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A la mitad del foro

De nombres y norteados

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El salón de plenos del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos, en imagen de mayo de este añoFoto Cristina Rodríguez
E

s la era de la información. Es la hora de las telecomunicaciones instantáneas y el acceso a pasado y presente. Es más, entre nosotros se ha instituido el derecho a la información. Y la suspicacia de cuestionar la veracidad de lo que provenga del sector público. Funciona, cosa extraña en el vuelco que aspiró a establecer el dogma de lo privado-santo-y-bueno, en contraste con lo público-corrupto-y-malo. Cuestionaron a los primeros dirigentes del Ifai, toleraron la incontinencia verbal de Fox y calaron ante la locura calderoniana del espurio Estado de excepción.

Ver, oír y callar era símbolo del lamentable estado de cosas durante la larga agonía del priato tardío. Hoy tienen ojos y no ven, oyen y no escuchan; el sonido y la furia son triste sucedáneo de protesta social. Con la democracia electoral llegó el sonoro verbo empoderar. Y la pluralidad de partidos permitió que compartieran lecho los lobos y los corderos. Han muerto las ideologías, resonó al final del día en el envilecido lenguaje político. Como si se escuchara la voz de Zaratustra: Dios ha muerto. O se reprodujera en el espacio sin límites de las redes sociales la frase del Nigromante: Dios no existe. Y la economía rige la política; el consenso de Washington es dogma: el hambre se multiplica, pero los hambrientos gozarán de lo que derrame desde las alturas el banquete del 1 por ciento en cuyas manos se concentra el capital.

Detrás del espejo, el país de las maravillas. Al frente, la distorsión y la ceguera inducida, el misterio impuesto a pesar del derecho a la información. Tal como se impone y se aplica con sevicia la tortura, a pesar de los derechos humanos inscritos en nuestra norma constitucional. De pronto, saltan a la vista los de abajo, los invisibles. Los medios de comunicación masiva devoran material informativo con glotonería omnívora. Eso hay, a pesar de todo: subsiste, persiste, el valor supremo de la libertad de expresión, de una prensa que, a pesar de intereses creados, de autocensura, de abiertas complicidades con los poderes fácticos y constituidos, hace posible la democracia como horizonte, la exposición de la verdad que nos salta a los ojos y nos sobresalta.

Hoy, las decenas de miles de niños mexicanos y centroamericanos nómadas que navegan el amargo desierto de nuestro país para cruzar la frontera en busca del sueño americano. Ahí están. A la vista de todo el mundo. En estos días en que aparecieron multiplicados en todos los medios de comunicación, en los corredores del poder político y los salonesde las cúpulas empresariales, pudimos asistir al portento del color del cristal con que se mira, de los laberintos que recorren los de arriba sin Minotauro que los persiga, sin hilo de Ariadna que los conduzca. El canciller José Antonio Meade se fue al norte, a la frontera de Texas, al otro lado del territorio apache que todavía se llama Tamaulipas. Y el embajador de los Estados Unidos de América en México, Earl Anthony Wayne, se fue al sur, rumbo al Suchiate, a la frontera de México con Guatemala.

¿Quién se norteó? En las riberas del Río Bravo –o Río Grande, como le dicen los del otro lado– el embajador Wayne le mostró al canciller Meade las instalaciones donde encierra a los miles de menores no acompañados que logran cruzar la frontera y atenerse a la azarosa decisión de algún burócrata que decida su destino, según la política de 2012 del presidente Barack Obama. No, ninguno de esos niños cree en Santa Claus ni en Reyes Magos que vengan de Oriente. Siguen la ruta infernal de la mano de coyotes, tratantes de personas, sin excluir algún episodio intermedio a cargo de las autoridades migratorias de población, dependencia de la Secretaría de Gobernación donde no ha llegado todavía la mano firme y justiciera ni el verbo duro de Miguel Ángel Osorio Chong. Va y viene por la geografía nacional el ministro del interior surgido de la fértil mata política de Hidalgo.

Nadie ha dicho, que yo sepa, a qué elegante señor pertenece la línea ferrocarrilera, los trenes cargueros de La Bestia, a lomo de cuyos carros tanques y vagones van de sur a norte los nómadas del hambre y la desigualdad. Hay notas dispersas que señalan a X o Y empresa, para desdecirse y afirmar que luego de haber sido privatizada y rematada a precio de ganga por el doctorcito Zedillo, ha vuelto a ser bien público. Mal público, sería. Como es la impunidad con que dejan subir a los miserables, les cobran, los maltratan y oportunamente detienen la marcha en despoblado para que los bandoleros, tratantes, narcotraficantes, lo que sean, secuestren, roben y maten a hombres, mujeres y niños. En el tren de la ausencia me voy.

Abundan los Ángeles, guardianes de bienes y hasta combatientes de los males. Nombre es destino. En otros trenes, los de la malhadada línea 12 del Metro, descarriló la ambición futurista de Marcelo Ebrard, y el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, exhibió asombrosa ingenuidad. Es lo que quisieran las abuelitas que fueran todos los nietecitos cuando sean grandes. Cientos de miles de capitalinos se quedaron sin transporte colectivo entre rieles y curvas, durmientes mal soldados y tuercas sueltas de una obra costosa y enorme, de la cual no hubo siquiera planes completos, pero sí la renta por muchos años y miles de millones de pesos de trenes españoles que, según lo dado a conocer, son de un eje más ancho que el de la distancia entre los rieles. Contrato otorgado sin concursar y puesto a buen resguardo por algunos años, tal como algunos contratos de los segundos pisos iniciales, rumbo a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.

Ángeles para recibir bajo palio a las tropas de Napoleón el pequeño y el emperador de opereta que nos envió en el siglo XIX. O para que amanezca más temprano, al nieto del doctor Rafael Moreno Valle, quien también gobernó Puebla. Y ha vuelto el Ángel de la dependencia, autodesignado citoyen du monde, encumbrado en la banca internacional, destino de la generación reformista neoliberal-neoconservadora: José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, padeció un ataque de realismo, casi a contrapelo del dejar hacer, dejar pasar libertario de Hayek, monetario de los Chicago Boys. Hechas las reformas a la Constitución, con las leyes reglamentarias de rigor, hay que aplicarlas, ejecutarlas, dice. ¿Será temor a la pesadilla reformista en la que fueron sombras, personajes del ángel exterminador?

Sea lo que fuera, es hora de lucir buen ánimo y presumir de buen operador político, del simple y llano oficio de negociar, pactar, acordar. Eso le reconoció madame Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, al presidente Enrique Peña Nieto en estos días de amargura estática, economía que no crece, empleos escasos, mal pagados, sin prestaciones sociales.

¿Qué hay en un nombre? El de la diputada Purificación Carpinteyro pareciera salido del Pedro Páramo de Juan Rulfo: Al lado de Fulgor Sedano, por ejemplo. Pero en este llano en llamas es una más entre los que usan la puerta giratoria para ir y venir entre el servicio público y los negocios privados. ¡Purificación!, clamaban cuando la hoy diputada distribuyó la conversación telefónica en la que Luis Téllez K. denunciaba que Carlos Salinas había saqueado la cuenta secreta de la presidencia. Luisito Téllez salió y volvió por la puerta giratoria para hacerse cargo de la Bolsa de Valores.

¿Cuánto vale la vida de los niños nómadas? ¿Y cuántos millones más despertarán con hambre y dormirán con hambre, mientras se impone la estulticia de quienes quieren hacer política para hacer dinero?