Opinión
Ver día anteriorViernes 11 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¡Son niños!

Llega la noche y no encontré un asilo/ ¡y tuve sed!... ¡y mis lágrimas bebí!/ ¡Y tuve hambre!/ ¡Los hinchados ojos/ cerré para morir!/ ¿Estaba en un desierto?/ Aunque a mi oído de las turbas llegaba el ronco hervir/ yo era huérfano y pobre… El mundo estaba/ desierto ¡para mí!

Gustavo Adolfo Bécquer (Obras completas, Aguilar, 1969)

L

os acontecimientos y circunstancias de la crisis humana de los niños y migrantes –mexicanos y centroamericanos– en el intento de ingresar a Estados Unidos dan lugar a múltiples especulaciones e hipótesis en torno a la evolución, curso y consecuencias a las que ha dado lugar. Son muchos los calificativos que podrían serle aplicados. Más el lenguaje, la palabra, nunca termina de dar cuenta de aquello que se escapa, se oculta y sin embargo es el centro del problema. Aquello que por enigmático e imperceptible no resulta descifrable.

No obstante si atendemos a lo percibido por los sentidos aunado a nuestra interioridad, existen posibilidades de establecer algunas lecturas de los hechos.

En este recuento de daños en aumento, sea cual sea el desenlace, prevalece una dolorosa sensación de desamparo ante la situación que están viviendo y viven los niños migrantes en su paso a Estados Unidos y los caminos que los llevan.

Una sensación de desconfianza y miedo recorre y se desliza en las negociaciones entre países (no sólo somos país de tránsito, somos también expulsores de migrantes. Rayuela, La Jornada, 9 de julio).

Como en El castillo de Kafka, la cima no es el fin, sino lo inaccesible. Una puerta conduce a otra, y tiene un secreto que oculta otro secreto… siempre quedará lejos mientras sigamos hablando… Una desconfianza que hace interminable cada punto, cada coma, cada pausa, cada palabra, que pueden ser llevados al infinito.

Desconfianza en los límites del encuadre (tiempo, lugar, personas, formas de expresión, respeto mutuo) que a su vez se tornan ilimitados. Desconfianza en el orden para plantearse los temas. Reflejo de experiencias en que es abolida la conciencia, abierta a lo inimaginable, promotora de severos matices persecutorios y querulantes y proscribe palabras que corresponderían a su dominio.

Desconfianza que pone de manifiesto un abismo construido de desconfianzas mutuas entre autoridades migratorias y ejecutivas de naciones en desacuerdo y el lenguaje (diálogo) es motivo de interminables sospechas. La falta de confianza básica no hace más que poner de relieve el instante, los instantes trágicos, en que el sentido se destruye.

Desconfianza que habla de algo inaprensible, de una ruptura que surge del interior mismo de las palabras y en fisuras de las mismas palabras; en que se escapa el sentido al transformar lo real en expresiva mudez. Las palabras existen independientemente de lo que expresan, desligadas de contenido, disociadas y escindidas del significado.

La desconfianza revelada en –silencios, rupturas del diálogo, inasistencias– es el sello característico de la impotencia (omnipotencia) recíproca frente al doble discurso sin legitimidad racional.

Cuando la visión no encuentra representación se inmoviliza –el horror, el pánico, la parálisis–, la palabra desaparece, se congela, y un penoso esfuerzo de querer decir se desmorona frente a la negación cultural del rechazo del diferente.

La palabra no es sino el signo de un pensamiento, la imaginación la dota de representación del objeto no presente, lo que requiere en un encuadre, un reconocimiento del otro. No siendo así, la palabra opera de manera hueca, sin eco, sin resonancia, tumultosa, sin referente y sin destinatario; ello se traduce en actuaciones irracionales, verbalizaciones como mera descarga, en lugar de actos racionales precedidos por la reflexión producto de un acto de pensamiento complejo.

Se incuba allí la desconfianza que impide reconocer que el lenguaje cubre la angustia y el miedo a lo incognoscible… El poder de lo que está en juego excede al poder de lo que se dice… cada palabra tirando de otra, creando una base de significación que la desplaza. Y las palabras sugiriendo, puntuando, haciendo sospechar…