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Aprueban las leyes de presupuesto y deuda pública

Entre raspones, concluye el Senado con temas energéticos

Las últimas acusaciones recíprocas de las sesiones legislativas

 
Periódico La Jornada
Jueves 7 de agosto de 2014, p. 7

Sobre priístas, panistas y verdes han caído adjetivos de grueso calibre (corruptos y traidores a la patria son sólo dos). Ya hasta se ríen cuando algún perredista se los repite.

Los senadores del PRI aguantan, por añadidura, continuas referencias de los panistas a su ingrato cálculo electoral que impidió que esta reforma se aprobara en el sexenio de Felipe Calderón. Nadie increpa a los jóvenes senadores del PAN que se despachan duro contra el sindicalismo corrupto y tricolor, que para ellos es lo mismo.

El guerrerense Armando Ríos Piter pide que el PRI no nade de muertito. Lo ignoran.

Pero una torpe referencia del oaxaqueño Benjamín Robles al padre de David Penchyna (vaga, además) levanta una indignada ola y enciende el debate: los políticos deciden que el momento cumbre de una reforma histórica no sea confrontar dos modelos de país, sino la honorabilidad del fallecido padre de un legislador.

Es evidente que Robles nunca prepara sus intervenciones –o las prepara muy mal– y este día no es la excepción: el obús que lanza, confiesa él mismo, lo encontró googleando el nombre del padre de Penchyna.

Robles sube con su hallazgo de Google, eso sí, sólo después de que Penchyna se despacha contra las izquierdas en una pieza oratoria incendiaria: machaca con el punto de que Cuauhtémoc Cárdenas propuso que se asumieran los pasivos laborales de Pemex; llama izquierda confusa a la que acogió a Manuel Bartlett; rechaza a quienes “han venido aquí a ofender al Presidente de la República, y ofrece una lectura distinta y singular de la reforma energética.

Dice Penchyna que su generación y su partido han decidido abrir el mercado energético para que la competencia evite las tragedias de corrupción que nosotros mismos hemos pagado (ya no delitos, sino trágicas casualidades de la vida).

Se refiere, naturalmente, al Pemexgate, que ha sido aludido por los senadores de oposición. Contrito, Penchyna: Pagamos quedándonos sin recursos durante tres años (multa con nadie en la cárcel, por los mil millones de pesos, de los de antes en la campaña de Francisco Labastida).

El costo fue mayor: Las pagamos también habiendo perdido el poder, y teniendo la capacidad de regresar 12 años después con una propuesta valiente y transformadora.

Senadores de PAN y PRI celebran de pie y con aplausos la pieza oratoria.

Enseguida sube a tribuna Robles quien, gracias a los servicios de espionaje de google, sabe que el padre de Penchyna fue acusado de defraudar al Banco Ejidal.

Es como el rugido del ratón: no dijo nada, ironiza Bartlett, cuando ya, cosa rara, la sala de sesiones es un tianguis lleno de marchantes peleoneros.

Emilio Gamboa va de un lado a otro. Acuerda con los panistas. Se sacude a algunos priístas que quieren subir a la tribuna (Manuel Cavazos, para fortuna de su partido, es bateado). Va y parlamenta con el perredista Miguel Barbosa e incluso intercambia algunas frases con Bartlett.

Penchyna es, a esas alturas, el centro de las atenciones de la mayoría parlamentaria. Le dan ánimo los senadores, le soban la espalda las senadoras.

Robles vuelve a la tribuna. No retira lo dicho. Al contrario, agrega: “A mí no me han acusado de comprar votos…”

Jerarquías son jerarquías. Interrumpen a Robles. Le dan la palabra a Emilio Gamboa: “No se vale, de ninguna manera, meterse con ningún padre de ningún senador, y menos con un hombre que no vive…”

En el olvido quedaba, para entonces, un recibo que Robles había exhibido por la mañana: 500 millones de pesos para viviendas del sindicato petrolero, fuera de contrato.

El PRD sigue acusando a Penchyna de ser un violentador de la ley, porque manejó a su antojo, dicen, el método de discusión del paquete legislativo, pasando por encima del reglamento.

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Los legisladores Manuel Bartlett (PT) y Emilio Gamboa (PRI), durante la sesión extraordinaria de ayer en el SenadoFoto Guillermo Sologuren

El hidalguense Penchyna sube de nuevo a la tribuna. Al borde las lágrimas exige respeto a la memoria de su padre, y se queja de que a lo largo de 14 meses padeció una provocación sistemática tratando de accidentar lo que a mi juicio era la mejor ruta para esta reforma.

De pasada se lanza contra Bartlett: Yo no tengo la culpa de que usted no pueda entrar a Estados Unidos.

Es el héroe de la jornada para la mayoría. Priístas, verdes y panistas lo ovacionan. Abajo, los primeros en apapacharlo son los panistas Mariana Gómez del Campo y Salvador Vega. La foto del PRIAN, podría llamarse la escena.

La tensión se disipa cuando Luis Miguel Barbosa llega a la tribuna con las disculpas del grupo parlamentario perredista y la petición de que la referencia al padre de Penchyna sea retirada del diario de los debates: Somos políticos profesionales, asimilamos los raspones. Panistas, priístas, perredistas, petistas, ecologistas, ¿quién no ha tenido un raspón en la batalla política?

En su andar lento por la prótesis, Barbosa es interceptado por Penchyna, y se abrazan.

Todavía alcanza a responderle Bartlett: Penchyna está enojado porque durante todas estas discusiones lo hemos puesto en su lugar, porque no es un presidente que pueda conducir un proceso. Es un hombre que no tiene realmente una estructura y se vuelve loquito subiendo a insultarme a mí.

Lo que sigue no es un raspón sino un golpazo. La última votación en lo general, esta vez de las leyes de Presupuesto y Cuenta Pública.

El pasivo laboral de Pemex pasa a ser deuda pública. Ya lo era, dicen panistas y priístas. La izquierda no se opone a que una parte de las cifras millonarias que se han mencionado vayan a una cuenta que garantice las pensiones de petroleros y electricistas. Simplemente exige transparencia. Dolores Padierna afirma que en poco tiempo la plantilla laboral de Pemex se ha disparado y que se precisa información confiable antes de tomar una decisión al respecto.

Da algunas cifras basadas en informes de Pemex: considerando la pensión promedio, dice, los 95 mil jubilados podrían recibir anualmente 22 mil 500 millones de pesos, pero la paraestatal ha llegado a pagar poco más de 58 mil millones.

Quien dijo que estos pasivos son deuda pública fue el secretario de Hacienda, recuerda el senador Mario Delgado, a la insistencia panista de que ese punto de la izquierda revela ignorancia.

De tecnócrata a tecnócrata, el panista Roberto Gil le reprocha a Delgado: Parece que no conoció la solución que se dio al Issste, que le ha ahorrado al país 5 por ciento del PIB

De este modo, dice Delgado, el ex secretario de Felipe Calderón admite que el plan es que los trabajadores de Pemex serán trasladados al sistema de Afores.

Antes de la votación final, el tamaulipeco Manuel Cavazos explica al país que México nació en 1321, cuando un grupo de mexicas halló una serpiente que se unía, no que devoraba, a una serpiente. Luego, dice una frase que seguro pronunció en los tiempos de Carlos Salinas: Echamos los cimientos, pero falta el edificio.

O sea, 25 años pasaron para que nos enteremos de que nuevamente estamos en los cimientos.

Por el PRD, Barbosa hace el discurso final.

Advierte: No vamos a esperar sentados en nuestros escaños a ver cómo hunden al país.

Ironiza: ¡Qué viva Oceanografía! ¡Qué viva la corrupción! ¡Qué viva el tráfico de influencias!

Y se gana un regaño de Jesús Ortega: Nunca tendrán un PRD modosito, bien portado y cómplice del poder.

Se vota. Largo es el aplauso de la mayoría que cogobierna desde 1989, mientras la izquierda cierra la noche con el grito de ¡Cárdenas, Cárdenas!