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José Agustín, 70 años

El autor de La tumba, De perfil y Se está haciendo tarde charla con La Jornada

La función más misteriosa del arte es iluminar a la humanidad

La concepción de mi literatura ya estaba en ciernes desde que era niño; soy una especie de médium, como que hay una voz más fuerte que yo mismo la cual se expresa a través de mí, dice el escritor

La matriz de los sueños es un lenguaje maravilloso muy cercano a lo artístico

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José Agustín y Vicente Leñero, el 21 de septiembre de 2011, cuando recibieron la medalla Bellas Artes en reconocimiento a sus respectivas trayectorias literariasFoto José Antonio López
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Realmente el florecimiento del narcotráfico en México se da a lo largo de los años 80, muy especialmente en el sexenio de Carlos Salinas. Es cuando llega a convertirse en un poder casi paralelo; ya desde que la cocaína suplió a la mariguana como droga popular y de consumo social, se manifestaban cambios de percepción en torno a las drogas, y de intencionalidad, opina el escritor, aquí el 12 de octubre de 2012, en su casa, durante una entrevista con La JornadaFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de agosto de 2014, p. 4

El escritor José Agustín (Acapulco, 1944) cumple 70 años este martes 19 de agosto. Nos conocimos, cabalísticamente, en 1964, el día del cumpleaños de su esposa, Margarita Bermúdez, mediante la común amistad de Héctor Jáques.

A los tres nos unía nuestro paso por la Prepa siete de la Universidad Nacional Autónoma de México, el amor a la literatura, a la música (el rock aún estaba en la casa del sol naciente), nuestro entusiasmo por la Revolución Cubana (donde él participó en la campaña de alfabetización) y, desde luego, cierta conciencia política que se manifestaría plenamente en el movimiento estudiantil de 1968.

Estas afinidades no son de un día en la vida, sino hasta la victoria siempre.

José Agustín siempre ha sido fiel a ciertos principios. “La concepción de mi literatura ya estaba en ciernes prácticamente desde que era niño –afirma–. En el fondo me considero una especie de médium, como que hay una voz más fuerte que yo mismo que se expresa a través de mí, y ese escritor que hay en mí ya sabía todo desde que era niño: cómo iba a ser mi carrera posterior. Entonces, desde el principio empecé a plantear mis ideas y se me desarrolló inconscientemente una concepción de la literatura que comenzó a ser consciente con el paso del tiempo, a finales de los años 60 y principios de los 70”.

Para entonces José Agustín ya había publicado las novelas La tumba (Ediciones Mester, 1964) y De perfil (Editorial Joaquín Mortiz, 1966) y el libro de relatos Inventando que sueño (Editorial Joaquín Mortiz, 1968).

Inventando que sueño… para el escritor es muy importante el mundo de los sueños. “Es un tema que me interesa particularmente. Creo que el sueño es uno de los momentos fundamentales de nuestra vida, es una de las formas de percepción que verdaderamente nos da una amplitud inmensa y que rompe las limitaciones naturales de este mundo.

“Es, además, nuestro punto de contacto con algo más profundo y un acertijo de todo lo que no conocemos ni sabemos bien de la vida. La matriz de donde salen los sueños es un lenguaje maravilloso que está muy cercano del arte. Cuando escribí Inventando que sueño realmente no estaba pensando en que eran sueños, pero como que sí le estaba dando a la calidad de la vida un barniz de sueño, por eso estaba inventando que sueño, porque estaba tratando de restituirle a la vida de vigilia la riqueza que le aporta el mundo del sueño.

“Pero más adelante, a partir de 1971, cuando estuve en la cárcel (experiencia que relata en su libro El rock de la cárcel, publicado en 1984), se me destapó totalmente el pozo de los sueños y me volví un jinete de la yegua de la noche, pero de los buenos. Empecé a hacer diarios de todos los sueños que tenía cada noche: cinco, seis, siete, todos fascinantes; los recordaba perfectamente bien y los escribía. De repente me dije: ‘bueno, todo esto que estoy soñando me tiene que servir para escribir’.

“Un día llegó Juan Tovar de visita y me dijo: ‘mi mujer (Elsa Cross) tuvo un sueño anoche en el que se le aparecían tres ancianos para comunicarle: tienen que decirle a José Agustín que anote sus sueños a partir de ahora, porque de ahí va a salir una novela’. Pues esa noche tuve un sueño espectacular, con un colorido y una cosa tan vívida que no te puedes imaginar; bueno, tú sí te puedes imaginar. Me di cuenta que de ahí podía salir, si no precisamente una novela, sí algo de literatura, y me dije: ‘no se trata de reproducir mis sueños, sino más bien de estudiar los mecanismos, las estructuras de los sueños: cómo cambian los escenarios, cómo se disparan de una cosa a otra, cómo no existen el tiempo y el espacio, cómo en la multiplicidad se dan absolutamente las magias más increíbles del mundo’.

“Entonces ahora sí a inventar que soñaba, porque empecé a inventar sueños que no había tenido, pero basados en lo que había aprendido de la estructura de los sueños. Casi todo eso está vertido en mi novela Cerca del fuego (Plaza y Valdés, 1986), en ese sentido, es una novela espantosamente onírica. Y el sueño es la realidad.

“La relación del sueño con la vigilia es la misma relación de la vida con la muerte: la vida no se puede entender sin la muerte, y la muerte no se puede entender sin la vida. Lo primero que tenemos que aprender de los sueños es que la vida de la vigilia no se puede entender sin nuestros sueños, y que tampoco vamos a entender a fondo nuestros sueños si no entendemos el mundo de la vigilia.

De hecho, están en una interrelación y retroalimentación tan profunda y tan estrecha que a veces es muy difícil diferenciarlos. Es la misma realidad, cuando tú te acuerdas de algo que pasó hace 20 años y cuando te acuerdas de un sueño que tuviste hace 20 años, la calidad del recuerdo es la misma, es el mismo nivel de realidad.

En los años 70 del siglo pasado el tema de las drogas se podía concebir en el contexto de un movimiento cultural, como una experiencia que se relacionaba con la exploración del mundo interior, pero en los años 80 comienza a desarrollarse un fenómeno que ahora se manifiesta plenamente: el narcotráfico. José Agustín explica este viraje de la siguiente manera:

“Veo que la droga se empezó a expandir en los años 60 mediante los movimientos hippies, que fueron exploradores profundos, sobre todo de los alucinógenos. Todo esto se empalmó con lo que pocos años antes, a finales de los 50, Gordon Wasson y los académicos europeos y estadunidenses descubrieron en las sustancias mágicas, sobre todo en la zona de Oaxaca, donde conocieron a María Sabina y le dieron una difusión internacional, sobre todo a los hongos alucinantes.

“Entonces toda aquella gente inclinada a una actitud contracultural, especialmente en Estados Unidos, comenzó a interesarse muchísimo y empezaron a bajar a México, a buscar precisamente los alucinógenos.

Se popularizaron el peyote, los hongos alucinantes, las semillas de la virgen, un poco el pelo de ángel y sobre todo la mariguana. Como era la de efecto menor fue la que llegó a convertirse en una droga de diversión social, y a finales de los años 60 su consumo empezó a expandirse en el mundo, pero en especial en México, donde su uso era muy común.

Búsqueda del paraíso artificial

“Esto se empezó a modificar porque se acabó la fase de paz y amor de la sicodelia. Dejó muchísimas cosas, pero de inmediato hubo una reacción de toda la gente para tratar de rechazar todo aquello que se había manifestado y propuesto en la década anterior, y uno de los efectos fue que se determinó la muerte del rock con mucha insistencia alrededor de 1973 y 1974.

“El uso de la mariguana empezó a decrecer y la clase media comenzó a entrarle más a la cocaína, la cual empezó a ponerse de moda y a finales de los años 70 había desplazado a la mariguana en la popularidad del uso.

“La coca trajo consigo problemas de otra naturaleza. Si para mover la mariguana los narcos tenían que crear una infraestructura muy compleja, para comercializar la cocaína se requería muchísimo más capital y una red mucho más amplia. La tenían que traer desde Bolivia, Perú o Colombia, y todo esto generaba problemas más grandes, los que se empezaron a ver en los años 80, cuando el gobierno de Miguel de la Madrid fue extraordinariamente laxo en el trato con los narcotraficantes, por más que lo presionaba la DEA de Estados Unidos.

“Realmente el florecimiento del narcotráfico en México se da a lo largo de los años 80, muy especialmente en el sexenio de Carlos Salinas. Es cuando estos cuates han llegado a convertirse en un poder casi paralelo; ya desde que la cocaína suplió a la mariguana como droga popular y de consumo social, se manifestaban cambios de percepción en torno a las drogas, y de intencionalidad, obviamente.

“Con la mariguana y los alucinógenos estaban las propuestas de tratar de conocerse más a uno mismo, de tratar de integrarse más y brindar el mayor respeto a la naturaleza. Incluso tenía relación con el arte, digamos la experiencia sicodélica con la música, con el cine, con la literatura. Hay un movimiento cultural al mismo tiempo, y no la simple drogadicción sin fines espirituales; hubo una mística tremenda, equivalente a la otra capa de la sociedad que estaba buscando la transformación social.

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La relación del sueño con la vigilia es la misma relación de la vida con la muerte, expresa José Agustín a La Jornada. En la imagen, en su casa de Cuautla, Morelos, el 15 de enero de 2013Foto Roberto García Ortiz

“Ahí se buscaba al hombre nuevo, por el lado político, y en el lado sicodélico se buscaba al hombre por su parte interior: se buscaba redescubrir al ser interior, desarrollar nuevos caminos espirituales.

“Luego comenzó un fenómeno muy distinto, se perdió la mística de una funcionalidad de la droga y la intencionalidad para su consumo. A finales de los años 70 es ya de lo más superficial o del viejo escapismo, es la búsqueda del paraíso artificial, como decía Baudelaire, o si no implica el consumo para pasarla bien, como una droga social. Pero, por otro lado, la cocaína también trajo consigo un mayor consumo de heroína y de drogas muchísimo más adictivas y peligrosas.

“Algunos que empezaron a utilizarlas quisieron subirle el efecto y poco a poco fueron cocinándola, como le llaman, hasta crear el fenómeno del crack y una enormidad de drogas que hay ahora, bajo la rama de las metanfetaminas: son drogas que se hacen casi químicamente, que se pueden preparar comprando diferentes cosas en las ferrete-rías, y el resultado es que son extremadamente potentes, increíblemente adictivas y crean una desestabilidad tremenda para el que las consume, y además hacen el efecto de neutralizar o de alguna forma cancelar muchas de las tendencias naturales del joven hacia desarrollarse, cultivarse, a ser creativo.

En los años 60 fue todo un complejo cultural, y ahora también lo es, pero de una naturaleza distinta. Sí ha cambiado tremendamente la visión y el uso de las drogas en nuestro país y en todo el mundo.

–¿Cuál será la causa, el sentido de ese cambio?

–Sin duda el neoliberalismo. El paso de los alucinógenos hacia sustancias como la cocaína y las anfetaminas tuvo mucho que ver con tratar de parar todo lo que trajeron los años 60 y que no les gustaba.

“No les gustaba que se propiciara un desarrollo ecológico, porque iban a surgir organizaciones para vigilar el cuidado de la naturaleza; no les gustaba el respeto hacia las elecciones sexuales. Los movimientos gay, feminista, tienen origen en esos años, la conciencia política y la búsqueda de una mayor democracia tienen origen en esa época. La mayor sensibilización y la búsqueda de expresiones artísticas.

El sistema, en la búsqueda de parar todas las conquistas humanizantes que se estaban dando en los años 60 y principios de los 70, lo único que hizo fue sacar lo contrario: propiciar la deshumanización, la incomunicación profunda, desmitificar enteramente todas las metas más positivas de la vida para tratar de fincar la existencia en el lucro total, en el estatus, en la búsqueda del dinero como fin. Y eso es un fin extraordinariamente hueco, vacío.

En 2004 José Agustín publicó Vida con mi viuda (Premio Mazatlán de Literatura), una novela donde son fundamentales los temas del doble, del amor y de la muerte. “Uno de los temas centrales es el de la muerte –platica–. La muerte se presenta primero cuando la simula Onelio (el protagonista). Las circunstancias le permiten simular su muerte y adoptar otra personalidad, él no sabe qué karma se está comprando al adoptar la otra personalidad, la del tipo que era su doble, idéntico a él. Pero empieza a tener un contacto muy en serio con la muerte a los cincuenta y tantos años de edad, cuando se supone que le quedaba una buena parte de vitalidad y ya puede ver cómo reacciona su familia ante su muerte.

“Él asiste a su velorio, a su entierro, y después está como un voyeur observando lo que hacen sus hijos, su esposa también. Eso es algo que quizás a él no le resulta tan benéfico, porque muchas de las cosas que ve no son nada agradables y hay un momento en que él dice: no debería de estar viendo estas cosas, porque realmente es terrible para mí el estarlo observando.

“Es como ver un poco cómo pueden ser las reacciones de la gente después de la muerte de uno. Y empieza a reflexionar en lo que puede ser su verdadera muerte, y una de las muertes que tiene es que muere como cineasta, no se da cuenta de que en el momento en que finge su muerte Onelio de la Sierra, el director de cine, no va a poder filmar más, y eso es un golpe espectacular, monstruoso, para él. Y luego cada vez más, conforme va buscando salir del problema que le ocasiona el doble y tratando de conservar el cuidado, por decirlo así, de su familia y de su esposa, cada vez se mete más en un callejón sin salida, que sabe que inevitablemente lo va a conducir a una solución radical, y una es precisamente la muerte física, total, y todo gira en torno a esto.

“Y había un pacto no escrito entre su esposa (Helena) y él, que viene de los abuelos de Helena, que consistía en morirse juntos y a través del amor, con el coger y la comunión espiritual salvarse juntos, que es otra tesis de la novela: la posibilidad de la salvación espiritual, de irse al cielo en pareja y no por separado cada quien, sino a través del trabajo de la pareja.

“Por otra parte, también están las otras muertes que ocurren, las que propicia el grupo de pederastas de la Legión, que son ricos, políticos, sacerdotes, empresarios.

“Estos cuates secuestran niños de la calle, los violan espantosamente y luego los torturan hasta asesinarlos, y todo eso lo están grabando porque es un objeto de voyeurismo. Entonces trato de ver la muerte en muchos aspectos, y está muy ligada al fenómeno del amor y del sexo, la relación entre Eros y Tánatos.

La novela muestra que, por una parte, puede haber un sexo constructivo e incluso enriquecedor, espiritualmente hablando, y puede haber un sexo absolutamente destructivo, nefasto, como es el del grupo de pederastas. En eso sin querer me adelanté a un tema que nunca pude imaginar que se iba a poner de moda de tal manera.

Bib Dylan, profético

En 2006, José Agustín publicó la novela Arma blanca, que tiene como trasfondo histórico el movimiento estudiantil de 1968 y en la que rinde un cálido homenaje al escritor José Revueltas, de quien este año se cumple su centenario.

–¿Cree que la literatura siempre responde a su época?

–Sí, muchas veces responde al espíritu de los tiempos, pero también muchas ocasiones tiene la cualidad, quizás la más valiosa y la más esotérica, que es cuando el arte se vuelve profético y anuncia las cosas, y de alguna forma te va preparando anímicamente para lo que va a venir.

“La gran oscuridad que ha habido en el mundo a partir de los años 80 se empezó a anunciar en los 70 con películas como El último tango en París, La gran comilona y Cara cortada, que eran gruesísimas y te preparaban para un mundo que en ese momento no existía, pero que al poco rato se volvió realidad. En esa época te estaban anunciando lo que sería el mundo gruesísimo del narco.

“El cine se adelanta, el arte se adelanta, los poemas, la canción de Bob Dylan que nos habla de una lluvia muy fuerte que va a caer es totalmente profética de todos los horrores que hemos vivido a partir de entonces.

“Esa es su función más misteriosa y quizás más sagrada, cuando el arte se vuelve el vehículo que ilumina a la humanidad; otras veces también es el vehículo para salvarla. Jung tiene una frase muy bonita que dice que la gente no sabe cómo el arte la ha salvado de sus noches más negras.

La sacó de la Edad Media con el Renacimiento, y con una pléyade de artistas sensacionales, y en otros momentos muy oscuros el arte te lleva adelante, te orienta; después del fascismo, del nazismo, se recapitula la revolución, la novela de la Revolución Mexicana te enseña más de ese tiempo convulso que todos los libros de historia.