Opinión
Ver día anteriorMartes 29 de julio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Universidades públicas, vehículos del desarrollo
E

l tercer Encuentro Internacional de Rectores de la Red Universia, que se realiza en Río de Janeiro, Brasil, con la participación de autoridades de más de mil instituciones de educación superior, arrancó ayer con un llamado de los asistentes a fortalecer el financiamiento y el acceso a esos centros de estudio e incrementar las oportunidades de movilidad para estudiantes, académicos e investigadores. Durante su intervención, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro, enfatizó las enormes desigualdades sociales que persisten en América Latina y afirmó que sin más y mejor educación, va a ser complicado vencer los problemas que enfrentan nuestras sociedades, los problemas de siempre y los que anticipa el porvenir.

El correlato de estas afirmaciones es la persistencia y el avance –en gobiernos de todo el mundo, pero particularmente en el contexto iberoamericano– de una ofensiva contra las universidades públicas y del entronizamiento de un modelo de educación superior basado exclusivamente en criterios mercantilistas y pragmáticos, según el cual el triunfo de una formación de este nivel depende fundamentalmente del éxito económico. A lo anterior se suman los alegatos sobre una supuesta inviabilidad financiera de las instituciones públicas, como los que se han escuchado en meses y años recientes en voz de funcionarios chilenos o españoles, o bien como los que suelen preconizar organismos multinacionales como la OCDE.

En el caso de nuestro país, dicha ofensiva se ha visto reflejada en severas restricciones presupuestarias para las instituciones públicas de enseñanza superior, lo que a su vez trae en consecuencia la exclusión de decenas de miles de jóvenes de la formación académica, además de malas condiciones laborales y salariales para el personal docente y apoyos insuficientes para la investigación científica y tecnológica.

Para México, la continuidad de esa visión tecnocrática y equívoca de la educación superior se traduce en un país con serias dificultades para insertarse en la globalidad como economía competitiva y rentable, y en el que la inversión extranjera se limita a realizar la búsqueda y contratación de mano de obra no calificada; en un entorno social fracturado; en una nación mayoritariamente marginada del conocimiento y hundida en la dependencia científica y tecnológica, y en una situación de riesgo en el ámbito de la soberanía y la seguridad nacionales.

Es claro, en contraste, que un proyecto viable de nación pasa por el obligado fortalecimiento de la formación superior y por el decidido impulso a la tarea de las universidades públicas. De ello dependen, entre otras cosas, las posibilidades de un desarrollo económico real y sostenido, la generación de infraestructura, la necesaria elevación de los servicios de salud, la capacitación de la fuerza de trabajo, la redistribución de la riqueza y la superación de rezagos sociales a los que aludió ayer el rector de la UNAM.

En suma, frente a la realidad contemporánea se vuelve perentoria la recuperación, en países como el nuestro, de la universidad pública como bien común y social, accesible a todos los sectores de la población y basado en criterios de calidad, equidad y transparencia. La ausencia de estos elementos denota una lamentable falta de visión de Estado y una perspectiva errónea de la globalidad.