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Mundos y mundiales

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Mariachi Nuevo Tecalitlán acompaña a Keith Richards en Playing for Change. Imagen tomada de http://playingforchange.comFoto La Jornada
E

n esta Nueva York, con sus más de 200 idiomas, todos los días es un mundial.

Aunque el futbol no es, aún, un deporte seguido masivamente por los estadunidenses, en lugares como Nueva York el Mundial está en todas partes. Uno sabe cuándo va a jugar México por las camisetas verdes de la selección que aparecen en las calles, en el Metro, por el ambiente en ciertas colonias como East Harlem o Sunset Park. Pero lo mismo sucede con los argentinos, los colombianos, ecuatorianos, uruguayos en Jackson Heights, en Queens, donde de un lado de la calle uno está en pleno Montevideo y del otro en Bogotá, y más adelante en Buenos Aires. Pero también hay bistros en varias partes de la ciudad donde se concentran los franceses, ni hablar de bares, cafés, restaurantes para ingleses, italianos, rusos, japoneses y alemanes para ver los partidos de Brasil.

En una nación que está casi siempre en guerra con otras, que insiste en que es el epicentro y líder del planeta –el país indispensable– y se siente permanentemente amenazado por fuerzas y gobiernos en todas las esquinas del mundo (Irak, Irán, Afganistán, Somalia, China, Rusia, Cuba, Venezuela, Centroamérica y México son sólo algunos recientemente mencionados), un país que detiene a niños y madres inmigrantes y que construye muros en su frontera, a veces no hay respiro, ni hablar de esperanza, de un poco de paz, de solidaridad, un abrazo entre todos. De repente se asoman milagros, ejemplos o experiencias que ofrecen algo muy elemental, la celebración de lo común entre tanta diversidad.

Con el Mundial se expresa la pasión colectiva por el juego, logrando superar el orgullo nacionalista con pura alegría y sufrimiento por el juego entre todos nosotros. Se expresa aquí a pesar de los obstáculos de idiomas y la diversidad de la diáspora humana, que siempre ha caracterizado esta metrópoli: de repente todos se entienden, todos participan en algo en común.

Justo al inicio del Mundial de futbol, hubo otro tipo de mundial deportivo. En el campeonato nacional de basquetbol profesional aquí ganaron los Spurs de San Antonio, pero fue en verdad un triunfo internacional. Los Spurs tienen algo poco usual en una liga muy estadunidense: el mayor número de jugadores internacionales. Es un equipo con un argentino, dos franceses, dos australianos, un italiano, uno de Islas Vírgenes, un brasileño y un canadiense. Se enfrentaron al campeón, el Heat de Miami, encabezado por Lebron James, considerado el mejor jugador de basquetbol del mundo. El secreto para robarles la corona: jugar como equipo, no como una colección de superestrellas, y hacer dominar lo colectivo.

Esto es la esencia de otro proyecto, donde decenas de voces, idiomas y ritmos de varias partes del mundo se convierten en un coro común. En días recientes, ante tanta noticia de la polarización política y violenta aquí como por todo el mundo, con los odios nutridos por el temor y la avaricia, y con cúpulas felices de promover la división y enfrentamiento entre los demás, aparecen cosas sencillas y bellas que ofrecen lo opuesto, y con eso rescatan un poco a todos los demás. El disco y DVD más reciente de Playing for Change (Tocando por el cambio) es una de esas cosas. Rolas tocadas al aire libre por 185 músicos –algunos famosos, otros desconocidos, que se dedican a eso en las vías publicas– de 31 países, para festejar lo común.

Keith Richards en Inglaterra canta Words of Wisdom/Get Up Stand Up y toca una guitarra acústica, acompaña a otro músico en Congo, se suma el gran Keb Mo en Los Ángeles, Roberto Luti en Italia, Sherieta Lewis en Jamaica, un percusionista en Uruguay, músicos en Portugal, y hasta el Mariachi Nuevo Tecalitlán en Jalisco (tiene que ser algo sin precedente, Richards y un mariachi, ¿no?), entre otros.

La Bamba arranca con músicos mexicanos (el arpa de Alberto Manuel de la Rosa y la jarana de Carlos Rodríguez), acompañados por Los Lobos en Los Ángeles; Andrés Calamaro de Argentina y unos músicos en Congo, Cuba, Mali, Australia, Colombia y Serbia.

Guantanamera es cantada por 75 músicos cubanos en la isla, Miami, Europa y hasta uno en Japón.

La clásica de Marvin Gaye: What’s Going On, empieza con una guitarra en África, un baterista en Los Ángeles, una guitarra eléctrica en Chicago, cuerdas en Serbia, percusión en India, un vocalista en Ámsterdam, otra más en Sudáfrica y Sara Bareilles canta desde Washington Square en Nueva York.

Playing for Change se describe como un movimiento creado para inspirar y conectar al mundo a través de la música. La idea para el proyecto surgió de la creencia común de que la música tiene el poder de romper barreras y superar la distancia entre la gente. Este movimiento empezó en 2005, cuando el productor Mark Johnson y Whitney Kroenke se toparon con un músico de las calles en Santa Mónica, California, cantando Stand by Me y se les ocurrió grabar y filmarlo, y después agregar otros músicos en la calles del mundo, junto con famosos –entre ellos Taj Mahal, Manu Chao, Bono, Lila Downs, Toto y La Momposina, entre otros– donde cada uno escuchaba al anterior y agregaba su parte, con lo que se inició una serie llamada Canciones alrededor del mundo. No sólo eso: armaron la banda de Tocando por el cambio, con algunos de estos músicos, que realizan giras constantes. También establecieron una fundación dedicada a construir escuelas de música y arte para niños en varias partes del mundo. (Para ver algunos ejemplos de este esfuerzo). Richards comentó que Playing for Change es la manera en que la música debería ser.

Aún recordamos, a veces, cómo jugar y bailar a nivel mundial. Por ello, hay esperanza.