Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 15 de junio de 2014 Num: 1006

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Burocracia mata ciencia
Manuel Martínez Morales

Tsutsui y el desenfreno
Ricardo Guzmán Wolffer

La vida bajo un toldo
Ollin Velasco

¿Constitución?
Leonardo Compañ Jasso

Procesos electorales:
la reducción de
la democracia

Clemente Valdés S.

Sin paz para Octavio
Rodolfo Alonso

Leer

Columnas:
Perfiles
Abraham Truxillo
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Ricardo Guzmán Wolffer

Tsutsui y el desenfreno

Yasutaka Tsutsui. Foto: www.indiegogo.com

Mientras los lectores regulares de la literatura japonesa disfrutan la delicadeza y profundidad de la pluma del Nobel, Yasunari Kawabata, la fuerza de Yukio Mishima o de tantos otros autores importantes, también deben asomarse a la fantasía. Es el caso de Yasutaka Tsutsui (Japón, 1934) uno de los cienciaficcioneros más famosos de aquel país, con su peculiar visión sobre la sexualidad y la zoología.

A nadie sorprenderá hablar de la zoología fantástica. En la literatura occidental sobran autores que tocaron mundos de animales y vegetales inexistentes. Borges era admirador de muchos y él mismo tiene su compendio de seres imaginarios. Pero poco se ha visto un ecosistema directamente dirigido al orgasmo y sus derivaciones.

Para quienes conozcan la obra de Tsutsui no sonará tan sorprendente. Sus divagaciones de ciencia ficción no le piden nada a los occidentales, pero con Tsutsui debe añadirse un toque de crítica social, ya a los nuevos “valores” occidentales que prevalecen en Japón a partir de la postguerra del siglo pasado, ya a los que permanecen de la historia milenaria de este país. Su ficción va desde lo cotidiano (Rumores sobre mí habla de un empleado común cuya vida sentimental se vuelve noticia de la noche a la mañana) a lo onírico (El Bonsái Dabadaba es una muestra de sueños sexuales y realidades entrecruzados, a lo Escher, para llevar a un resultado sorpresivo), pero destaca con su cuento Hombres salmonela en el planeta Porno, que da título al compendio de cuentos respectivo.

Con la clásica premisa del género intergaláctico, unos científicos terrestres están en un planeta apenas explorado. El giro innovador es que todos los animales y plantas tienen una acción sexual que pone en peligro a los terráqueos.

A partir del embarazo causado a una doctora por las esporas de una planta que acciona las células ováricas de cualquier mamífero superior (y que logra un extrañísimo ejemplar con la mitad de cromosomas), los demás científicos deben acudir a los hombres locales para ver cómo evitan los partos causados por tal planta. El único problema es que esa población humana tiene poderes telepáticos: al leer la mente, no permiten la entrada a su poblado a menos que el visitante comparta sus ideas sobre lo sexual, las cuales, como era de esperarse (están en el planeta Porno) tienen que ver con el sexo público, tumultuario y, vaya sorpresa, mediante una peculiar danza que necesariamente implica el coito entre los bailarines. Lo cual escandaliza a casi todos los exploradores, pero mandan una comitiva. En el trayecto, además de escuchar el viento transformado en gemidos orgásmicos al pasar entre las montañas, enfrentan depredadores (cocodrilos, hipopótamos, cerdos-tapir y otros), con la salvedad de que, en lugar de comerse a sus presas, las violan: lástima si te toca un hipopótamo, literalmente te partirá el trasero. En un enredado ecosistema, coexisten el gorrión-pene (en México se le conoce como “el gallito inglés”, según la peculiar Picardía mexicana, de Armando Jiménez, señera obra con más de 4.2 millones de libros tirados), la vaca-fuelle (no camina, sólo adelanta las patas traseras pues su tronco es como un fuelle), el conejo de orejas postizas (tiene nueve, pero sólo dos son verdaderas, las demás las tira para distraer a los depredadores que los levantan de esas orejas falsas), el cortejador incansable o la cigarra chillona (sus chirridos excitan). Todos con esperables funciones orgánicas dedicadas al sexo, excepto el hijo póstumo (producto de la cruza de especies) o el despierta esposas (su grito llevará a tener sueños eróticos). Entre la flora, están las hierbas clítoris, las hierbas sangrantes, las hierbas acariciantes (cuyo tacto provoca orgasmos) y las medusas que nadan al revés, cuya picadura provoca eyaculaciones a la víctima. Incluso los dos soles de este planeta forman enormes senos durante parte del día.

Durante el viaje, los investigadores deben afrontar un extraño paisaje donde lo mismo vuelan parvadas de gorriones-pene que escuchan el viento en éxtasis. También deben deducir las relaciones flora-fauna, como entre los hipopótamos y las hierbas acariciantes (las mastican y tienen orgasmos cada tanto: cuando el semen se descompone, las hierbas asimilan las proteínas y se reproducen, y reinicia el círculo).

Entre explicaciones que recuerdan los textos de divulgación científica de donde derivaron muchos escritores de ciencia ficción (y que, sin duda, aportará información especializada incluso a los conocedores del evolucionismo y otras ramas biológicas), los científicos discuten sobre la evolución general del planeta hacia lo erótico. Incluso padecen los efectos de las hierbas del olvido que evita las peleas entre animales superiores.

El tema del texto es la forma en que social e individualmente apreciamos lo sexual: ¿por qué a escondidas como algo de lo que debe apenarse o justificar cada persona?, ¿no es parte de toda la naturaleza? La aproximación al placer como fuerza motora de la existencia planetaria y con ello de la presencia de todo ser vivo sorprende por ingeniosa, pero no deja de llevarnos a la reflexión sobre cómo percibe cada sociedad la necesidad reproductiva y el gozo animal implícito. Siempre lo sucio está en los ojos que observan. De ahí que los personajes también mediten sobre el arte como medio y fin, de preferencia en forma consciente, para el crecimiento conceptual y vivencial de todo individuo. Pero, ante el cuerpo transformado de un científico, convertido en araña con cabeza humana tras una violación tumultuaria animal, retoma lo fundamental: la conciencia de la vida como presupuesto de toda felicidad y lo inagotable de su oferta, incluso en las condiciones más adversas, o cuando, por la razón que sea, el sexo no es llevadero.

Un autor que en pocas palabras sorprende, divierte, informa y obliga a reflexionar sobre nuestra condición en una historia no siempre determinante: una evidencia más del poder literario de la ciencia ficción.