Opinión
Ver día anteriorMartes 8 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Atribuciones incómodas
H

ay obras que no necesitan documentación aunque pertenezcan a colecciones privadas. Por ejemplo, una mixiografía de Tamayo de colección particular, catalogada en el registro que llevó a cabo Juan Carlos Pereda, no necesita por parte del propietario un documento que la autentifique y en ese caso están otras piezas, ya sea de artistas consagrados v.gr. como Francisco Toledo, que de artistas reconocidos con muchas exposiciones y catálogos en su haber. Pero si alguien es propietario pongamos por caso de un José Clemente Orozco o de un Siqueiros inédito, antes de intentar su venta o proponer su exhibición, necesita autentificarlo en la medida en que esto es posible aunque eso no siempre pueda lograrse, lo que a veces llega a concretarse es lo que se titula atribución, condición que no equivale a autentificación.

La personalidad artística mexicana con mayor número de certificaciones y también de atribuciones falsas es sin lugar a dudas Frida Kahlo, las razones están referidas no únicamente a la alta cotización que ofrecen hasta sus esquemas más sencillos o sus recados manuscritos, sino también a la construcción del personaje, que como lo han ejemplificado las exposiciones que se le han dedicado, incluidas las que tienen calidad de suplementos de objetos, como lo son las muy espectaculares presentadas con museografía de punta en el Museo Frida Kahlo de Coyoacán. Todavía se encuentra en vigencia la titulada Las apariencias engañan.

En vísperas del recordatorio conmemorativo que ofrecí junto con el joven especialista Alberto Alavez en el propio museo el 4 de julio, recibí un elenco de imágenes proporcionadas por un periodista investigador. Corresponden a la exposición que tuvo lugar en el departamento de arte de la Universidad Anáhuac, después exhibidas en el Museo de Arte Contemporáneo del Estado de México, uno de cuyos fundadores y auspiciadores señeros es el maestro Luis Nishizawa, un auténtico experto en materialidades que actualmente guarda lúcido y tranquilo semirretiro como decano de los pintores mexicanos.

Las obras en cuestión, a diferencia de como suele ocurrir con otros artistas, en el caso de Frida Kahlo suelen detectarse de primer embite, tal vez debido al hecho de la inextinguible cantidad de falsificaciones con las que muchos nos hemos topado, varias de ellas publicadas aunque no necesariamente avaladas como auténticas por los propios autores que las promovieron. Me refiero sobre todo a las integradas a Finding Frida Kahlo, aunque no únicamente a éstas. Las imágenes observadas recientemente corresponden a obras integradas a una misma colección particular que no fue lo suficientemente pesquisada por los organizadores de las exposiciones mencionadas, pero que siguen provocando cuestionamientos severos, que conocí no sólo a través del periodista investigador, autor de una nota publicada en conocido diario capitalino, sino asimismo por la directora del Anahuacali y del Museo Frida Kahlo de Coyoacán, Hilda Trujillo, quien capitanea la minuciosa labor de documentación que se lleva a cabo allí. Las imágenes de Kahlo son a todas luces fabricaciones hechas a partir de otros cuadros suyos, cosa con la que es común toparse, pero para colmo se integra también una imagen supuestamente de Diego Rivera que ya no es sólo un intento fallido de falsificar, sino un ultraje al artista en cualquiera de sus etapas.

A esa experiencia se sumó otra también reciente. Lo que sigue es un respetuoso comunicado a don Carlos Slim, pues está referida a mi más reciente visita al Museo Soumaya de Plaza Carso. En la planta baja se exhiben como muestra temporal, aunque de acervo, una serie de madonas con cédulas que las asignan a Filipino Lippi y a Botticelli; otra se ostenta como copia de un original de Pontormo, a su vez derivada de un Da Vinci. Yo no objetaría que la ilustración museística de un periodo a través de copias, glosas o versiones, siempre y cuando no se haga alegando autenticidad en las cédulas, en este caso exhibidas como originales de algunos de los más conocidos pintores del Renacimiento Temprano, hay además un supuesto Ghirlandajo que hasta da risa, aunque en este caso se aclare que es copia de una famosa pintura de la National Gallery de Londres. Se indica la procedencia de cada obra. Todas fueron adquiridas en subastas o en Agnus de Londres y antes pertenecieron a aristocráticas (sic en una de las cédulas) colecciones privadas pero el hecho de que un cuadro provenga de una venta en Christie’s o en Sotheby’s no equivale a autentificación, como de consabido se advierte en los catálogos correspondientes. Por contraste en la sala Rodin se muestran obras posimpresionistas que pueden ser vistas por el envés. Éstas, no muy notables ni muy famosas, sí son mayormente acordes con sus respectivas cédulas: Georges Rouault y Edouard Vuillard, entre otros. En este caso uno puede rodear el cuadro, el envés muestra los sitios en los que la pieza se ha requerido para exposición y eso es buen indicio de legitimidad, pues vincula museos o instancias de primera línea en cuanto a pormenores de investigación y nivel curatorial.