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Mamá Rosa exigía a los maestros requisitos precisos e imponía planes de estudio

Las escuelas del albergue La Gran Familia no se sometían a supervisiones escolares

Los docentes debían someterse y en caso de abandonar las escuelas debían renunciar a su plaza

 
Periódico La Jornada
Jueves 24 de julio de 2014, p. 13

Maestros y coordinadores regionales de Zamora, Michoacán, señalaron que las escuelas primaria y secundaria con que cuenta la casa hogar La Gran Familia, fundada por Rosa Verduzco, conocida como Mamá Rosa, operaban en un estado de excepción, es decir, prácticamente sin supervisión escolar.

El control de programas de estudio y su aplicación en las aulas, a los que se someten todas las escuelas públicas, no existía, porque el albergue tenía sus propias normas y los supervisores no entraban ahí. La que se encargaba de la supervisión del proceso educativo era la propia Rosa Verduzco, declarada inimputable de los cargos de privación ilegal de la libertad por padecer de sus facultades cognitivas y trastornos de senilidad.

Luego que la Procuraduría General de la República dio a conocer las condiciones de insalubridad y abandono en que vivían 458 menores y 138 adultos en La Gran Familia, subrayaron que básicamente todo el proceso de supervisión se realizaba por medio de la documentación que entregaban los planteles, porque sus estudios están reconocidos por las autoridades educativas.

Cientos de niños entregados a Mamá Rosa, afirmaron, acudieron a la escuela primaria Humberto Romero, que funciona con plazas docentes federales.

Un ex profesor que laboró con Verduzco detalló que también cuenta con una secundaria y un bachillerato, y desde 2001 con la Escuela Superior de Música Fausto Zerón-Medina, que ofrece la licenciatura en música con licencia LIC010701 y reconocimiento estatal.

Docentes de la sección 18 de Michoacán, quienes solicitaron el anonimato, indicaron que la primaria pertenece a la zona escolar 129. En el caso de la secundaria tiene un registro federal, mientras que el bachillerato surgió mediante un convenio con el Colegio de Bachilleres de Jacona, Michoacán.

A principios de la década de los 90, narra uno de los docentes que trabajó en la secundaria de Mamá Rosa, “era muy imponente. Ella decía ‘quiero que esta semana los niños le metan duro a la lectura, porque les voy a venir a preguntar’, y esos días se dedicaban sólo a eso”.

Agregó que si consideraba que evaluaría el aprendizaje en matemáticas con operaciones básicas como sumar, restar, dividir, incluso en secundaria, se dedicaba toda la jornada escolar a repasar esos conocimientos.

En entrevista con La Jornada, señalaron que debido a que los centros escolares fueron gestionados por Verduzco, cuando veía que necesitaba más maestros iba con el gobierno del estado y pedía plazas. Se las daban, pero ella decidía a quién se le asignaban.

Si después de algunos años el maestro quería cambiar de escuela o ciudad “podía irse, pero su puesto y horas asignadas se quedaba con Mamá Rosa”.

Los docentes que trabajan en estas escuelas, explicó un coordinador regional del magisterio, no pueden salirse del albergue. Rosa consiguió sus plazas y dejaba muy en claro que no se las podían llevar en un cambio de escuela, región o estado, es decir, no operaban como las de cualquier otra escuela pública de Zamora o del estado. Siempre se manejó bajo sus reglas.

Para seleccionar a quienes serían sus profesores, Mamá Rosa exigía requisitos precisos, afirmó un ex profesor del albergue: “Lo primero que te pedía era liderazgo, con capacidad de mando, que supieras mover a los muchachos. Pero sobre todo que fuéramos aventados. Era estricta, podía poner el horario en que arrancaríamos clases, los contenidos que revisaría, e imponía la disciplina.