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¿La Fiesta en Paz?

Tarde Memorable en Chiautempan, referente taurino

El Zapata, dos indultos consecutivos

Tres González tres

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El Zapata, el pasado fin de semana dos indultos consecutivos a bravos y nobles toros de Piedras Negras y de Magdalena GonzálezFoto Notimex
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a ausencia de la bravura, ese instinto innato de pelea en el toro, estimulado por las cruzas atinadas y la buena crianza, que durante la lidia no rehúye acometer a los engaños y embiste siempre, se agudiza no sólo por el maternalismo de las empresas y el ventajismo de los apoderados, sino porque las nuevas generaciones de criadores apenas están dispuestas a honrar la memoria de sus antecesores honrando la misión del toro, ese transmitir sensación de peligro real, emocionar a partir de su comportamiento y cobrarse el menor descuido.

En este espacio celebrábamos hace 15 días que todavía quedaran en el país autoridades verdaderamente comprometidas con la fiesta de los toros, más allá de blindajes de relumbrón y amiguismos a costa de la verdad táurica, de la edad, trapío y astas íntegras de cada burel que es lidiado. El alcalde de Chiautempan, Tlaxcala, Antonio Mendoza Romero, se oía confiado en el éxito de la corrida de feria del sábado 2 de agosto, no obstante que en esa fecha, por la tarde, otra empresa daba un festejo en Huamantla con uno de los alternantes de Chiautempan. De no creerse.

Pero lo que se hace a conciencia suele salir bien y cuando la autoridad apuesta por la inteligencia, por el respeto al toro y al público y por la tradición bien entendida, las cosas salen mejor. Se anunció una corrida del hierro tlaxcalteca de Piedras Negras para Leonardo Benítez, de Venezuela, único exponente internacional de aquel país en la actualidad; Uriel Moreno El Zapata, en plena madurez como figura y Jerónimo, con sello y sentimiento intemporales, aunque esta vez con cierta prisa por llegar a su compromiso en Huamantla.

La funcional plaza portátil con callejón La Mexicana, casi se llenó, pero aún más interesante fue que el público se llenara de tauridad, ese interés emocionado que hace que los públicos se metan en la corrida y en cada faena por la presencia y el comportamiento de los toros, antes que por lo bonito que puedan ser toreados. Fue un encierro encastado y emotivo, con tres toros que aunaron calidad y recorrido, exigiendo los seis mucha torería de matadores y cuadrillas.

El caraqueño Leonardo Benítez toreaba su primera corrida ¡del año!, pero como el hombre trae el toreo en la cabeza y en el corazón sorprendió a todos desde su primero, con una bravura que no admitía dudas y exigía conocimientos y valor sereno. Eso técnicamente fue muy importante. Pero con el bravo y noble Hilador, con 480 kilos, la sapiencia torera de Benítez corroboró la vocación taurina de los países sudamericanos, desde siempre soterrada por élites acomplejadas, promotores entreguistas y gremios sin idea de su propio potencial, pues ni Girones ni Rincones atinaron a estimularlo durante ni después de su encumbramiento como figuras internacionales.

Tras una faena reposada y estructurada por ambos lados, con la certeza de que su valía es mayor que las incomprensiones, este Leonardo cobró un volapié hasta las cintas, convirtiendo aquel escenario en capital internacional de la bravura bien lidiada. Dos orejas recibió Benítez y sonora rechifla el juez por olvidarse de ordenar arrastre lento a los despojos de aquel magnífico astado. Hay mucha torería y madurez en Benítez, sereno en su paciente espera a que taurinos y políticos vean con grandeza la fiesta de toros de su país y de su continente.

Faltaba El Zapata, ese pedazo de torero al que exquisitos y mexhincados pretenden ver por encima del hombro, como si la tauromaquia se agotara en el clasicismo y la individualidad en los moldes. Había escuchado palmas en su primero, pero cuando salió Joronguito, un precioso cárdeno con 483 kilos, el celo torero de Uriel Moreno se fue a tope al comprobar las cualidades del piedrenegrino. Fue un trasteo de muy altos vuelos en el que El Zapata cubrió, sobrado de recursos, repertorio e imaginación, los tres tercios, pues se trata de un torero que tiene muy claro su compromiso con el público, no sólo con los delicados, y amén de cuidar aquella emotiva embestida consiguió con la muleta una obra torera de enorme intensidad. Sin especular con el juez el torero, la plaza entera solicitó el indulto de Joronguito, que fue concedido. Al final, el ganadero Marco Antonio González, Benítez, El Zapata, el presidente municipal de Chiautempan y su asesor taurino Antonio Moreno, fueron sacados a hombros por un exaltado público que, sin duda, volverá el próximo año.

No contento con ese triunfo, al día siguiente en la feria de Teziutlán, Puebla, El Zapata repitió color y tras otra faena de las suyas se le perdonó la vida a Manzanito, de la ganadería de Magdalena González. Ese mismo domingo 3 en la Plaza México triunfó clamorosamente una brava novillada de De Haro, que fuera propiedad de Marta González, hermanas ambas de Raúl y tías de Marco Antonio. Lo dicho, honrar la memoria de los buenos ganaderos es honrar la bravura siempre. En otro cartel desalmado del Cecetla y otra entrada simbólica, la única que justificó su inclusión fue la bella y valiente Karla de los Ángeles, que cortó una oreja.