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Tabaco, balas y libros
A

rquitectura e historia sin par tiene la impresionante construcción conocida como La Ciudadela. Ya hemos hablado de su actual uso como la Ciudad de los Libros y la Imagen; por muchos años llevó por nombre Biblioteca México y después Biblioteca José Vasconcelos.

En una crónica mencionamos que el nuevo apelativo obedece a que se adaptó un espacio para albergar las bibliotecas de cinco destacados intelectuales ya fallecidos: Alí Chumacero, Jaime García Terrés, Antonio Castro Leal, José Luis Martínez y Carlos Monsiváis.

Hoy vamos a hablar sobre la historia del edificio, que se remonta al 20 de abril de 1776, cuando por orden del rey se aprobó la construcción de la Real Fábrica de Tabaco. En 1792 se le encargó la construcción del edificio al arquitecto Antonio González Velázquez, primer director de arquitectura de la Academia de San Carlos. Finalmente la obra fue iniciada, sin planos definitivos, por el ingeniero Miguel Constanzó en 1793; entre múltiples suspensiones, el inmueble se concluyó en julio de 1807.

El edificio se alzó al suroeste de la ciudad y abarcó una superficie de 28 mil metros cuadrados. Se usaron tezontle, piedra basáltica y cantera chiluca. Su forma cuadrangular y sus espacios obedecieron a los procesos de producción. La Gazeta de México de 1807 publicó que el inmueble de un nivel contaba con 12 fuentes, 17 patios para secar el tabaco, habitaciones y almacenes, entre otras instalaciones.

La guerra de Independencia puso fin a la vocación original del edificio y lo transformó en cárcel militar, aprovechando la forma de fortaleza que tuvo desde su construcción. Uno de sus prisioneros más ilustres fue José María Morelos y Pavón, quien después de ser capturado y sometido a juicio para despojarle del fuero eclesiástico, llegó al inmueble para ser enjuiciado bajo el orden civil. Casi un mes después, el 21 de diciembre de 1815, se emitió su sentencia de muerte y en la madrugada del día siguiente salió hacia San Cristóbal Ecatepec para ser fusilado.

En 1816, durante la guerra de Independencia, el edificio fue destinado para el depósito y la fabricación de armas y parque. A la par de estas funciones, recibió a la caballería real en sus patios y comenzó a tomar forma de bastión militar. Fue entonces que se le bautizó con el nombre de la Ciudadela.

Consumada la Independencia, el inmueble tuvo distintos usos, siempre de carácter militar. El edificio fue testigo de constantes sublevaciones y disputas por el poder. Entre otras, la del general José Urrea, en 1840, contra el gobierno de Anastasio Bustamante.

Un lustro más tarde se convirtió en el bastión de las tropas encabezadas por el general Mariano Paredes y Arrillaga, que derrocaron al presidente José Joaquín Herrera. Durante la Decena Trágica en febrero de 1913, un grupo de rebeldes comandados por los generales Félix Díaz y Manuel Mondragón la ocupó por la fuerza, se atrincheró y resistió los ataques de las tropas maderistas. Aquí asesinaron brutalmente a Gustavo Madero.

Durante la Revolución fue escenario de múltiples disputas para conquistarlo y usarlo como refugio de rebeldes y almacén de armas. El uso bélico de La Ciudadela concluyó para siempre cuando en 1946 se inauguró como biblioteca, bajo la dirección de José Vasconcelos.

Los diversos arquitectos que lo han intervenido a lo largo de los años, entre ellos, Abraham Zabludowzky, han tenido el cuidado de respetar su soberbia arquitectura en estilo neoclásico. Así, además de disfrutar sus instalaciones bibliotecarias y actividades culturales, se puede apreciar el notable diseño del espacio, que es uno de los más bellos y grandiosos de la ciudad. Actualmente la dirige el brillante poeta Eduardo Lizalde.

En la cercana calle de Lucerna en el número12 se encuentra El Círculo del Sureste, que por más de medio siglo nos ha agazajado con exquisita comida yucateca: sopa de lima, queso relleno, frijol con puerco, cochinita pibil, papadzules, panuchos y muchas delicias más.