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Juan Domingo Perón (1895-1974)
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Juan Domingo Perón, luego de recibir un reconocimiento de la escuela superior técnica de la armada, en Buenos Aires, el 21 de septiembre de 1951Foto Reuters
E

l coronel Perón ya era viejo cuando en octubre de 1945 los trabajadores argentinos lo pusieron al frente del mayor movimiento de masas de América Latina. Tenía 50 años, 35 de carrera militar y el pueblo que le brindó su apoyo cargaba con 70 años de librar heroicas, sangrientas y frustrantes luchas políticas.

Perón era viejo en el sentido de conocer buena parte de los cuentos que Mefistófeles acostumbra introducir en el imaginario de los hombres ávidos de poder. Las mujeres no votaban entonces, y aquel terremoto que se llamó Evita tampoco había revuelto aún (pero ya mero) las sábanas del hombre que cautivó su corazón, al tiempo de partió en dos la historia política de los argentinos.

¿Quién fue Perón? Si consultáramos a los argentinos pensantes (que los hay) oiríamos adjetivos de polícroma intensidad. Algo más de la mitad más uno lo señalaría como gran conductor, y el resto no lo bajaría de gran hijo de puta. Expresiones de amor-odio quizás no tan casuales, y que a 40 años de su muerte conservan plenitud y frescura.

Infancia y formación

Nacido el 8 de octubre de 1895 en un pueblo de la pampa bonaerense (Lobos), Juan Domingo Perón era bisnieto de sardo casado con inglesa, nieto de médico emparejado con uruguaya hija de vascos franceses y segundo hijo de Mario Tomás y Juana Sosa, agricultor él y mestiza ella con ascendencia española y tehuelche.

No del todo feliz, la infancia de Perón transcurre en la desolada y ventosa costa atlántica de la Patagonia (Camarones, provincia de Chubut). Parajes que templarán su espíritu y resistencia física. Con algún retraso termina la escuela primaria en colegios de Buenos Aires y a los 15 años ingresa al colegio militar, donde destaca en esgrima, deporte que, sin sospecharlo, será de gran utilidad en su carrera política.

El día en que Perón recibe el grado de subteniente de infantería su padre le regala tres obras que siempre lo acompañarán: Martín Fierro (biblia de la literatura argentina); Vidas paralelas, de Plutarco, y Consejos de lord Chesterfield a su hijo Felipe de Stanhope, texto similar a El Príncipe, de Maquiavelo, aunque en lugar de las cosas del poder trata de las relaciones entre los hombres y sus obsesiones.

Prestando relativa atención a los vaivenes del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-22), apoyado por las capas medias urbanas y pequeños productores agrarios, el joven oficial concentra su interés en la guerra mundial (1914-18), lee tratados militares, historia independentista de América hispana y hasta publica (con seudónimo) un par de comedias de teatro.

En 1929 se casa con la concertista de guitarra María Aurelia Tizón, recibe el diploma de oficial del Estado Mayor y es nombrado profesor en la Escuela Superior de Guerra. El 6 de septiembre de 1930 Perón participa en el golpe militar contra el segundo gobierno de Yrigoyen, y muchos años después, en el exilio y con motivo del asesinato del Che en Bolivia, escribe en Carta al Movimiento Peronista:

“Fui un juguete del destino…Yo mismo, siendo un joven oficial, participé del golpe que derrocó al gobierno popular de Hipólito Yrigoyen. Yo también fui utilizado esa vez por la oligarquía” (24 de octubre de 1967). Tragedia que ya había comentado en un discurso de 1953: “El presidente Yrigoyen fue el primer presidente argentino que defendió al pueblo, el primero que enfrentó a las fuerzas extranjeras y nacionales de la oligarquía… Y lo he visto caer ignominiosamente por la calumnia y los rumores”.

Ideología y política

Fijar las influencias de Juan D. Perón desde los paradigmas ideológicos, culturales y políticos de Europa y Estados Unidos conduce a los típicos ejercicios de la pedagogía neocolonial. Que no otorga becas Fullbright, si el intento prioriza la influencia de movimientos como el febrerismo paraguayo, el nacionalismo revolucionario del boliviano Gualberto Villarroel y el mexicano Lázaro Cárdenas, la obra social del presidente de Chile Don Tinto (Pedro Aguirre Cerda) o el pronunciamiento de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, cuya consigna fue: Somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre (Forja, 1935).

Pero siempre habrá becas y micrófonos para los internacionalistas que caracterizan las ideas de Perón en función del nazifascismo europeo y que desde el decenio de 1930 nunca supieron qué hacer frente a la debacle de la revolución rusa, la traición de la revolución alemana, la derrota popular en España y los espasmos ideológicos de la socialdemocracia. Simultáneamente, civiles y militares patriotas de Argentina y América Latina se preguntaban en el decenio de 1930:

Primero, ¿cuán democrático es un sistema político de izquierda o derecha que en aras de un futuro hipotético posterga o niega los derechos de los trabajadores condenándolos a la miseria?

Segundo, ¿a qué soberanía puede aspirar un país semicolonial y dependiente que carece de industria pesada?

Tercero, ¿a cuáles sectores convocar para emprender la magna obra de un proyecto de liberación nacional y social? ¿Sólo a los trabajadores organizados o, junto con ellos, las capas medias y bajas que también resienten la exclusión de las oligarquías nativas asociadas con la dominación imperialista y neocolonial?

Cuarto, ¿puede un país nominalmente independiente como Argentina tolerar que un vicepresidente lo considerase “…parte integrante del imperio británico”? (Julio A. Roca, hijo, 10 de febrero de 1933).

Poder y revolución

Perón fue agregado militar en Chile y tras el fallecimiento de su esposa pasó dos años becado en Italia, donde observa de cerca las políticas de Hitler, Franco y Mussolini. A su regreso (1941) dicta algunas conferencias en la Escuela Superior de Guerra y, en suma, dice lo siguiente: Supe, en Europa, lo que no hay que hacer. Sospechado de comunista, sus superiores lo envían castigado a un destacamento de Mendoza.

Dos años después integra el llamado Grupo de Oficiales Unidos (GOU), logia que el 4 de junio de 1943 acaba con el gobierno del fraude patriótico, clavando un puñal en la idílica Argentina pastoril, ganadera y semicolonial. Sin embargo, en el GOU se debatían tres corrientes bien delimitadas: nazifascistas, aliadófilos y la de Perón, neutralista.

En febrero de 1944 el general Edelmiro Farrell desaloja de la presidencia al general profascista Pedro Pablo Ramírez. El secretario de Estado Cordel Hull acusó al gobierno argentino de convertir al país en el cuartel general nazi del hemisferio occidental. Y como Bin Laden no había nacido y los comunistas eran aliados de la democracia de Washington, acusó a Farrell de fascista, pero asegurando que la masa del pueblo era democrática.

En el reparto del poder, Perón pidió lo que nadie quería: el Departamento Nacional del Trabajo. Desde allí inicia sus contactos sindicales y empieza a ejecutar por decreto buena parte de los proyectos de ley que llevaban décadas apolillándose en los cajones de los parlamentarios socialistas: regularización de la oferta y demanda de trabajo, estabilidad laboral, convenios colectivos, rebaja de los alquileres, estatuto del peón, pago de los días feriados, vacaciones obligatorias, indemnización por accidentes de trabajo, beneficios jubilatorios, etcétera, etcétera.

Ave Fénix

Perón ganó democráticamente las elecciones presidenciales en tres ocasiones (1946, 1951, 1973), con más de 52, 63 y 61 por ciento de votos, respectivamente. Derrocado en 1955 por un sangriento golpe cívico-militar, luchó 18 años en el exilio, volvió al país por exigencia de su pueblo y la muerte lo sorprendió el primero de julio de 1974, durante la tercera presidencia.

Al día siguiente, el periódico Noticias, de la Juventud Peronista y la organización político-militar Montoneros (100 mil ejemplares), publicó en primera plana y grandes letras la palabra Dolor, con un breve texto de Rodolfo Walsh:

El general Perón, figura central de la política argentina en los últimos 30 años, murió ayer a las 13:15. En la conciencia de millones de hombres y mujeres la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá del fragor de la lucha política que lo envolvió, Argentina llora a un líder excepcional.

El historiador Rodolfo Puiggrós, de grata memoria en México, le había dicho a Perón en su exilio de Madrid: Usted, como el Cid Campeador, va a ganar batallas después de muerto. Su imagen va a ser recogida por las nuevas generaciones y va a ser olvidada por quienes se acercan a usted por intereses inmediatos.