Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 27 de julio de 2014 Num: 1012

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Víctima colateral
Víctor Ronquillo

Poesía reciente
de Michoacán

La vida o la bolsa:
ser parisiense o morir

Vilma Fuentes

El zombie como representación
Ricardo Guzmán Wolffer

Historias al margen
del Segundo Imperio

Andreas Kurz

Breve, por favor.
La minificción

José Ángel Leyva

Leer

Columnas:
Galería
Ingrid Suckaer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
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Orlando Ortiz
Cinexcusas
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La Jornada Semanal

 

Orlando Ortiz

El Arlt desconocido

Su nombre renació cuando encontré, recientemente, una edición de su Aguafuertes porteñas. Buenos Aires, vida cotidiana. Casi había olvidado esa cara de Arlt, es decir, la de un autor de altos vuelos con trayectoria periodística.

No faltará quien me señale que han sido numerosos los grandes escritores que incursionaron en el periodismo; sin embargo, han sido pocos los que han trabajado cotidianamente en un diario. Muchos han colaborado como columnistas o articulistas, pero son pocos los que se han fletado al ejercicio diario, ya sea como reporteros, cronistas, articulistas o columnistas. Roberto Arlt (Roberto Godofredo Christophersen Arlt) publicó su primer cuento en 1918, en una revista, y a partir de ese año menudean sus colaboraciones en diarios y revistas de Buenos Aires; publica en 1926 su Juguete rabioso y aparecen ya con frecuencia relatos suyos en la revista Don Goyo. Al año siguiente ingresa al periódico Crítica como cronista de nota roja y, ya precedido de cierto nombre, se incorpora en 1928 a El Mundo, diario que transformaría la prensa periódica en Argentina. Ahí escribió día con día, entre otras cosas, sus “Aguafuertes porteñas”, hasta el 27 de julio de 1942, fecha en la que aparece su última nota, no porque haya desertado del oficio, sino simple y sencillamente porque murió el día anterior. Apunto esto porque escuchamos, un día y otro también, a poetas o narradores que se quejan de tener que trabajar en un diario. Y para ello esgrimen a Hemingway, quien declaraba que el ejercicio periodístico era una buena escuela para los narradores, siempre y cuando se alejaran a tiempo de él.

Tal vez resulte oportuno mencionar que Roberto Arlt publicó varias novelas, múltiples obras de teatro y cuentos suficientes para integrar con ellos dos o tres volúmenes. En cuanto a sus cuadros de costumbres, crónicas y artículos periodísticos, seguramente completarían varios volúmenes de grosor considerable, que no desmerecerían junto a los “textos literarios”. (El entrecomillado responde a que, desde mi punto de vista, en Arlt los escritos periodísticos tienen igual calidad literaria que las novelas, dramas y cuentos.)

La lectura de las primeras páginas del libro antes mencionado bastaron para traerme a la memoria que ese estilo y tratamiento ya los conocía. Y me fascinaban. Un estilo ágil, mordaz, irónico, en ocasiones despiadado y certero, así se tratara de un barrio de Buenos Aires o la gente que puebla las calles, los parajes urbanos y los suburbios. Lo anterior era el complemento de una mirada cuidadosa y sensible a los rasgos característicos y matices de los asuntos y gente. La óptica de Arlt es muy amplia y siempre capaz de atrapar con una mirada los pequeños mundos, e incluso las paradojas e inmundicias de nuestra sociedad. Mucho de eso era lo que había leído hace cuarenta años, por lo menos, cuando encontré en alguna mesa de remates de alguna librería, Las muchachas de Buenos Aires. En aquel entonces disfruté de su lectura pero no supe de dónde habían salido esos textos, pues la edición no daba ninguna información al respecto. Respondiendo a los tópicos del momento, lo consideré “varia invención”, y punto.

Las muchachas… es una galería variopinta de caracteres femeninos. Son textos que seguramente aparecieron en su columna de los aguafuertes publicados en El Mundo… En el mismo volumen está una fascinante serie de “Pícaros sin historia” en la que, al pintarlos, Arlt se muestra mordaz y bastante despiadado; casi lo obliga a uno a tratar de averiguar qué fue primero: el tango “Cambalache” o esos cuadros que con unas cuantas pinceladas nos dan su visión de la contrastante sociedad bonaerense y del Buenos Aires mismo: “Cuatro recovas. Tiene […] cuatro y distintas” Después de especificar cada una de ellas, remata:  “cuatro recovas que son como los cuatro puntos cardinales de la miseria humana; cuatro recovas que son el caldero de la roña, el paseo de la mugre…”

Si en sus novelas y cuentos deambula cierta mirada apocalíptica y por momentos algo de fantasía, en sus aguafuertes prima el realismo y se siente mayor soltura y fluidez. Así descubrimos desde parajes sórdidos hasta sitios pintorescos y al mismo tiempo surrealistas (por ejemplo, los alrededores del matadero y los gauchos de nuevo cuño, que aparecen como fantasmas de Martín Fierro o de Don Segundo Sombra en la primera mitad del siglo XX) o su comentario a quienes afirman que las plazas de la ciudad están llenas de vagos, y después de recorrer las plazas asegura que no están llenas de vagos, que están llenas de desempleados. … Textos magníficos.