Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 29 de junio de 2014 Num: 1008

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La seriedad del
cronopio Cortázar

Vilma Fuentes

Chico Buarque entre
El arco y la lira

Jorge Luis Casar

La sociedad del futbol
Josetxo Zaldua

Futbol antídoto
Paula Mónaco Felipe
entrevista con Juan Villoro

Futbol: todos los
juegos el juego

Antonio Valle

El gol, nuevo paraíso
Honorio Robledo

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Columnas:
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Ana García Bergua

Inéditos

El otro día estaba yo en la cola del supermercado, aprovechando esos cinco o diez minutos mágicos que a veces se convierten en quince o veinte de placer culpable y pecaminoso, cuando una fila larguísima de carritos atestados de cajas de cereal y cervezas le permiten a una darse vuelo hojeando Hola,  Cosmopolitan, Vanidades, hasta Vogue, a toda velocidad, antes de tener que devolverlas a su sitio en gran desorden, cuando llegamos con la cajera y nos damos cuenta de que para seguir leyendo habría que pagarlas. La de cosas que no he sabido en esos minutos, desde mi horóscopo del mes, la dieta del mes, la ropa del mes, los consejos sentimentales del mes, los escándalos en la farándula del mes, hasta los avatares, embarazos y desembarazos de la princesa Letizia o las peripecias –bueno, es un decir– de las bodas y los bautizos de esos nobles europeos que son siempre una verdadera alucinación, junto a las mansiones que exhiben los clones de Julio Iglesias que pueblan el mundo desde hace tantos años. En fin. Pura cosa bonita antes de pagar los chícharos y el puré de jitomate con la misma resignación de siempre.

Pues resulta que en esas estaba el otro día, cuando me di cuenta de que en la portada de Vanidades faltaba la frase mágica: “un inédito de Corín Tellado”, que venía apareciendo desde que me acuerdo o desde que voy al súper. Debo decir que a los escritores nos piden casi siempre textos inéditos. Necesito que me mandes un cuento inédito sobre las sardinas o los suéteres, te dicen, como si el mundo entero hubiera leído todos tus cuentos anteriores y ya estuvieran hartos de tanta repetición. Algo nuevo, vamos, no lo mismo de siempre. Y la verdad uno no siempre está en la vena de andar prohijando inéditos, a veces ni siquiera en la de peinar textos editados con anterioridad; los inéditos, mal que lo parezca, tienen su jiribilla, como dicen por ahí, no es cosa que a uno le salga tan natural como respirar, excepto a genios como Balzac o Corín. El eterno inédito es el opuesto del plagio, a menos que uno se plagie a sí mismo, como suele suceder cuando estamos ya más bien desesperados.

Por eso siempre me llamaba tanto la atención que ella sacara, en la misma revista, una novelita inédita tras otra, como si su pluma fuese un pozo de virtudes o un surtidor mágico e inédito, y me negaba a creer lo que decían las malas lenguas: que una legión de negros –negros o fantasmas, como les quieran llamar ustedes a los que escriben cosas para que las firmen otros–, una verdadera fábrica, era la que había compuesto los más de dos mil inéditos de Corín. Tan creía en ella que cuando vi que después de su fallecimiento en 2009, seguía apareciendo la leyenda anunciando su inédito en Vanidades, empecé a pensar que ahí desde el cielo donde seguramente sigue tramando historias de amor muy apasionadas en las que todos se casan al final, Corín Tellado continuaba con su deber de mandar un inédito a la revista cada mes. O que los inéditos, a falta de Corín, se habían empezado a escribir solos: podría pasar, ¿por qué no?, a fin de cuentas las historias más o menos se parecían (este conocimiento lo obtuve no de la fila del supermercado, sino de la salita de espera de los médicos, siempre prolijas en joyas hemerográficas de toda clase) y la reproducción, bien lo sabemos, no engendra sino más reproducción. O bien Corín era la escritora fantasma más fantasma del mundo, un verdadero portento de lo inédito –aunque los fantasmas son especialistas en inéditos: ¿cuántos textos no aparecen luego de que los autores dejan este mundo, cuántos no brotan misteriosamente de los cajones y las alacenas para gozo de los lectores y los deudos a quienes nunca les caerá mal una pequeña regalía?– o quizá Corín había dejado un cofre dorado lleno de inéditos para las señoras valientes que no se amilanan a la hora de pasar con el carrito por el estante de revistas del supermercado, y no sólo las hojean como yo, sino que hasta las compran con gran decisión y valentía, como debe ser: aquí le pago el TV Notas, dicen, con el aplomo de los que exigen su tequila en la cantina de su preferencia.

La cosa es que ya no aparece, me dicen, desde hace algunas semanas aquella leyenda en la portada de la revista, que tanta fe en la productividad me insuflaba. ¿Y ahora? Los horóscopos, se lo aseguro a ustedes, no me sabrán igual. Y eso que soy Libra con ascendente en Aries. Por ahí hasta abandono la revista antes de, ay, pagar las alcachofas.