Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 15 de junio de 2014 Num: 1006

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Burocracia mata ciencia
Manuel Martínez Morales

Tsutsui y el desenfreno
Ricardo Guzmán Wolffer

La vida bajo un toldo
Ollin Velasco

¿Constitución?
Leonardo Compañ Jasso

Procesos electorales:
la reducción de
la democracia

Clemente Valdés S.

Sin paz para Octavio
Rodolfo Alonso

Leer

Columnas:
Perfiles
Abraham Truxillo
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
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La Jornada Semanal

 

El clásico sobre el clásico

Ricardo Guzmán Wolffer


Homero en Cuernavaca,
Alfonso Reyes,
Arturo Dávila (estudio preliminar),
Universidad Autónoma de Nuevo León,
México, 2013.

Pocos mexicanos pueden ser llamados “clásicos” en nuestras letras. Hay los muy conocidos, los muy premiados, los famosos que pocos han leído y los leídos que apenas se mencionan en los medios. Pero con la formación literaria a partir de las letras clásicas griegas, pocos como el maestro Alfonso Reyes, admirado por propios y foráneos, como Borges y muchos más.

La reedición de estos poemas en los que Reyes retoma la Ilíada, de Homero para aterrizarla a su vivencia en Cuernavaca, es la muestra misma de que lo intemporal de la literatura sólo cobra sentido en el momento en que lo interiorizamos realmente, lo hacemos parte de lo cotidiano: el siempre se hace ahora y los tiempos se hermanan para perder distancia y ganar en tamaño y alcance. Hasta hace unos años, Cuernavaca fue el símbolo del confort para los capitalinos que huyen cada fin de semana, ahora convertido en tierra de sangre e impunidad. Las letras de Reyes, además de los incontables méritos, confrontan el ahora de esa tierra que entonces daba para evocarla como “dulce retiro”. “A Cuernavaca voy, que sólo aspiro/ a disfrutar sus auras un momento:/ pausa de libertad y esparcimiento/ a la breve distancia de un suspiro.” Esta literatura muestra la mirada de Reyes a partir de una percepción que ahora difícilmente se daría en las mismas interpretaciones. ¿Qué Ilíada escribiría ahora Reyes sobre este Cuernavaca que termina siendo una muestra más del México que se pretende callar en los medios? Es otra guerra la que pelean los Aquiles del ahora. Así lo veía Reyes: “yo, para bien o mal, mi sed abrevo/ en el presente y nunca en el pasado”, refiriéndose al amor sobre Helena, donde el “escolar jumento”, entre rebuznos que paran en lloros, habla de la dicha transitoria del amor como victoria.

Los poemas de Reyes llaman a la relectura de la Ilíada, para comprender la visión de este verdadero mexicano ilustre, pero también la alejan por la precisión de sus versos que por sí mismos siempre son disfrutables, incluso para quienes no conozcan o no recuerden con precisión a los personajes de la Ilíada, ahí retratados por la mirada de ese Reyes que, incluso en la portada, se complementa con Homero. Bastará la lectura de estos veinte poemas para ver superada la discusión, otrora inagotable, sobre los méritos de Reyes como poeta. Para algunos ensayista, para otros prosista, su legado es el propio de los escritores que terminan por perder el segundo apellido: su especialidad creativa.

La edición de la UANL contiene dos estudios notables de Dávila. El primero sobre Reyes y el segundo sobre “Homero en Cuernavaca”. El ensayo de Dávila sobre Homero es complejo y documentado: lleva, de nuevo, al lector a buscar la lectura originaria, pero también pasa sobre otros textos de Reyes, apenas para mostrar a un autor que jamás se perderá del horizonte literario mexicano.


Una novela política

Jorge Alberto Gudiño Hernández


La suma de los ceros,
Eduardo Rabasa,
Sur +,
México, 2014.

La discusión en torno a qué tan política debe ser la literatura es añeja. Las dos posturas son claras: se parte de la idea de que ambas disciplinas son indisociables o se sostiene que la unión entre ellas es producto de la fuerza. Los argumentos a favor de cada uno de los planteamientos son tan contundentes como los que se suman a favor de la inmanencia o la trascendencia en la literatura. Ubicando los extremos, parecería que no hay forma de resolver de manera contundente a favor de ninguno de los bandos. Sin embargo, lo cierto es que todo texto fue escrito en una circunstancia determinada, la de su autor, y éste puede o no aprovecharla. Así, narrar desde adentro o desde afuera del mundo apenas es una posibilidad más para los novelistas.

Eduardo Rabasa lo sabe bien. Su presencia en el mundo editorial mexicano alcanza ya una década. Como director de una de las editoriales independientes más exitosas del país, ha sabido seleccionar los temas que le interesan. Y ese mismo interés sale a relucir en La suma de los ceros, su ópera prima.

En ella da cuenta de lo sucedido en Villa Miserias, un condominio compuesto por cuarenta y nueve edificios de departamentos en donde sus habitantes vivían a gusto. Al menos eso es lo que les parecía: sin demasiados problemas ni aspiraciones. El problema es que llegó un nuevo inquilino, Selon Perdumes, y, con él, la idea de las posibles mejoras. Pronto convenció a algunos vecinos de aceptar un crédito para mejorar sus vidas. Un poco más tarde, ya tenía el control de la sucesión de presidentes del comité vecinal y había iniciado la ampliación del fraccionamiento.

Max Michels quiso terminar con la tiranía suave, tan parecida al capitalismo que se vive en nuestros días. Estaba harto del narcotráfico y la corrupción de las autoridades, de la manipulación en el diario impreso del condominio, de las decisiones unilaterales. Al postularse para ser el primer presidente electo sin la intervención de Perdumes, desafiaba al sistema. Y eso es algo que no se puede permitir ninguna tiranía que se precie de serla, aunque esté oculta bajo el falso manto de la democracia.

Utilizando un tono paródico, Eduardo Rabasa se da el lujo de explorar la convivencia política al tiempo en que ofrece pasajes salidos de una imaginación desbordada. La suya se vuelve una novela carnavalesca en la que el lector no puede sino encontrar semejanzas con lo que le ha sucedido a este país, por mencionar sólo una posibilidad. Y, al hacerlo, se da el lujo de plantear profundas reflexiones en torno a la verdad, al bien mayor, al individuo.

La suma de los ceros es un libro político pero también es una andanada de historias divertidas. Un mérito mayor para una primera novela. Sobre todo, porque hacia el final se permite apretar la tuerca hasta el punto justo para que al lector no le quede más remedio que rechinar los dientes y asentir contento.


Retorno a la estética

Antonio Soria


Mito y literatura,
Eduardo Subirats,
Siglo XXI Editores,
México, 2014.

Conviene iniciar con una cita, extraída del Prefacio con el que Subirats abre fuego: “En la cultura espectacular y en las rutinas académicas esta antiestética [se refiere a la conversión escolástica de la literatura a textualidad y su disminución comercial a ficción y entretenimiento] ha llevado consigo la asimilación del pasado al presente, y a su achicamiento bajo un mismo principio escritural, según el cual las literaturas son sólo textos y nada más que ficciones”.

Puesto el dedo directamente en la llaga por donde, desde hace ya demasiados años, supura la justificación academicista de lo que es bueno y lo que es malo en literatura, y no sólo eso, sino lo que es o no es literariamente atendible y por qué razones y para qué propósitos, Subirats se lanza a fondo y sostiene, con toda autoridad, que “la interpretación literaria se restringe, en consecuencia, al proceso de su descodificación bajo normas escriturales, paradigmas categoriales y divisiones departamentales corporativamente preestablecidos y profesionalmente vigilados”.

Que lo digan, si no, los departamentos de literatura de cuanto instituto y universidad actuales consagran en sus olimpos a todo aquel que, con su obra, responde punto por punto a una serie de requerimientos formales, estilísticos, temáticos, escriturales, que muchas veces nada tienen que ver con la literatura –entendida ésta como algo más que una vía para obtener premios y reconocimientos, ya populares, ya canónicos– pero sí, y mucho, con las categorizaciones establecidas precisamente por aquellas entidades. Como indicando cuán vetusto va haciéndose el despropósito, Subirats trae a cuento algo que Witold Gombrowicz dijera ¡en 1962!, acerca de un escritor cuya obra estaba “escrita para literatos, especialmente escrita para miembros de un jurado”.

Tan cierto hace cincuenta y dos años como hoy. Como afirma Subirats, la condición de autor cuya principal meta es el reconocimiento que pueda obtenerse por lo escrito más que lo escrito en sí, se ha convertido en todo un prototipo literario, bueno únicamente para quien consiga, bajo reglas más bien de mercado, que los reflectores lo iluminen, de preferencia permanentemente. (Comentario al margen, pertinentísimo: al autor de estas líneas le tocó en suerte, recientemente, escuchar a los invitados a un encuentro de jóvenes poetas hablar interminablemente de certámenes y premios, de su participación en ellos, de quiénes habían ganado cuáles, de los eventos en ese momento por venir y de las obras con las que pensaban, cómo no, participar.)

“Relevante es el concepto del intelectual como cocinero y de su audiencia como una sociedad de gourmets”, dice Subirats, ya en uno de los capítulos del libro, en el que se pregunta, desde la perspectiva contemporánea, qué es literatura. Lo que se propone, tanto ahí como en los otros cuatro ensayos que conforman el volumen, consiste primero en el desmontaje de esa maquinaria más premiológica que meritocrática, para después, y por decirlo así plantado en un piso menos endeble, proponer una recuperación del sentido de lo estético y lo simbólico a la hora de analizar los cómos, los porqués y los paraqués de la literatura, específicamente la que se escribe en América Latina. Para ello se concentra en cinco novelas fundamentales, insoslayables: Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Los ríos profundos, de José María Arguedas; Yo el supremo, de Augusto Roa Bastos; Grande sertao: veredas, de Joao Guimaraes Rosa, y Macunaíma, de Mário de Andrade.

No sólo eso: el autor quiere, con esta variante de hermenéutica literaria, establecer un diálogo que trascienda el análisis literario meramente comparativo, para alcanzar el intercambio filosófico, que es el vínculo más profundo entre las obras mencionadas y el pensamiento y la literatura a nivel mundial. Esto, debido a que la aplicación acrítica de modelos de estudio concebidos para la comprensión de culturas distintas a la latinoamericana, ha tenido como nefasta consecuencia un aislamiento de ésta respecto del resto del mundo, durante los cinco siglos y pico que suma nuestra común historia, idiosincrasia y producción cultural.

No sería ocioso que ciertos grupos académicos, así como otros menos “autorizados” pero tanto o más influyentes que los primeros, aceitaran un poco su anquilosamiento analítico e interpretativo con esta propuesta de Subirats, amplio conocedor de la literatura y el pensamiento latinoamericanos.



El buen uso del español,
S/A,
Planeta Mexicana,
México, 2014.

Originalmente lo publicaron la Real Academia Española  y la Asociación de Academias de la Lengua Española en 2013, y casi de inmediato apareció esta edición impresa en México. Lo más destacable, amén de dicha cercanía entre una y otra ediciones, es el formato de este prontuario, breviario o como quiera llamársele: lejos de ser un compendio farragoso y aburridor de reglas, normas, prohibiciones y limitantes –que es el modo habitual en el que el público lector ve todo aquello emanado de la RAE–, el libro es práctico, sencillo, de ágil consulta y, como resultado, utilísimo. Que no le espante la terminología lingüística, pues a fin de cuentas no se trata sino de un modo especializado de nombrar aquello que compone nuestro idioma y que, en razón de su constante uso, conocemos de sobra, sólo que muchas veces sin saber cómo se llama y muchas otras sin entender bien a bien cómo es mejor utilizarlo. Generado por la RAE, el volumen tiene la conveniente contribución/revisión/colaboración de las Academias correspondientes de los siguientes países: Costa Rica, México, Uruguay y Argentina. Inclusivo, por lo tanto, así como actualizado; nada fuera de uso ni discriminaciones equívocamente motivadas por cuestión de localismo. Hace rato que la RAE se ha hecho el propósito de desembarazarse de aquella imagen, alguna vez tan suya, que con sorna Julio Cortázar metaforizaba llamando El Cementerio al Diccionario de la Academia, y un volumen como éste contribuye bastante a dicho cometido.



Istor Revista de Historia Internacional ,
CiDE, Centro de Investigación y Docencia Económicas,
año XV,
número 57,
verano de 2014.

Coordina Fernando Segura M. Trejo y escribe una pequeña pléyade de ensayistas: Gustave, Luis Barrón, Franco Bavoni Escobedo, Bernardo Borges Buarque de Hollanda, Paul Dietschy, Richard Holt, Sergio Levinsky, Diego Murzi, Lorena Pérez Hernández, Luiz Carlos Ribeiro y el propio Segura. El tema: historia del fútbol –aquí así, con acento, como se pronuncia y escribe preferentemente en Latinoamérica más que en México. De sobra sale aludir a la oportunidad con la que la revista del CIDE aborda el tema; lo destacable es la gran y múltiple aportación que los autores hacen a la visión del que acaso sea el fenómeno deportivo/político/económico/mediático más notorio de todos los tiempos, que cada cuatro años, como sucede precisamente desde el pasado jueves, alcanza su clímax. He aquí algunos de los flancos abordados: La tradición obrerista del futbol inglés; Football, modernismo y música popular en el Brasil; México: historia de un futbol internacional (entrevista con Heriberto Murrieta); El mundial de futbol en el país del futbol. ¿Qué lugar es éste?; Maradona y Messi, ensayo sobre la continuidad y la ruptura. Fuera del tema principal, este número de Istor ofrece también un par de buenos ensayos sobre historia y literatura, reseñas literarias y el variado "Cajón de Sastre" a cargo de Jean Meyer, director fundador de la revista.