Espectáculos
Ver día anteriorJueves 24 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Gabriel Figueroa me dejó el mote, señala Ismael López, intérprete del personaje

Mi paso por el cine duró tanto como mi niñez, dice Poncianito, rostro de la época de oro

Río escondido fue la primera de unas 30 películas en las que trabajé, comenta

El Indio Fernández lo protegió y María Félix me quería mucho; en ese entonces era sencilla, afirma

 
Periódico La Jornada
Jueves 24 de julio de 2014, p. a11

Mi paso por el cine duró tanto como mi niñez. Crecí y ya no me contrataron, expresó Ismael López Arce, cuyo personaje le dio un lugar en la llamada época de ro del cine nacional: Poncianito Reyes, que vivió en historias protagonizadas por María Félix y Jorge Negrete, entre otros.

Habla con La Jornada en la cafetería de la Cineteca Nacional, adonde acude de vez en vez, cuando se proyecta alguna película en la que trabajó o aparece alguna de las estrellas con las que actuó, como Arturo de Córdoba.

“Poncianito nació en una obra de Emilio Indio Fernández: Río escondido, la primera en la que estuve”.

López Arce y Siu, quien también uso el nombre artístico de Ismael Pérez, nació en la colonia Guerrero del Distrito Federal, el 9 de junio de 1941. A los cinco años comenzó su carrera actoral en la citada cinta de El Indio Fernández, quien se volvió su protector. Por su buen desempeño el director lo llamó para trabajar en Maclovia (1948), Víctimas del pecado (1951), La bienamada (1951), Siempre tuya (1952) y La rebelión de los colgados (1954).

Mención aparte merece su participación en la considerada mejor cinta del Indio: Pueblerina (1948), con Columba Domínguez y Roberto Cañedo. Se volvió uno de los rostros infantiles que con más frecuencia apareció en el cine mexicano.

A la par de sus trabajos con Fernández, participó en películas como Soy charro de levita (1949) y El rey del barrio (1950), con Germán Vadés Tin Tan; Inmaculada (1950), de Julio Bracho, y Bullfighter and the Lady (1951), su única aparición en el cine estadunidense.

El camino de la vida, su última película

Otras son El papelerito (1951), La bestia magnífica (1953), con Miroslava, y Orquídeas para mi esposa (1954), con Marga López y Jorge Mistral. Su última cinta fue El camino de la vida (1956).

Considerado grande para papeles infantiles, Ismael Pérez fue relegado, por lo que se retiró del ambiente cinematográfico. Gabriel Figueroa fue quien me dejó el mote de Ponciano. Eso marcó parte de mi vida, porque fue en los comienzos de mi niñez.

Recuerda con cariño a gente de esos días: “El Indio Fernández me mimaba, creo que porque yo era dúctil para su manera de trabajar. Me guiaba por sus instrucciones. Con Tin Tan hice Soy charro de levita y El rey del barrio. En ese entonces no los veía como las figuras que ahora sé que son.

“María Félix me quería mucho; me trataba bien por ser el niño, el chiquito. Nos ponían a ensayar y no era dura conmigo; al contrario, me ayudaba en la escena. En ese entonces, era muy sencilla, sin la dureza que adquirió a partir de Doña Bárbara. Su personalidad era amable, no de diva. Tin Tan era excelente y amable; yo era el único niño en la historia.

“Cuando veo alguna película en la televisión me hago muchas preguntas: cómo andaba yo ahí, porque soy de extracto muy humilde, puro barrio. Trabajé con Arturo de Córdoba, impresionante. Tuvimos una escena muy fuerte en Media noche, en la que me cachetea. No recuerdo el momento en que la grabamos. La veo y me sorprende. Ahí no lloro, como en la película Víctimas del pecado, en la que Rodolfo Acosta me cachetea. Me dijeron que tenía que llorar y lloré. Eso fue más o menos hace 60 años”.

Foto
El Indio Fernández me mimaba porque creo que era dúctil para su manera de trabajar, afirma PoncianitoFoto Cineteca Nacional

Agregó: “Con Pedro Armendáriz estuve en Maclovia y La rebelión de los colgados. Esta última fue fuerte; en Chiapas, donde la filmamos estuvo prohibida un rato. Recuerdo que se acababan de descubrir las pirámides de Palenque y el pueblo estaba casi solo. Pasábamos la noche en una escuela, en camastros. A los actores principales les habían alquilado casas. Recuerdo que Carlos López Moctezuma dijo: ‘Adiós, Palenque querido, de tus vergeles me alejo. Si regreso es que estoy muy jodido o es que estoy muy ¡pen-de-jo!’, pues fue muy difícil trabajar allá. En Los tres huastecos aparezco de extra. Hice unas 30 películas.

“Dejé de trabajar en cine en esa etapa en la que no era niño ni joven además de que mi familia no estaba en contacto con el medio artístico. La familia de mi papá fue de tipógrafos. Entré a trabajar en La Prensa y Zócalo. Mi papá fue jefe de publicidad en El Universal y yo me incliné, o me llevaron, a La Prensa. Luego me pasé a El Día, en el que estuve 29 años. En este último era muy bonito porque nos hacían creer que era una cooperativa. Te hace pensar que eres dueño. Más adelante trabajé en La Jornada y posteriormente me fui a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, luego a Hacienda”.

Medio muy absorbente

Siempre quiso volver al cine, pero es muy absorbente y yo tenía que trabajar para apoyar en mi casa, pues éramos ocho hermanos, yo el mayor. Llegué a tercero de secundaria. Mi vida no ha tenido grandes reflectores ni marquesinas, pero ha valido la pena. El cine y mis trabajos nos sacaron de la pobreza extrema.

–¿Ganó bien como actor?

–No sé. El representante que tuve vivía en la vecindad en la que yo vivía. Mi mamá y mi papá no cobraban, él llevaba lo del dinero. Se quedaba con un porcentaje.

“Ahora hay escuelas para actores infantiles. En mi época éramos líricos y parte de un equipo de niños con sensibilidad. Nos dirigían bien y los que actuamos fuimos representativos de un cine. El único que después destacó fue Jaime Jiménez Pons.

“Trabajé en algunos capítulos de la primera serie semanal infantil, Ángeles de la calle. Hay jóvenes de hoy que recuerdan lo que hice hace 60 años. Eso emociona hasta las lágrimas”.

Casi no va al cine. Es, en general, exageradamente cultural. Todavía veo en la televisión películas con Sara García, por ejemplo, que son para entretenerse. Ahora, quieren que uno piense un poco más. Antes el cine no era una obra de arte, pero las cintas eran divertidas, para toda la gente. Ahora las películas son elitistas.