Opinión
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Astillero

Encuentro palaciego

Ni nota hubo

Seducción periodística

¿Otros entrevistadores?

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ECOCIDIO. Aspecto que presenta el río Bacanuchi, en Sonora, luego de que la empresa minera Buenavista del Cobre, filial de Grupo México, vertió en sus aguas 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado, lo que provocó una grave situación de emergencia ambiental en esa región. El hecho llevó a la Profepa a interponer una denuncia penal e hizo que la Comisión Permanente demande cancelar esa concesiónFoto Cuartoscuro
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ue una sesión palaciega (y no sólo por haberse realizado en Palacio Nacional, ya casi solamente usado para actos protocolarios), con un formato intencionalmente anticuado y restrictivo que no produjo una sola nota relevante (ninguna revelación, nada novedoso, sólo la planicie repetitiva del mensaje superficial de Peña Nieto) a pesar de que durante una hora y media seis periodistas de relevancia en sus respectivos medios tuvieron al alcance de su oficio inquisidor al máximo encargado formal del reformista gobierno del país. 

Ese desperdicio periodístico pretendió servir, a fin de cuentas, como acto de blindada promoción del peregrino mediático (quien tiene especial predilección por los formatos ligeros) que en su afán de presunto sinceramiento restringido acabó confirmando su reducida capacidad conceptual y abusó explicablemente de la simplonería discursiva y la repetición de rutinas ‘‘explicativas’’ atesoradas en sus boletines de prensa y en alocuciones bajo rectoría del teleprompter.

Aparte de corromper el espíritu original del Fondo de Cultura Económica, utilizándolo como parapeto ‘‘cultural’’ para un acto de cortesanía política, el salinista director de esa institución, José Carreño Carlón, dio al país entero una lección del periodismo que el país no necesita. Cinco periodistas con oficio y experiencia (el caso de la representante de Televisión Azteca, Lilly Téllez, merece tratamiento aparte) vieron transcurrir una oportunidad profesional dorada sin llevar a su charlista-entrevistado a terrenos productivamente comprometidos. Denise Maerker y León Krauze hicieron esfuerzos por presentar preguntas que tal vez con una contraparte con otro perfil político habrían redituado ganancias para el interés periodístico. Pascal Beltrán del Río, Pablo Hiriart y Ciro Gómez Leyva abrieron posibilidades de controversia y lucimiento para un entrevistado que tuviese brillantez para contestar.

Pero Peña Nieto solamente había sido programado para desahogar en automático el casete propagandístico (o cedé, o chip) de las reformas y del paraíso por venir. Sin interrupciones. Ni réplica ni presiones. Casi en solitario, aunque significativamente enredado, equívoco o rollero ante algunas preguntas que demandaban respuestas precisas y no breviarios preparatorianos de ciencia política o evasiva exaltación de legalidades y democracias que sólo mantienen vigencia en cierta retórica sin mejores salidas.

El colmo de la función (#PeñaNieves y sus siete periodistas, incluyendo al moderador Carreño Carlón, etiquetaron algunos tuiteros maldosos) estuvo a cargo de Lilly Téllez, periodista sonorense que lleva 20 años trabajando para Televisión Azteca en asuntos noticiosos y que en 2000 denunció un atentado en su contra con disparos de armas de fuego que nunca fue esclarecido y que se enmarcó en el contexto de la campaña de las televisoras unidas (Televisa y Televisión Azteca) contra el gobierno capitalino a propósito del homicidio del conductor de televisión Paco Stanley.

El presunto atentado contra Lilly Téllez ayudaba a exacerbar en pantalla los ánimos de linchamiento político contra la izquierda electoral (la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas y la de Andrés Manuel López Obrador al gobierno capitalino), conforme a los lineamientos establecidos en la televisora del Ajusco, que incluyeron una destemplada arenga con pretensiones desestabilizadoras de parte del propio Ricardo Salinas Pliego. El asesinato del comediante, en medio de datos que apuntaban al mundo del narcotráfico y sus extensiones en ámbitos de la farándula, fue tomado como histérica bandera circunstancial contra la inseguridad pública y en particular para demandar la renuncia de la jefatura del gobierno del Distrito Federal y de su procurador de Justicia, Samuel del Villar.

En esta ocasión, la noche del martes y madrugada del miércoles, Téllez desplazó con una actitud de aparentes tintes seductores los de por sí desvaídos intentos periodísticos y gubernamentales de dar ribetes de seriedad y profundidad al encuentro realizado en uno de los salones de Palacio Nacional. Deplorables fueron las preguntas o comentarios que hizo al estilo de quien pone el balón de futbol en el manchón de los tiros de castigo para que el delantero errático anote gol sin portero. Pero aún peores fueron la pose y el aire de la señora Téllez, que mantuvo una sonrisa eterna y una mirada penetrante que en las redes sociales fueron ubicadas implacablemente fuera de los alcances del periodismo.

El formato acartonado, el foro palaciego inevitablemente denotativo del predominio del poder, las preguntas no agresivas pero sí atendibles, que sin embargo fueron menospreciadas para dar paso a lo que a fin de cuentas quería decir el anfitrión; la recatada conducta en general de periodistas que en otros momentos y frente a otros interlocutores suelen ser incisivos, y la sensación de que todo era una sesión arreglada conforme a intereses de empresas poderosas y el gobierno federal del que son aliadas, hizo que resaltara la evidente ausencia de periodistas con otro perfil.

Ya que la mayoría de los charlistas-entrevistadores tienen presencia destacada, casi consustancial en medios electrónicos, habría sido natural que invitaran, por ejemplo, a Carmen Aristegui, la periodista a la que Forbes considera la segunda mujer más poderosa del país. Así fuese por mero equilibrio de género habrían sido necesarias más mujeres en esa sesión aterciopelada, y si Los Pinos se negara a exponerse ante Aristegui habría una amplia lista de mujeres que ejercen un periodismo crítico y valiente que años más delante habrá de ser recordado como un ejemplo casi heroico de la lucha cotidiana por denunciar las cosas malas del país e intentar su rescate.

Y, mientras Cuauhtémoc Cárdenas reactiva sus pretensiones de presidir el comité nacional perredista, con un acto público que pretende lanzar señales de unidad a última hora del segmento que está distanciado de Los Chuchos y su candidato casi triunfador, Carlos Navarrete, ¡hasta mañana!

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