Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 3 de agosto de 2014 Num: 1013

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Actuar: un acto
de generosidad

Antonio Riestra entrevista
con Naian González Norvind

Nomenclaturas urbanas
Ricardo Bada

Onetti, a veinte años
Alejandro Michelena

El recuento de los
cuentos de Onetti

Alicia Migdal

Onetti y Los adioses:
lecciones para un
lector cómplice

Gustavo Ogarrio

Matemáticas,
redes y creencias

Manuel Martínez Morales

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Invocación a los demonios

Javier Acosta


Estancia de ánimas,
Armando Salgado,
Fondo Editorial Tierra Adentro,
México, 2013.

Mi pueblo tiene el mismo nombre que este libro, Estancia de Ánimas, un pueblo fantasmal del semidesierto zacatecano. El libro de Armando Salgado es una estancia y una visitación de ánimas, de aquellas ánimas con las que el poeta ha establecido un diálogo; no de ultratumba sino un diálogo vivo, una apertura a las voces y a la escritura de una serie de presencias esenciales, poéticas o biográficas. El libro es un vocerío, una especie de congregación y tertulia, de comparecencia en la voz que les presta Armando Salgado. De Verlaine y Rimbaud, también de Mallarmé o Alfonsina Storni; poetas y voces signados por una atracción al vacío o mejor dicho, al abismo. Atracción a la palabra radical, vital: a la existencia extrapolada –es que hay una sentencia rotunda e iluminatoria de Alain Bosquet: “por la prosa me explico, por la poesía me extrapolo”.

He aquí la disyunción y la síntesis. La poesía es importante. No siempre es importante. Sólo es importante cuando se convierte en extrapolación. En llevar a su límite, o más allá de su límite, las previsiones de la vida. Extrapolar es sacar de contexto. Sacar de contexto es desautomatizar y re-crear la existencia. Extrapolar la existencia siempre es una actividad poética. En este sentido, la poesía es importante; aunque no siempre es importante. Sólo así es importante, cuando por llevar nuestra existencia a otro contexto, la poesía es capaz de resignificarnos, dotarnos de un alma –o de una legión de ellas.

El experimento es sórdido y expansivo. Estancia de ánimas provoca un convivio de almas; ahora corresponde llamarlas demonios, daimones. Esos demonios que habitan a los precursores del poeta. Se trata, como defiende Harold Bloom, de uno de los procedimientos por los que un poeta se apropia de las potencias creativas de sus antecesores: la demonización. En este caso es una especie de invocación, de convocatoria a los precursores: a su murmullo y su silencio. Voces que pertenecen a tiempos y espacios asimétricos, distantes. He ahí un contemporáneo como Antonio Gamoneda, que decide dejar de escribir y se dirige así a Arthur Rimbaud: “A todo esto, querido Arthur, cuando dejemos de escribir y creamos que la mierda pesa más que las palabras:/ ampútanos el mar de los ojos/ y con nuestros restos limpia el culo de las flores.” Dictamen sobre ese presente en que la mierda pesa más que las palabras, es decir, la poesía. Irónicamente, la poesía –mejor dicho, los poetas– se lo han buscado. Irónicamente, la poesía sólo vale más que la mierda cuando se embarra de ella, como quería otro escritor maldito, uno del siglo XX, como Antonin Artaud. Sólo me interesa la poesía embarrada de mierda. Estamos de acuerdo: la poesía que sólo es literatura es algo menos que poesía. Algo así leemos en la página 58: “Al decir lo anterior muchos asentirán con la cabeza,/ sentirán lástima y creerán que soy otro personaje/ de Borges, ignoran que un muerto es peor que mierda/ en boca, leñando asma, exprimiendo pulmones y respiros/ que empalados colisionan cráneos y cicatrices/ (pájaros, postas, aire).”

Vuelvo a Armando Salgado, joven y curtido poeta, ya con prestigiosas distinciones en su haber, como el Premio Nacional de Poesía Salvador Gallardo Dávalos, que obtuvo con su Azogue suite, o esta legionaria Estancia de ánimas, con la que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2013. En ambos libros, como ya se anunciaba en su anterior Corvus suvroc (Mantis, 2012), Salgado está dispuesto a prestar su voz a las voces, siguiendo su vocación de médium o de revividor de almas o demonios. Arriesgado mecanismo por el que un poeta revive e interpela a sus influencias, gracias a ello la influencia se vuelve creativa, como todas las influencias cabales que operan en la literatura. Varios poemas en el libro podrían atestiguar a mi favor. Ahora va un ejemplo:”Es que somos los mismos imbéciles/[…] tratando de imitar a/ Francois Coppé/ Victor Hugo/ Baudelaire/ Verlaine/ en esta dura superficie/ haciendo fisuras para extraer la mano/ al decir y gritar/ como parnasianos del nuevo mundo/ jóvenes que genios malos preferimos escupir sobre/ nosotros/ plagiando maldiciendo creyéndonos únicos/ embarrándonos con mierda –capital cultural–/ […] podremos aspirar a cierta beca irrisoria/ a ciertos premios/ al orgullo/ y a esta nueva soledad tan vieja.” Salgado tiene vocación de médium, pero por fortuna, es un médium autoirónico –y es que la ironía es la única manera viable de convivir con esa pesada sombra de los grandes poetas que nos precedieron: Verlaine, Rimbaud y el voluble etcétera que habita en cada poeta con aspiraciones serias, radicales.


El infrarrealismo como retorno

Ricardo Guzmán Wolffer


Perros habitados por las voces del desierto,
Rubén Medina,
Aldus,
México, 2014.

Forjados a finales de los años setenta del siglo pasado, el grupo autodenominado Infrarrealista iba contra lo establecido. Aquí se reúnen trabajos significativos en retrospectiva, pues parte de la intención de estos guerrilleros de la literatura es evitar la clasificación: “los puentes del Noba Express son anti-codificantes” decía el creador de Los detectives salvajes, Roberto Bolaño, en su manifiesto: “El poeta como héroe develador de héroes, como el árbol rojo caído que anuncia el principio el bosque./ Y es que el individuo podrá andar mil kilómetros, pero a la larga el camino se lo come.” Autovisualizados como marginales, los infrarrealistas miraban con ojo analítico al establishment nacional. ¿Cómo no añadió Medina el ensayo de Enrique González Rojo, “Para una sociología de las mafias literarias en México”, que serviría para identificar prácticas que, como en aquellos años setenta, se siguen usando?

Esos “detectives salvajes” dan buena cuenta de la historia personal de algunos poetas mencionados o compendiados en  este Perros habitados..., pero la obra es la que sobrevive, pues el poeta “no es el único agente del cambio; es el revelador”, dice Medina en su amplio prólogo. Se recopilan varios nombres conocidos: el propio prologuista, el citado Bolaño, Edgar Artaud Jarry (una nacional referencia a Antonin), Jorge Hernández –Piel Divina–, Mara Larrosa, Claudia Kerik, José Peguero y más.

Los poemas logran transmitir una sensación de desapego que el manifiesto anunciaba. Peguero habla de la autoasimilación en la propia dispersión, como la mosca en el horizonte hecho de un pastel de hierba, “como si el pasaporte a la muerte tuviera fecha de caducidad”. La antología contiene muchos textos posteriores a los referidos años setenta. De algunos autores podríamos suponer la intención de mostrar el desarrollo poético (si tal cosa existe, apuntarían los propios antologados), pero también cabe la posibilidad de que se prefieran a los que escribieron al inicio del “movimiento”. De Rafael Catana, por ejemplo, se presentan sólo textos de 2014: de Cuauhtémoc Méndez sólo aparecen poemas de 1974-1976 e inéditos sin fecha. En todo caso, la antología busca dar muestra de un grupo amplio que tenía varias ramificaciones, en la pintura, en los estados (en las fotos está Macario Matus), con raíces en lo popular y en la glorificación del otro lenguaje: “Dimas le dijo a Gestas: /–Qué chingaderas son éstas.”; en "Catuliana", de Méndez; en "Una visita de Gabriel García Márquez", Óscar Altamirano habla de la visita chicharronera del entonces futuro Nobel a la prisión de Atlacomulco, Morelos: lo era porque dieron chicharrón, porque apenas se escuchó al Gabo, por la burla a ese “macondo amurallado/ miserable/ chicharronero”, porque lo memorable fue el chicharrón y no las posibles disertaciones del visitante.

Un libro con valor histórico que muestra parte de la producción poética de algunos integrantes de esta idea libertaria en el quehacer poético, dentro y fuera del papel.


Sin maíz (no sólo) no hay país,
sino mucho más

Antonio Soria


¡No toquen nuestro maíz! El sistema agroalimentario
industrial devasta y los pueblos en México resisten,

S/A,
GRAIN/Itaca,
México, 2014.

Aunque la ficha técnica suprascrita indica “sin autor”, en realidad este volumen es resultado de un esfuerzo colectivo inmenso, y el espacio para nombrar a todos los involucrados sería insuficiente. Al respecto, baste decir que la investigación que le ha dado origen al libro y la coordinación editorial corrieron a cargo de tres entidades: el Colectivo por la Autonomía, el Grupo ETC y GRAIN; que los espléndidos dibujos que lo ilustran son del ya ido Rini Templeton, y que los editores van a contracorriente de la usanza: no mantienen derechos reservados y autorizan abiertamente a difundir los textos, siempre que se cite la fuente; en el caso de las fotografías, que por cierto integran un gran acervo, solicitan contactar directamente a los fotógrafos.

Ya el título es elocuente para entender de qué se trata y qué busca esta obra colectiva, pero como eso mismo es dicho inmejorablemente en el prólogo, acéptese aquí la muy amplia cita: “La lucha de resistencia [en contra de la introducción a México del maíz transgénico] de las comunidades indígenas y campesinas, de los agricultores medianos, de las organizaciones sociales, ambientalistas, barriales, estudiantiles, de derechos humanos, de la sociedad civil –y el paciente trabajo de organizaciones de investigación e información con un sentido de justicia como corazón de sus actividades–, sigue en pie y no cejará ante el embate contra la vida campesina y contra los cuidadores de la tierra.

”Este libro intenta documentar la historia reciente de esa lucha, incluido el papel jugado por el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), que aceptó venir a México a impulsar la apertura de espacios de diálogo y sistematización de infinidad de colectivos que no habían sido tomados en cuenta por el Estado o que habían recibido una respuesta violenta ante sus reclamos, por parte del gobierno o de grupos privados de todo tipo.

¡No toquen nuestro maíz! narra también el trabajo de sistematización que emprendieron diversas comunidades de varias regiones del país con tal de enhebrar agravios con ataques, síntomas con efectos, responsabilidad con luces de entendimiento. Esta es su historia.

“La primera parte se dedica a la resistencia creciente entre 2012 y ahora. La segunda parte ilumina la sistematización procedente de diversos rincones. La tercera ofrece el cotejo, el espejo, de los jurados del Tribunal Permanente de los Pueblos que, viniendo desde fuera o de dentro del país, contribuyeron a reafirmar la mirada del pueblo mexicano.”

Las tres partes a las que alude el citado prólogo se despliegan bajo cuatro rubros: el primero es La resistencia, El mosaico es el segundo, Constataciones es el tercero y Reflejos el cuarto. A su vez, el primero se compone de tres textos: uno referido a la avalancha transgénica en México, otro a la resistencia contra los OGM –organismos genéticamente modificados, por sus siglas– en nuestro país, mientras el tercero habla de maíz, soberanía alimentaria y autonomía.

Con dichos textos a manera de punto de partida, el resto del volumen despliega un mosaico –tal como se llama el segundo apartado– en el que sea posible apreciar, desde las múltiples e indispensables perspectivas al tratarse, como se trata, de un tema tremendamente poliédrico, tanto la situación actual, el estado de las cosas en cuanto a la presencia de OGM en México, como las acciones de organización, defensa, denuncia, resistencia y más, que grupos sociales y comunidades enteras han dado y siguen dando. Entre muchos otros ejemplos, apúntese la inclusión de textos como “Territorialidad, subsistencia y vida digna”, “La violencia contra la vida campesina en la región” [de La Ciénega, El Limón, en Jalisco], “Comunidades mayas apícolas vs el Estado mexicano”, “La agroindustria y sus instalaciones”.


Ilustraciones de Rini Templeton

El apartado Constataciones está compuesto por los dictámenes de las preaudiencias que se llevaron a cabo, como se desprende del prólogo y de los capítulos iniciales, en presencia del TPP; los hay de diversos puntos y regiones del país: Tepoztlán, Morelos; San Luis Beltrán, Oaxaca; San Isidro, Jalisco; Maní, Yucatán; Acatepec, Hidalgo...

Finalmente, el apartado Reflejos lo integran cuatro ensayos y una declaración: “El maíz mexicano veinte años después”, escrito por Ana de Ita; “Solicitudes de siembra de maíz genéticamente modificado en México (2012-2013)”, a cargo del Colectivo por la Autonomía, Grupo ETC y GRAIN; “Otro año contra el maíz transgénico”, firmado por Silvia Ribeiro; “Por un sentido común universal”, de la pluma de Jean Robert, y remata la Declaración de Yvapuruvu, que da cuenta de la Alianza Biodiversidad, Red por una América Libre de Transgénicos y Campaña Mundial de la Semilla Vía Campesina.

Poco queda por agregar salvo, claro, la conveniencia de leer a fondo este libro y actuar, individual y colectivamente, en conciencia y consecuencia.