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Es la culminación de ese anhelo de felicidad, afirma la española Silvia C. Carpallo

El orgasmo femenino, de elemento desconocido pasó a ser dios venerado

Se ha vuelto la medida del placer tanto de la mujer, como del hombre; si no llega, se crean frustraciones en la pareja: ella traduce todo el placer del encuentro, sólo en ese momento, y él siente que no la ha satisfecho, explica

La joven sexóloga y periodista explora el tema en su primera novela

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A falta de educación sexual, la curiosidad nos lleva a buscar en los recursos disponibles, a veces Internet, y, concretamente, en la pornografía; el problema radica en que no se entiende como un elemento de ficción, o de juego, sino que muchas veces suple esa educación, generando ideas preconcebidas muy poco realistas, señala Silvia C. CarpalloFoto Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 11 de junio de 2014, p. 7

Madrid, 10 de junio.

El sexo es exploración y placer, felicidad. Y uno de los catalizadores –o el catalizador definitivo– de la culminación de ese anhelo de felicidad y alborozo es el orgasmo femenino, un acto o reflejo que ha pasado de estar oculto tras el velo del pudor y la moral social a convertirse en un dios venerado. Así lo cree Silvia C. Carpallo, joven periodista, escritora y sexóloga española que se sumergió en el tema mediante los cincos personajes que dan vida a su primera novela, El orgasmo de mi vida (Entreparéntesis).

En entrevista con La Jornada, Carpallo explicó que la saturación de información sobre sexualidad o, incluso, la invasión de la pornografía no supone, ni mucho menos, un mejor conocimiento de la sexualidad y del propio cuerpo humano.

–¿Cómo es que se decide a escribir novelas de ficción?

–En realidad siempre quise escribir ficción, y creo que en cierta medida, lo que he hecho hasta ahora eran pasos que me acercaban hasta esa meta. Estudié periodismo porque creía que me ayudaría a escribir, pero resultó que también me enamoró esa forma de contar historias reales. Después me especialicé en sexología, porque pensé que era un campo por explorar, desde el punto de vista informativo, y vi que también había mucho por contar. Unir todo en El orgasmo de mi vida, en realidad, ha sido un gran regalo.

–¿Por qué el título El orgasmo de mi vida?

–Un día me vino, sin más, y la verdad que es la frase que mejor define el libro. Lo que une a todas las protagonistas al final es ese momento de éxtasis que por una razón o por otra las ha marcado, y lo que le queda por descubrir a los lectores es por qué ese ha sido el orgasmo de su vida, y si quizás ellos también han sentido algo parecido o aún estén por descubrirlo.

Intento por abrir perspectivas

–En la historia refleja la realidad de cinco mujeres de distinto origen, profesión e historia, ¿es una manera de exponer al conjunto del género?

–Sí, como relato en el prólogo es muy difícil contar todo lo que surge cuando juntas las palabras mujer y sexo. Lo que ocurre es que en la mayoría de novelas se habla siempre de un tipo de mujer, y de un tipo de sexo, y lo que yo he intentado hacer es abrir campo, abrir perspectivas. Para eso necesitaba contar varias historias, con varias mujeres y varias experiencias. Son cinco, como ejemplo, pero evidentemente, podrían ser infinitas.

–¿Por qué cree que conocemos en general tan poco de nuestra sexualidad?

–Porque no nos lo enseñan, así de simple. No sólo de eso, de hecho, nos ponen trabas para aprender. Nos llega mucha información sobre sexo, pero no tenemos ninguna formación y parece que aún no entendemos la diferencia entre esas dos palabras. No me cansaré de repetir que es necesaria una educación sexual de profesionales, porque nuestros padres tampoco tienen la formación necesaria como para ayudarnos con todas las preguntas que tendremos a lo largo de nuestra vida. Si conociéramos mejor el hombre y la mujer que somos, qué seremos, y qué es el otro, todos seríamos mucho más felices.

–¿Algo está cambiando o la saturación de información está provocando lo contrario, más ignorancia?

–Información no se traduce en formación. Cuando nos saturan con multitud de mensajes sexuales que no sabemos cómo filtrar, como colocar y ordenar mentalmente, se produce más caos, más desconcierto. Tenemos mensajes contradictorios, que por una parte nos llevan a liberarnos (incluso si no queremos) y por otra mensajes que nos siguen hablando del sexo como algo peligroso y oscuro. Es necesario cribar, ordenar ideas, y de nuevo, educar en el sexo.

–¿Qué aporta la invasión de la pornografía en la red al conocimiento de nuestra sexualidad?

–La cuestión es que a falta de esa educación sexual, la curiosidad nos lleva a buscar en los recursos disponibles, a veces Internet, y, concretamente, en la pornografía; el problema radica en que no se entiende como un elemento de ficción, o de juego, sino que muchas veces suple esa educación, generando ideas preconcebidas del sexo muy poco realistas, que después se traducen en frustraciones en la experiencia sexual de la vida real. De nuevo, si tuviéramos una base educativa, y si conociéramos cómo funciona de verdad nuestro cuerpo, los tiempos, las medidas, el placer femenino, etcétera, veríamos el porno como algo simplemente divertido, y no tenderíamos a esperar que nuestros encuentros con nuestras parejas tuvieran que ser algo parecido.

–¿Cree que en las sociedades actuales se sigue viendo al orgasmo, más aún al orgasmo femenino, con recelo y en ocasiones como tabú?

–No, todo lo contrario. El orgasmo femenino ha pasado de ser un elemento desconocido a un dios venerado. Se ha convertido en la medida del placer tanto de la mujer, como del hombre. Si ella no llega al orgasmo, se crean frustraciones en ambos miembros de la pareja. Ella porque traduce todo el placer del encuentro, en sólo ese momento, y él porque siente que no ha satisfecho a su pareja. Hay muchos líos en todo esto.

“Para resumir, la idea consiste en que el orgasmo es una experiencia estupenda que hay que disfrutar cuando ocurra, pero no obsesionarse si no ocurre siempre. Que puede llegar de múltiples maneras, y no sólo a través de la penetración, y que para que llegue, es necesario que cada uno se responsabilice de su propio placer y de conocer su cuerpo, para poder mostrárselo al otro.