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Penultimátum

El nuevo sultán

E

s quien manda desde hace 11 años y el domingo pasado la mitad de los votantes turcos lo eligieron presidente por cinco años más. Aspira a quedarse hasta 2024 y así presidir las celebraciones por el centenario de la Turquía moderna. Estará más en el poder que quien la fundó, Mustafá Kemal Atatürk. Nos referimos a Recep Tayyip Erdogan, de 60 años. Se le tiene como el reformador de la economía, mandar a los cuarteles a los militares, consumados golpistas, y combatir a los funcionarios corruptos y sus socios en la iniciativa privada. Pero no a sus allegados ni a su hijo, Bilal, enriquecidos a la sombra del poder.

Pero con Erdogan no llegará la primavera a las libertades civiles del pueblo turco. Ni reconocerá el genocidio armenio en el que murieron más de un millón de inocentes. Su centenario se cumple el año próximo. Fundador del conservador Partido de la Justicia y el Desarrollo, es acusado de intolerante, de imponer su pensamiento religioso al gobierno y la población. Aunque Turquía es un Estado laico, con Erdogan lo islámico invade cada vez más esferas de la vida pública, pues desea crear una nueva generación de oro piadosa. Con tal fin decretó que en las residencias universitarias públicas ya no convivan jóvenes de ambos sexos. Es un férreo opositor al aborto y al parto por cesárea. Recomienda que las mujeres tengan, mínimo, tres hijos. Se niega a prohibir los matrimonios con menores de edad. Si un ginecólogo atiende a una paciente, debe darle cuenta a sus padres o a su marido del motivo de la consulta y el tratamiento recomendado.

Erdogan es muy intolerante con quienes lo critican en los medios. Poco antes de las elecciones, atacó a una conocida periodista y la calificó de desvergonzada y militante disfrazada de periodista, porque lo cuestionó en la televisión. La acusó además de insultar a los musulmanes, que son mayoría en Turquía. Pero Amberin Zaman es una prestigiosa corresponsal de la revista británica The Economist. Además, escribe en el diario turco Taraf.

Las redes sociales también son blanco de los ataques de los gobiernos de Erdogan desde 2003. Recientemente las críticas en Internet y en los diarios de la oposición subieron de tono porque el viceprimer ministro Bülent Ariç sentenció que El decoro es un ornamento de la mujer y lo es también del hombre. La mujer debe ser decorosa, saber qué es lo decente. No debería reírse en voz alta delante de todo el mundo ni hacer movimientos seductores. Las redes se inundaron de fotografías y videos de mujeres sonriendo alegremente. Y recomendándole a ellas no sonreír, sino volverse piedras. El funcionario, íntimo amigo de Erdogan, también predica que la lectura del Corán y la convivencia en familia es el único remedio que evita la destrucción de la sociedad.

Erdogan, el nuevo sultán.