Opinión
Ver día anteriorViernes 8 de agosto de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La guerra que dividió a la izquierda
C

uando estalló la Primera Guerra Mundial, el efecto de sus bombas no eludió a la izquierda. Provocó la más importante ruptura, que ha conformado a las dos corrientes que han dominado el escenario político por varias décadas: la socialdemócrata y la comunista.

Lo primero que hace un gobierno cuando decide emprender una guerra es solicitar al Parlamento autorización para desplazar libremente los recursos, con prioridad absoluta para la guerra. Los partidos socialistas se vieron entonces frente a la alternativa de apoyar a sus gobiernos o de reafirmar sus políticas pacifistas e internacionalistas, apoyadas en los análisis de Lenin, de que se trataba de guerras interimperialistas, de división y redivisión de las colonias entre las potencias.

Colocados frente al dilema de sumarse a la guerra inter­imperialista, en que las burguesías de cada país peleaban por sus colonias en contra de las de otros países, llevados por el clima patriótico generado en cada país que va a la guerra, o de afirmar el pacifismo, la mayoría de los partidos socialistas ha optado por la primera posibilidad.

Cada uno de los partidos socialistas se alineaba con la burguesía de su país, privilegiaba la cuestión nacional en desmedro de la cuestión social, apoyando el envío de la masa de la población, en su gran mayoría trabajadores, a pelear en los campos de batalla en contra de los pueblos de los otros países, para defender los intereses de las clases dominantes de sus países.

La minoría, entre ellos Lenin, Rosa Luxemburgo, Trotsky, manteniendo las tesis del pacifismo y del internacionalismo, rompió con la Segunda Internacional, y poco tiempo más tarde fundaría la Tercera Internacional. Reafirmaban el análisis de Lenin que si ciertamente –como sostenían algunos dirigentes que se habían quedado en la Segunda Internacional– nunca una revolucion es tan difícil como en el comienzo de una guerra –por el predominio del clima de unión patriótica–, nunca es tan posible como en el trascurso de una guerra, cuando el pueblo se da cuenta de los sufrimientos que acarrea y del significado mismo de la guerra.

Fue una fractura traumática en la izquierda, generando la division entre la socialdemocracia –que apoyó la guerra– y los comunistas, pacifistas, internacionalistas. Posteriormente la ruptura fué asumiendo otro carácter, con la socialdemocracia renunciando al socialismo y optando por la democratización del capitalismo y acusando a la URSS de totalitaria, mientras los comunistas asumían a la URSS como modelo y acusaban a la socialdemocracia de haber abandonado el socialismo y haberse reconvertido a la reproducción del capitalismo.

Aquel momento clave sirvió para definir opciones entre la prioridad de la cuestión nacional, bajo su forma chovinista, o la cuestión social, por el anticapitalismo. Fue un momento trágico para la izquierda mundial, cuando la mayoría de los partidos de izquierda se rindió a la guerra de sus élites dominantes, y las dos corrientes sólo lograron unificarse en la lucha contra el nazismo acendente pocos años más tarde, de lo que el caso de Alemania fue el más evidente.