Debate científico

Que se lleven sus transgénicos
a otra parte


Limpiadora en un restaurante de comida rápida
a una cuadra de la frontera, Calexico, ca. 2001.
Foto: William T. Vollman

Renzo D´Alessandro

El 3 de julio de 2014 apareció en la revista Nature, supuesta meca de la ciencia estadunidense y mundial, un artículo de divulgación de Laura Vargas-Parada, bióloga de la UNAM y periodista: “Maíces transgénicos dividen a México. Los retos legales de los cultivos transgénicos han creado una escisión en la comunidad científica del país”1. De entrada, refuta una lucha científica que lleva más de 13 años, originada en 2001 con una publicación de Quist y Chapela en la misma revista Nature(“Transgenic DNA introgressed into traditional maize landraces in Oaxaca, Mexico”). La articulista considera “activistas” a los científicos que se oponen a los transgénicos (“casi un año después de que activistas desafiaran los derechos de los científicos a sembrar experimentalmente plantas genéticamente modificadas”, escribe).

El cuerpo de académicos y científicos que se opone a los transgénicos y ha reunido evidencias en todo el mundo, no propone argumentos ideológicos. El más notorio ha sido Gilles-Eric Seralini, cuyo trabajo fue retirado de la revista Food and Toxicology después de ser desacreditado por una comunidad pro-transgénica y coludida de presuntos biológos, por lo que fue republicado hace unos días2.

Vargas-Parada decide ignorarlo y se enfoca en un breve recuento del recorrido legal del amparo colectivo contra la siembra comercial de maíz. Pasa por alto las denuncias de la empresa Monsanto por “falta de imparcialidad” después de que el magistrado Jaime Manuel Marroquín Zaleta suspendiera, con base en la medida precautoria de la propia Ley de Bioseguridad, el otorgamiento de siembra que Cibiogem, Sagarpa y Semarnat estaban por autorizar (Proceso, 1 de mayo, 2014). La apelación, apoyada por Semarnat y Sagarpa, es fundamental para demostrar el enorme conflicto de intereses y la visibilidad del lobby biotecnológico en instituciones públicas y empresas para liberar los organismos transgénicos.

Es imperdonable que el tema de los conflictos de intereses esté ausente, siendo uno de los argumentos en la disputa entre comunidades científicas del país.Los conflictos de intereses no son nuevos, pero el tema se reabre tras las recientes declaraciones de Francisco Bolivar Zapata, y otras anteriores como las de “los Soberón” (todos, personajes enclavados en la unam). El caso más connotado fue el de Mario Soberón, vehemente defensor de los transgénicos quien tiene un rol de juez y parte en la investigación sobre estos organismos, o Sol Ortiz, ex asistente e investigadora del ine, quien por auto-refutarse y negar la contaminación transgénica expuesta por Chapela y Quist fue premiada con la dirección de Cibiogem.

Vargas-Parada se pretende neutral, pero presenta argumentos de científicos favorables a los transgénicos sin cuestionarlos como periodista: “El Cinvestav [Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional] está creando una variedad llamada ciea-9, que requiere sólo dos tercios del agua que demanda la planta normal”. Esta estrategia, al decir de su entrevistada, la investigadora Beatriz Xoconostle, “es una manera de salvar muchas de nuestras variedades locales”3.

Si se diseñan transgénicos para los pequeños productores milperos (los garantes y reproductores de la biodiversidad de maíces nativos), inevitablemente se contaminarán sus variedades nativas. Adicionalmente, se crea una doble pérdida si se quita la semilla a los minifundistas milperos para darles variedades que requieren menos agua en un año de lluvia abundante.

Los transgénicos no están diseñados para trabajar en zonas de baja productividad. Los estudios existentes sobre el punto muestran que la estrategia de adaptación al cambio climático por la vía de los transgénicos es científicamente equivocada: “Los pequeños hogares campesinos del sur de México pueden sufrir un desproporcionado impacto negativo si las tecnologías transgénicas se privilegian como respuesta al cambio climático”, como concluyó un estudio de Mercer, Perales y Wainwrith4.

Vargas-Parada retoma la argumentación de lo que implicaría para México, en términos productivos, utilizar maíces transgénicos para la alimentación, pero ignora la importante carta abierta del doctor David Schubert, especialista del Instituto Salk, dirigida al presidente Enrique Peña Nieto, en la que advierte conflictos sociales, agronómicos, alimentarios y de riesgos a la salud ligados a los datos que maneja, después de 30 años de experiencia como investigador5.

La periodista considera un logro que los científicos mexicanos del Cinvestav estén experimentando fuera de México sus transgénicos. Mejor que lleven la tecnología a donde la alimentación de la población no sea el maíz; más aún que México es centro de biodiversidad del grano.

Al cierre del artículo, la entrevistada Xoconostle demuestra no ver un problema con las rigurosas políticas: “Estoy feliz de que existan estrictas exigencias regulativas que no permiten cultivar los cultivos genéticos”. La aseveración preocupa en vez de tranquilizar, pues en 2012 fue la misma Xoconostle quien alentó —en un foro organizado por la usaid— a los soyeros a continuar la siembra de soya transgénica en Tapachula, Chiapas, a pesar de la prohibición que habían interpuesto apicultores del sur de México.

Resulta lamentable que la revista Nature sirva para exponer los conflictos de intereses no científicos detrás de un sector (ese sí activista), financiado con fondos públicos para fomentar el avance del lobby biotecnológico.


El autor es doctorante en Sociología en la Universidad Paul Valery (Montpellier, Francia) con el tema “Las formas indígenas de conservación de maíces nativos”.

1.  Nature
2.  Seralini et al (2014) “R epublished study: long-term toxicity of a Roundup herbicide and a Roundup-tolerant genetically modified maize”, Environmental Sciences Europe 2014, 26:14 (24 de junio). Valen la pena los comentarios del propio equipo de Seralini, sobre el conflicto de intereses y la censura en el episodio
3.  “Climate change and the transgenic adaptation strategy: Smallholder livelihoods, and maize landraces in Mexico”, Global Environnmental Change, número 22)
4.  Para ver un acto de manipulación se recomienda el debate en OnceNoticias (octubre de 2013) donde Beatríz Xoconoxtle presenta como “evidencia científica” de la baja productividad de los criollos (o nativos) un olote viejo y diminuto, como queriendo exponer que ésa es la realidad de los maíces nativos, y el debate.
5.La postura de un experto contra el maíz transgénico, y DSchubertEngl.pdf