jornada


letraese

Número 216
Jueves 3 de Julio
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




Oscar Barrera Sánchez*

La genealogía del pensamiento:
30 años sin Michel Foucault

Pocos pensadores en siglo XX y lo que va del XXI han tenido tanta influencia en el pensamiento occidental y oriental, en la vida académica y en los movimientos de liberación como Michel Foucault, a quien todavía es difícil clasificar en las estanterías de las bibliotecas, en los muebles de las librerías y en la propia filosofía, historia, psicología, criminología, entre otras disciplinas, de la modernidad o de la posmodernidad.

El pensamiento del nativo de Poitiers, aún con su vasta obra publicada, no cesa. Recientemente, más de 20 mil fojas de manuscritos fueron entregadas al archivo bibliográfico francés. Nada ha pasado. Los estudios arqueológicos, genealógicos y éticos podrían complementarse, contradecirse, romperse; el discurso discontinuo tendría un nuevo vuelco, como el que él ocasionó al pensamiento occidental, civilizatorio, moderno. Producto del devenir nietzscheano, Foucault puso en entredicho en una sola página de Historia de la locura en la época clásica, el fundamento de la modernidad: la razón cartesiana.

A Foucault no le interesaba el poder en sí. A él le importaba cómo el individuo se convertía en sujeto del discurso, de los saberes eruditos, del poder. De igual forma, como ese sujeto, a su vez era objeto de la mirada penetrante, casi invisible, pero capaz de ver, observar, analizar, diseccionar el espacio más íntimo de cualquier lugar y de cualquier hombre o mujer. La mirada panóptica de la modernidad, esa que todo lo ve, era la solución ante la virtual indisciplina en la escuela, la fábrica, el convento y la cárcel. Hoy es el pan nuestro de cada día: telefonía celular, videocámaras en todas las calles, satélites, microcámaras, nos miran incesantemente y, si no lo hacen ellas, lo hacemos nosotros mismos.

Asimismo, Foucault evidenció el poder ejercido desde el sí, ese que es sutil, que penetra en el cuerpo como fuego, que transita como arácnido en la tela de una retícula. El poder que no se tiene, que no es exclusivo de una clase social ni del estado ni de la ley, que no reprime ni domina solamente, que no es bueno ni malo, el que se ejerce. Poder que se ejecuta con las campañas de buena alimentación y lucha por un cuerpo deseable, de eliminación de la sal de los restaurantes, de fotografías de fetos y pulmones carbonizados en las cajetillas de cigarros, de influenza y prohibición de besos y saludos. Biopolítica y anatomopolítica como ontología del presente.

Las prácticas de libertad, la resistencia, la ética como estética de la existencia lo alcanzó. El límite de su vida fue llevar la vida al límite, vivir la experiencia como un hápax existencia, mostrar como la lámpara de Diógenes la necesidad de pensar de otro modo, de jugar estratégicamente con los dispositivos de control, con las disciplinas y con las instituciones como un outsider, un guerrillero o un muyahidín ante las sociedades disciplinarias y de control.

Hace 30 años, el 25 de junio de 1984, se fue quien por algún tiempo puso de cabeza al pensamiento moderno, ya fuera positivista, marxista o psicoanalítico. Michel Foucault no dejó teoría, no tenía proyecto. Optó por seguir a Jomeini; por decir que Edipo no era el que no sabía, sino el sabía demasiado; que Marx no se había equivocado, pero sí los marxistas. Él, Foucault, se atrevió a pensar de otro modo.

* Profesor de la Maestría en Saberes sobre Subjetividad y Violencia, en el Colegio de Saberes, con la clase Saber, poder y sociedad: Michel Foucault.


S U B I R