje, entre técnico y oscuro como suele pasar con los médicos, pero no puede eludir lo que pasa en la calle (que no en la rúa). Y lo que pasa, dicho a la Mairena, es que no hay suficiente demanda. Las familias gastan poco en consumo y las empresas poco en inversión. El gasto del gobierno, aunque haya aumentado respecto de la fuerte caída del año pasado, no es suficiente para jalar (o empujar) la producción y el empleo.

Cualquiera sabe que cuando la demanda mengua, los precios de las mercancías y de los servicios tienden a bajar (dejando al poder monopólico de lado por ahora, aunque no es asunto menor, por supuesto). Así que el gasto interno está muy detenido y las exportaciones no compensan esta situación, como apunta el propio banco central. El resultado, inevitable, es que la economía crece muy poco.

Lo que propone la junta de la calle 5 de Mayo es reducir el objetivo de las tasas de interés a lo que se prestan los bancos comerciales entre sí para abaratar el precio del crédito. Esta es, de alguna manera, una acción menos contundente, pero en principio de igual signo a la política de expansión monetaria seguida por la Reserva Federa para contener la crisis financiera de 2008. Ésta apenas se ha empezado a revertir, es decir, interviene en menor cuantía para poner dinero en la economía y seguir evitando la recesión y acompañar el aumento de la demanda.

Lo mismo ha empezado a hacer ahora el Banco Central Europeo, que se había resistido durante los pasados seis años a aflojar su postura de contención y ha inyectado liquidez (o sea, dinero) en la economía. Ahora, ante las evidencias de que la recuperación no se da de modo firme y de que incluso hay una tendencia a la deflación o la reducción de la tasa de crecimiento de los precios, se ha hecho inevitable soltar las riendas.

En el diagnóstico del Banco de México hay un reconocimiento abierto de que la producción no responde a las medidas impuestas por el gobierno en materia financiera, fiscal y laboral. Y aunque señala que el aumento de los impuestos no tuvo efectos de segundo orden sobre el proceso de determinación de los precios en la economía (aquí entra un suspiro quejoso de Mairena) y que, por tanto, las expectativas de inflación de mediano y largo plazos se han mantenido estables y las correspondientes a 2014 han disminuido, por ello se considera que el balance de riesgos asociado con la inflación ha presentado una mejoría.

Puede decirse, entonces, que Hacienda está haciendo el trabajo de contener la inflación, pues ésta se ajusta al apocado estado de la demanda interna. Ahora el banco central responde para ayudar a Hacienda presionando a la baja las tasas de interés, para ver si así gastan más las familias y las empresas. Eso, siempre y cuando los bancos bajen el costo del crédito.

Los bancos comerciales ya han fijado su postura de alguna manera y se refieren a la incertidumbre que provoca esta forma de gestión de las expectativas de inflación por el banco central. Éste afirma recurrentemente que su objetivo –casi único– es el control de la inflación. Esta es baja por ahora, por la carencia de demanda; se trata de esa holgura a la que se refiere en anuncio de política monetaria y ahora lo que se trata es de apoyar el resurgimiento de la demanda.

Una pregunta que debe rondar los pasillos del Banco de México es qué pasará cuando tal holgura se elimine, si acaso la demanda interna responde de modo vigoroso a las medidas de la política pública, incluidas todas las reformas que se han encaminado en los meses recientes. Entonces, sí que tendrán más chamba los responsables de la estabilidad del peso y, en general, las condiciones financieras del país.

Las reformas tienen siempre, por su misma naturaleza, un horizonte de largo plazo, pero no debe perderse de vista que para llegar a tal situación hay que pasar de modo constante por el día a día y los acomodos que así se van gestando no garantizan el resultado originalmente esperado. Entre las medidas monetarias y de gasto público que ya son expansivas y el financiamiento de las elecciones de 2015, el impulso de la demanda interna puede tener un impacto político adicional que provoque más inestabilidad que comprometa las perspectivas de largo plazo, tanto del crecimiento de la economía como de los precios.