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Nosotros ya no somos los mismos

Guía de acontecimientos sobre Mamá Rosa

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Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, propietaria del albergue La Gran Familia, fue revisada por paramédicos el pasado día 15, cuando la detuvieron junto con otras ocho personas en el estado de MichoacánFoto Agencia Esquema
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a historia la saben y la comentan ya desde mi peluquero, con quien siempre consulto cuando me da por escribir algo serio (que afortunadamente no es frecuente), hasta Jean (Marie) Gustave Le Clézio, ganador del Nobel en 2008. Tengo dos días completos en los que no leo otra cosa que las noticias de prensa relativas al asunto, y apenas si he logrado escribir unas cuantas fichas que contienen datos duros, testimonios de primera mano, declaraciones, documentos y, por supuesto, subjetivísimas opiniones destinadas, más que otra cosa, a reclamar reflectores y mostrar, sin riesgo alguno por supuesto, que se es un ciudadano independiente y comprometido, capaz de enfrentarse y criticar comedidamente el poder, cuando se cometen atrocidades. Me refiero, obviamente, al asunto de doña Rosa del Carmen Verduzco Verduzco.

Como un simple trabajo escolar decidí escribir, para mi propio entendimiento, una simple guía de acontecimientos que con ustedes ahora comparto.

La protagonista de nuestra historia, la señora Rosa del Carmen Verduzco Verduzco, nació el 24 de agosto de 1934 en Zamora, Michoacán, lo cual nos dice que en un mes cumplirá sus primeros 80 años. La historia de su juventud, que nos ha sido posible conocer, es gracias a la pluma deliciosa de Le Clézio. Él dice que, como en las películas del inolvidable actor de reparto Julio Villarreal, la hija de un terrateniente/empresario, se enamora de un humilde campesino/obrero. El padre (don Julio) se opone a la pretensión del plebeyo (Pedro Armendáriz) de expropiarle a la hija (Columba Domínguez/Alicia Caro). Ella se rebela al autoritarismo y huye de su casa al tiempo que proclama: me privan del hombre que amo, pero a cambio tendré muchos hijos. El principio de su proyecto se da gracias a un seminarista (Luis Beristáin) que, a saber de dónde y por qué, le hace entrega de un niño huérfano, del cual se responsabilizó totalmente. A esto doña Puri Carpinteyro le llamaría el seed baby. De aquí en adelante el cash flow de niños se hizo incontenible. A la muerte de su padre, la señora Verduzco logra convencer a su madre (Dolores del Río) de la bondad de su misión y ésta decide hacerle la primera donación: una casa en la que pudo dar cobijo a sus primeros siete chamacos. Si doña Rosa del Carmen va a cumplir 80 años, Mamá Rosa cumple 57, pues este tiempo ha pasado desde que se convirtió en madre adoptiva de facto, ya que sin mayores trámites legales registró como propio a un niño que le entregó una indigente con padecimientos mentales.

De allí en adelante la cosecha de niños nunca terminó y además se amplió el giro, pues se comenzó a aceptar también a personas adultas. No hay claridad alguna en las condiciones y requisitos tanto de ingreso como de salida, aunque según diversas informaciones y testimonios directos era más fácil lo primero que lo segundo.

A principios de los años 70, cuando Mamá Rosa llegó a la feliz edad de las 15 primaveras, se llevó a cabo su presentación en sociedad o mejor dicho en asociación civil: La Gran Familia adquirió este estatus legal. Según acuciosa investigación de los reporteros Jorge Martínez y Alejandro Madrigal en el Registro Público de la Propiedad, Mamá Rosa puede ser considerada una terrateniente urbana: tiene en su haber 27 propiedades, 21 de ellas a su nombre. El predio donde se ubica el albergue tiene una extensión de cinco hectáreas. En la ciudad de Zamora, Mamá Rosa es dueña de al menos 60 departamentos y media docena de casas (y no estudió en el Regina ni se doctoró en Harvard). Sin que haya registros confiables, se calcula que en aproximadamente 60 años cerca de 10 mil pupilos han pasado por La Gran Familia, y vale anotar que hubo también dentro de esa casa algunos nacimientos (¿en qué condiciones? ¿Las madres llegaron embarazadas? ¿Cómo fue el registro legal de los infantes?). Los recuerdos y experiencias tanto de asilados como de sus familias no son unánimes. Si 20 años no es nada, tres veces 20 ya calienta. Piénsese en lo que ha ocurrido dentro de esas paredes durante cerca de 720 meses.

El albergue La Gran Familia ha recibido constantes donaciones y subsidios en efectivo y en especie. No digo que suficientes, porque ante el número creciente de indigentes de variadas edades ninguna ayuda lo es (gran diferencia con los Legionarios del Irlandés, Cumbres y universidades Anáhuac e Interamericana, donde se comprueba la afirmación de Puente Leyva: sólo cuando hay demasiado es suficiente). Entre la lista de donantes están el Conaculta, el INBA, el Fonca, la Sedesol, la SEP, gobiernos estatales y municipales y varias empresas privadas, como Gigante-Soriana. Durante este tiempo, Mamá Rosa recibió honores y distinciones múltiples, pero por lo sucedido queda claro que jamás orientación, asesoría, sugerencias, reclamos o sanciones de autoridad competente en razón de sus ahora evidentes violaciones a diversas normas jurídicas y su muy precario respeto por los derechos humanos.

Pues resulta que el 15 de este mes, milagrosa e intempestivamente, cobraron vida las denuncias, de antigua data, contra Mamá Rosa y el albergue La Gran Familia. El gobernador Salvador Jara Guerrero (no el último, sino el más reciente, pues uno nunca sabe) decidió actuar y solicitó el apoyo del gobierno federal. El martes un fuerte contingente de la Policía Federal y el Ejército permitieron, por medio de un resguardo perimetral, que una brigada multidisciplinaria lograra acceder a las instalaciones del albergue. La constituían médicos, paramédicos, trabajadores sociales, sicólogos y profesionales de la información y testigos de la sociedad civil. Cuando inicialmente se solicitó la entrada al local ésta fue negada, por lo cual se tuvo que solicitar a un juez una orden de cateo. Fue concedida en razón de los argumentos y pruebas suficientes aducidos, pero con la condición de que se incluyera a personal de derechos humanos y trabajadores sociales. Las descripciones que funcionarios y reporteros han publicado sobre el horror encontrado son abrumadoras. No es fácil aceptar que en nuestro tiempo, en nuestro entorno, sucedan estas pesadillas. No es el fundamentalismo islámico ni la Edad Media. No son las páginas tétricas del Antiguo Testamento. Es Michoacán, a 425 kilómetros del DF. Hoy, 2014. Nuestro mundo, nuestra responsabilidad.

Apenas la autoridad intervino, connotadas personalidades hicieron público su rechazo al proceder gubernamental. El reclamo se centró en un punto: rudeza innecesaria. Violencia extrema contra una anciana, infatigable trabajadora social. Rasgaron sus vestiduras y denunciaron: el Estado estalinista, castrista, chavista, madurista, contra Juana (no de Orléans, sino de Zamora). Emitieron twits (que siempre son como conferencias foxistas: no puedes decir más en 140 caracteres, sin asombrar a los cibernautas con alguna soberana estupidez). Declaraciones que jamás enfrentan al poder ni se comprometen en serio: gelatinosas, light. Descaradas ofertas de llámeme, señor procurador; si me lo explica, reculo. Luego publicaron un manifiesto en el que se agregaron firmas del todo respetables, de esas que cuando las ves te sumas a la demanda sin siquiera saber de qué se trata.

Jamás en mi vida he tenido una actitud antintelectual. Al contrario, siempre aspiré, sin éxito, a serlo. Pero si uno consiguiera todo lo que sueña yo habría sido el sucesor del doctor Milko Skofic (único esposo de la inigualable Gina). Durante años fui un acosador de maestros, escritores, científicos, artistas, académicos. Los abrumaba pidiendo su respaldo y firma en contra o en favor de alguna causa: golpe al presidente Árbenz, movimiento médico, electricistas de Rafael Galván, maestros de la sección novena de Othón, Bahía de Cochinos, derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal, presos políticos y mil etcéteras más. Aplaudo toda intervención de los pensantes en la vida cotidiana que nos afecta, a la gente, pero… en la próxima columneta haré un honesto esfuerzo por diferenciar los móviles e intenciones de los firmadores de manifiestos.

Recién murió Antonio Rivapalacio. Abogado, maestro universitario. Presidió, al final, la gran comisión de la 50 Legislatura. Embajador de México en Ecuador, gobernador de Morelos. Hombre de leyes e inclinado, a veces se da, a privilegiar el derecho por encima de la norma. Sin su ayuda y no poca complicidad jamás mi iniciativa para reformar el artículo sexto constitucional e inscribir el derecho a la información en nuestra ley fundamental hubiera sido, para mí, posible. Mil veces en mi casa dejé claro mi reconocimiento. Lo reitero hoy.

Twitter: @ortiztejeda