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Economía Moral

Erik Ollin Wright, sociólogo marxista, destaca en materia de desigualdad / II

Decisiones estratégicas que adoptó y definieron su trayectoria intelectual

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El sociólogo marxista Erik Olin WrightFoto Tomada de su página de Internet
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igo narrando los apasionantes contenidos autobiográficos del prólogo que Erik Olin Wright (EOW) escribió en su libro Interrogating Inequality: Essays on Class Analysis, Socialism and Marxism, Verso, Londres, 1994 (parece haber traducción al español pero no la he encontrado). Como relaté en la entrega anterior (20/6/14), este autor dice que tomar una decisión estratégica hoy puede significar restringir las decisiones (elecciones) que uno puede hacer mañana. Narra que en su vida profesional ha tomado las siguientes decisiones estratégicas: 1) Identificar su trabajo como contribuciones al marxismo y no sólo como uso del marxismo; 2) ser sociólogo; 3) ser lo que algunos llaman un marxista multivariado, es decir que se involucra en investigación cuantitativa compleja; 4) elegir una institución para su trabajo académico; 5) elegir seguir siendo marxista en un mundo de postmarxistas, en el cual muchos de sus camaradas decidieron reformular su agenda intelectual como amistosa al marxismo, pero fuera del mismo. En la entrega anterior narré lo que escribió EOW sobre la primera decisión. Sobre la segunda, dice que eligió la sociología porque piensa que es la menos disciplinaria de las ciencias sociales, que tiene las fronteras más borrosas, pero sobre todo porque, a diferencia de la economía dominante, que trata a Marx como un post-ricardiano (en referencia a David Ricardo) de tercera, en sociología hasta los más antimarxistas reconocen la importancia de Marx como fundador intelectual de la sociología. Aclara también que decidió estar en sociología y no ser de sociología. Sobre la tercera decisión, señala que en algún momento se vio en la encrucijada entre la Universidad de Wisconsin o la de California-Berkeley. La ironía, dice, es que aunque encontraba el medio intelectual de Berkeley más interesante que el de Wisconsin, sentí que tendría más retos si era un disidente intelectual en un departamento apegado a la disciplina de la sociología, lo que ocurriría en Wisconsin, que un disidente disciplinario en un departamento intelectualizado, lo que habría ocurrido en Berkeley, donde me la hubiera pasado discutiendo sobre las corrientes posestructuralistas, posmodernistas, sobre la importancia de la cultura para todo, y sobre la imposibilidad de explicar cualquier cosa.

Sobre la cuarta decisión narra que, habiendo decidido ser un sociólogo y adoptado la misión de reconstruir el marxismo como ciencia social, se percató que una meta fundamental de su tarea era aumentar la credibilidad del marxismo en la academia y sintió que la investigación cuantitativa era el camino para lograrlo. Lo que dice debería poner a pensar a muchos cuantitativistas:

“Mi decisión de impulsar una serie de proyectos centrados en técnicas estadísticas sofisticadas no estuvo motivada por una convicción epistemológica de que estas técnicas generaran conocimiento más profundo y confiable. De hecho, casi siempre he encontrado que aprendo más de investigaciones cualitativas e históricas de calidad que de investigaciones de maniacos cuantitativistas. Pero sentí que en ese punto de la historia del marxismo, a mediados de los años setenta, establecer la credibilidad del marxismo en el interior de una metodología cuantitativa tenía las más altas probabilidades de hacer una diferencia en el espacio intelectual que los marxistas podrían ocupar en la academia. Para ser honesto, había también, desde el principio, un lado oscuro en la atracción hacia la investigación cuantitativa. Era claro qué tipos de investigación iban a recibir financiamiento y aclamación. Siendo académico joven yo era muy ambicioso, en mi búsqueda de lo que consideraba la verdad, pero también ambicionaba obtener estatus, reconocimiento, influencia, viajes internacionales”.

No puedo hacer un balance exacto del peso de ambas motivaciones que me guiaron por ese camino en los años setenta, dice EOW, pero la decisión ha tenido enormes consecuencias, algunas de las cuales no son de mi agrado: Ha resultado en una disminución de las preguntas que puedo plantear y ha provocado una divergencia entre mi mejor trabajo teórico y mi investigación empírica.

En cuanto a la quinta decisión, seguir siendo marxista, empieza diciendo que crecientemente ha habido divorcios en la tradición intelectual marxista que han llevado al posmarxismo. Explica que los posmarxistas actuales son muy diferentes de los ex-marxistas de los años cincuenta que se volvían anti-comunistas. Cuenta que cuando se radicalizó y empezó su trabajo intelectual (en los años setenta) no había otra opción radical que el marxismo, pero que ahora hay muchas corrientes radicales que han roto con el marxismo, la más vigorosa de las cuales es el feminismo. Algunos antiguos marxistas han optado por alguna variante del posmarxismo. Pero yo, dice EOW, he permanecido tercamente en el marxismo buscando su reconstrucción. Lo hago por dos razones, añade: para mantener mi responsabilidad ante mi grupo de referencia y porque en un mundo donde prevalece el pluralismo de modelos de trabajo teórico, el eclecticismo de muchos requiere que algunos trabajemos en la reconstrucción de paradigmas teóricos.

Pero reconstruir el marxismo no es una tarea solitaria de una persona en su torre de marfil, aclara, por ello EOW tiene dos grupos de referencia, aparte de los genéricos o abstractos, con nombres y apellidos. El primero, formad por solo una persona: el profesor de Berkeley, Michael Burawoy; el segundo el grupo de académicos que constituyen el llamado marxismo analítico. Cuenta que con el primero ha tenido un diálogo muy intenso y que durante 15 años cada uno de ellos ha leído cada renglón que el otro ha escrito. EOW resume así su relación intelectual: Él me está constantemente recordando que no debo perder de vista cuál es el objetivo final de todo al preocuparme con el rigor analítico a expensas de la importancia política; yo constantemente le digo que sea más preciso en sus formulaciones, más claro sobre la lógica subyacente de las distinciones conceptuales que hace. El diálogo entre ambos ha sido publicado. Burawoy es un etnógrafo de los procesos industriales, un personaje notable del cual habría que hablar en otra ocasión; lo mismo habría que hacer con el diálogo entre ellos. Sobre el otro grupo de referencia, se conoce también como el Grupo Septiembre, del que fue fundador y promotor central hasta su muerte, Gerald A. Cohen, y del que también forman parte Jon Elster, John Roemer, Philippe van Parijs, y otros. Se llama así porque se reúne cada año en septiembre en Londres a discutir escritos de una parte de los 10 u 11 asistentes. Desde principios de los ochenta, el Grupo Septiembre ha sido el grupo organizado de referencia más importante para mí, dice EOW. Cuando escribo un artículo, los fantasmas que están sentados en mi cuarto y saltan periódicamente para decirme que lo que he escrito es ridículo, y me hacen preocuparme, son básicamente de este grupo. El grupo, sin duda, le ha dado a mi trabajo una dirección particular, puesto que me hacen preocuparme de ciertos aspectos, mientras otros parecen menos acuciantes.

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