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Del discurso del odio en Israel
H

ace unos días, en un diario de México, leí un sugerente artículo suscrito por el kapo de la conocida franquicia de irresponsabilidad cultural ilimitada, Vargas Llosa & asociados. El texto se llama El discurso del odio, que en su primer párrafo dice:

“Sorprende y entristece el avance del discurso del odio. Su radical intolerancia frente al otro, frente a lo otro, es característica de los fanatismos de la identidad, ya sea religiosa, racial, nacional, ideológica. Pero su hábitat preferido no es la fe sino la mala fe. Sus armas son conocidas, y pueden ser letales…”

¿Cómo disentir de tan atinadas palabras? ¿Cómo no situarlas en el polo opuesto del decreto religioso emitido por el rabino Dov Liot, conocido por su apoyo a Baruch Goldstein, quien mató a 29 fieles musulmanes en una mezquita de Hebrón (1994), y el asesinato, un año después, del primer ministro sionista Isaac Rabin?

Liot vive en el asentamiento ilegal de Kiryat Arba (Cisjordania), donde dijo que, con base en la religión judía, era lícito matar civiles inocentes y destruir Gaza. Añadió: no hace falta cerciorarse de que las personas atacadas son combatientes o civiles... cualquier tipo de charla sobre humanismo y consideraciones humanitarias es discutible.

En Israel, Liot tiene muchos seguidores, no necesariamente religiosos. Por ejemplo, la joven y bellísima diputada Ayelet Shaked, del Partido Hogar Judío, escribió el 7 de julio pasado en Facebook: “… la sangre de los palestinos debe estar en nuestras manos”. Y que esto también se aplica a “las madres de los muertos terroristas que crían serpientes…”

Días después, el reportero danés Alian Sorensen cargó en Twitter las imágenes de ciudadanos israelíes en una colina aledaña a la ciudad de Sderot (vecina a Gaza), animando los bombardeos de precisión desde sillas de plástico, y comiendo palomitas de maíz. Imágenes que ya habían sido documentadas en un reportaje de Dinamarca TV2 durante la operación Plomo Endurecido (2009).

¿Estaba entre ellos el reconocido académico Mordechai Kedar, de la Universidad de Bar Ilan (Tel Aviv)? En un programa de radio, Kedar declaró que “…lo único que prevendría un ataque suicida es que supieran (los terroristas) que, de ser atrapados, su hermana o su madre serán violadas”. Pero como Israel es la única democracia de Oriente Medio, el entrevistador Yossi Hadar disintió del profesor: “Suena mal –dijo–; no podemos tomar ese tipo de medidas”.

Kedar, sin embargo, sabía de lo que hablaba. Pues no es cosa que de buenas a primeras cualquiera cuestione la excelencia académica de un catedrático especializado en literatura árabe, que estuvo trabajando 25 años para la inteligencia militar de su país, especializado en grupos islámicos.

Desde el frente de combate, lejano de los debates serios y profundos, el soldado David Ovadia presumió, mediante Instagram, de haber asesinado a 13 niños palestinos. Hoy he matado a 13 niños. ¿Será verdad? Ah… ¡estos muchachos! ¿No habrán sido tres o menos de cinco?

Para evitar el discurso del odio, el periodista serio y responsable debe cotejar sus fuentes, y no basarse, como dice el autor del artículo referido, “…en testimonios aislados, unilaterales (y hasta anónimos) sin respetar la máxima fundamental del derecho: la carga de la prueba recae en el acusador, no en el acusado”.

Idem…atinado. Por consiguiente, sería calumnioso asegurar que todos los judíos del Estado terrorista de Israel coinciden con sus gobernantes. Porque el Instituto por la Democracia de la Universidad de Tel Aviv y un sondeo del Canal 10 revelaron que sólo 85 por ciento están satisfechos o muy satisfechos con el liderazgo de Benjamin Netanyahu.

Naturalmente, en la única democracia de Medio Oriente también hay lugar para las discrepancias. El Ejército y el gobierno, por ejemplo, discuten sobre la necesidad de prolongar la invasión, y el ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Lieberman, acusó a Netanyahu de titubeante.

No hay, en suma, que guiarse por los chismes que circulan en la web, como los del portavoz de la policía israelí, Micky Rosenfeld, quien en una entrevista con la cadena británica BBC afirmó que “…no existe vínculo alguno entre Hamas y el asesinato de los tres jóvenes colonos israelíes” (o sea, el pretexto para de­satar el nuevo capítulo en cámara lenta del holocausto palestino).

Lo importante es orientarse (eso sí, sin estridencia) por medios como The Times of Israel, que informó de la recuperación de una lechuza herida por el fuego de Hamas. ¡Pinches fanáticos islamitas! En su edición del 25 de julio, el diario relata la hazaña de Ben, estudiante de veterinaria, que encontró el ave herida y la llevó al zoológico “…cuando disminuyó el fuego de cohetes de Gaza”. Ben está indignado: ¡la lechuza perdió un ojo y tiene el pico roto!

Y en medio de tanto discurso del odio, Jesse Rosenfeld (periodista del sitio DailyBeast.com), entrevistó en Gaza a la niña Yasmine al Attar, habitante de Gaza, de 10 años.

–¿Qué quieres ser de grande?

–No sé si viviré.