“Los Rarámuri de Baqueachi
siguen luchando por su territorio”:
Estela Ángeles Mondragón

Los titulares del Tribunal Superior Agrario tienen en sus manos la posibilidad de devolver el territorio al pueblo rarámuri del ejido Baqueachi, en Chihuahua, envuelto en una disputa con los acaudalados ganaderos mestizos de Carichí que desde hace al menos 80 años invadieron sus tierras. El asunto legal llegó a la Ciudad de México, pues una reciente resolución que ordenó la devolución de las tierras a sus legítimos dueños es objeto de un recurso de revisión por parte de los mestizos invasores. “Ellos no quieren que pase la resolución, pues vendrían muchos más procesos para que dejen toda la tierra que tienen invadida”, valora la abogada del ejido, Estela Ángeles Mondragón.

“Pretenden cansar a los de Baqueachi, pero lo importante es que ellos siguen peleando por su territorio”, destaca la abogada, viuda de Ernesto Rábago Martínez, asesinado en 2010 en el contexto de la defensa del ejido. En la resolución de esta disputa se juegan no sólo el respeto a la tierra de los pueblos indígenas, sino la posibilidad de que estos disfruten de los propio, sigan con su trabajo de conservación en los parajes degradados por los ganaderos, que sus propietarios legítimos dejen de migrar a las ciudades para pedir kórima (ayuda) y “que otros pueblos vean que la tenacidad da resultados”, valora Ángeles Mondragón.


Trabajadoras de la maquila, Tijuana, 2005.
Foto: William T. Vollman

No es la primera batalla legal que emprenden los de Baqueachi. Estos rarámuri pelean con las leyes y a través de distintas demandas la restitución de cerca de 25 mil de las 44 mil hectáreas de las que los dotó una resolución presidencial hace 86 años. Las primeras demandas fueron interpuestas ante ministerios públicos (que se dedicaron más a perseguirlos que a resolver el fondo del asunto, recuerda la defensora), pero la creación de los Tribunales Agrarios en 1992 “les dio por primera vez la esperanza de lograr justicia en su defensa del territorio”, relata la abogada.

Los rarámuri emprendieron la defensa de sus tierras ante los invasores prácticamente desde que se conformó el ejido, en 1928, lo que les ha costado no sólo el asesinato del abogado Rábago, sino permanentes amenazas y hostigamiento a sus autoridades ejidales y tradicionales, el desplazamiento de los rarámuri por no tener tierras para trabajar y la deforestación de sus bosques y pastizales por el ganado de los mestizos. “Imagina además lo que es que te acusen de despojo por entrar a tu territorio, o de robavacas por echar al ganado que se come tu maíz”, detalla la abogada.

La tribu tarahumara de Baqueachi, por su modo de vida seminómada, no contó con títulos primordiales que reconocieran sus tierras comunales, pero la resolución presidencial de 1928 reconoció su indudable posesión del territorio desde tiempos ancestrales y definió a la conformación el ejido como la forma posible de restituir las tierras de estos rarámuri. “Ellos siguen viviendo y trabajando la tierra de forma comunal y de acuerdo a sus usos y costumbres”, señala Ángeles Mondragón.

Baqueachi se decidió por la defensa legal y pacífica de su tierra y resistió a quienes los incitaron, en algún tiempo, a destruir las edificaciones ilegales de los ganaderos. “Y con la ley lo hemos podido sacar adelante”, indica Ángeles Mondragón, acompañante también de otras comunidades rarámuri. En diversas ocasiones han ganado litigios que ordenan la devolución de porciones de la tierra invadida, aunque en ocasiones los ganaderos vuelven a invadir, como ocurrió con el paraje Mesa del Águila.

A finales de mayo de 2014, el Tribunal Agrario Unitario emitió una sentencia que obliga a la restitución de algunos predios invadidos por los ganaderos. Ésta se dictó de acuerdo con la legislación internacional, particularmente el Convenio 169 de la OIT, pero el 28 del mismo mes, los invasores solicitaron un recurso de revisión, que ahora deberá resolverse en tribunales de la Ciudad de México. Lo que se juega en esta demanda no es tanto la cantidad de hectáreas (son cerca de 500 las comprendidas en esta ocasión, y en otros litigios han peleado hasta 7 mil), sino el precedente de que se logre justicia a través de la vía legal y la persistencia de la tribu, sostiene la abogada.

La fuerza de la impunidad. Los 32 ganaderos que desde hace decenios invaden y explotan las tierras de los rarámuri no cuentan con título de propiedad alguno que avale su permanencia en este territorio del estado de Chihuahua. Lo que permite que sigan deforestando las tierras del pueblo indígena es “el poder económico, la fuerza y la impunidad. Están acostumbrados a hacer de todo, muchas veces solapados por los tres niveles de gobierno”, resume la defensora, quien resalta la agresividad mostrada por algunos de ellos y su negativa a conciliar con la comunidad titular de las tierras.

En primer lugar de la lista de ganaderos invasores —y siempre presentes sus nombres cuando se habla de los atentados contra la tribu o sus defensores— se encuentran Jesús María Sandoval Espino y Juan Manuel Romero Miranda, pero se agregan a la lista nombres como Oscar Arévalo Quezada, Luis Armando Olivas Muñoz, Francisco Socorro Olivas Muñoz, Luis Martínez Olguín, entre otros. A los primeros dos se atribuyen las amenazas de muerte contra los defensores y las autoridades ejidales de Baqueachi —las investigaciones de esos hechos, informa la abogada, no han dado absolutamente ningún resultado, a pesar de que ella misma aportó una indagación propia.

En 2009, las amenazas contra los defensores llegaron al punto de decirle a la abogada que la enviarían “en estuche” a su tierra, Chiapas, “por ser zapatista”, recuerda. Su despacho fue incendiado con dos bombas molotov, su hija fue balaceada y en 2010 su esposo fue asesinado. Estela Ángeles enumera también las temporadas en las que no podían pasar por Carichí, pues la policía municipal los perseguía a ellos y buscaba a las autoridades indígenas por acusaciones fabricadas por los invasores mestizos.  Además, los ganaderos más agresivos suelen mostrarse armados, pero cuando aparece la autoridad, relata la abogada, no les encuentran nada.

Recuperar el territorio. Entre los predios invadidos por los mestizos dentro del ejido se encuentran Ocórame, Werachi, Sarabéachi y Mesa del Águila, entre muchos otros. Éste último es  el objeto de la disputa actual en el Tribunal Agrario. “Su importancia no es tanto por la cantidad, sino por demostrar que se puede ganar con la ley en la mano”, aclara la abogada. El predio conocido como El Divisadero fue ganado en tribunales por los rarámuri en 2008, pero fue invadido nuevamente por los ganaderos. Y lo que sucede es que los invasores entran a un paraje, acaban con él por el pastoreo intensivo y la tala, y luego se trasladan a otro, con lo que dejan las tierras indígenas destruidas.  

Luego de la pelea legal, “lo que sigue es recuperar esas tierras y echarlas a trabajar, así los rarámuri de Baqueachi tendrán la posibilidad de dejar de migrar a las ciudades y pedir kórima”, finaliza la abogada.

Entrevista: Adazahira Chávez