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Ver día anteriorLunes 25 de agosto de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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L

a percepción, creando una imagen muy amplia y muy general de todo el mundo, simultáneamente, en un tiempo real, no es cuestión nada más de conformisno o de ingenuidad, es posible desde luego, para tantos años como sean necesarios para que la fuente de energía de todo nuestro planeta, mediante la ganancia en el proceso, en que produce este fluido poderoso, cuya existencia previeron los griegos antiguos y simbolizaron con un rayo en las manos de Zeus, que le daba todo y el verdadero poder a él y no a los múltiples dioses y diosas de las que disponía el Parnaso griego, y con alguno de ellos. Arreglaban cualquier dificultad que se presentaba. El gran problema, actualmente, en este complejo mundo que ahora es nuestra morada y muchas veces han de adoptar los líderes, dictadores o dirigentes una condición infrahumana, que mata y destruye para supuestamente de allí, de esas ruinas, hacer surgir su nuevo mundo, en la mano del líder, como obra post-mortem, al superhommbre necesario para dirigir al nuevo planeta.

Pero la verdadera medida de la factibilidad de este nuevo mundo, y simultáneamente de este nuevo hombre, surgirá, si la energía perdura, si el sol mantiene todavía, a pesar de la fuerza más destructiva que hasta ahora hemos visto en este planeta, que es la del hombre, a quien lo haya creado, según su religión, y sus aventuras generalmente suicidas, que protagoniza el hombre, el gran líder, de quien sus estatuas de bronce y de mármol acaban vejadas y arrastradas sobre el material más deleznable que exista, y lo del nuevo, gran mundo, lo ignoran incluso una buena parte de este mundo, del nuestro, del que vivimos nosotros y nuestros hijos, del que siempre tiene un espacio para todos, para los que luchamos por nuestra propia vida hasta el extremo mismo, hasta el que lo hace para darse para él mismo y acaba autodestruyéndose, y a millones de seres humanos que mueren casi siempre simultáneamente.

La percepción verdadera del mundo total, del que sí es posible realizar, del que nuevas generaciones vivirán a plenitud y elimininando de la humanidad las neuronas de la fantasía que se podrán usar con permiso especial, parecido, diría yo, a los que se usan ahora mismo para usar armas letales, pero sin negocios sucios ni trampas, también mortales, que acaban transformándose en aparatos de los más letales que han existido en general en el más inmenso centro de vida de inhumanas torturas. Mientras unos crecen y otros decrecen y se hacen tan pequeños que desaperecerán tarde o temprano. No estamos quedando en el vacío, estamos enarbolando la bandera que levanta Amartya Sen, el premio Nobel de India, extrañamente de Economía, que lo que postula, es que no hay nada que se perciba con tanta agudeza como la injusticia. Esto resulta evidente en nuestra vida cotidiana, en las desigualdades y servidumbres que en el modo más ancho que podemos sufir y sufrimos con mucho dolor y con buena razón, pero también se aplica a juicios más amplios sobre la injusticia en el mundo, es justo suponer, en el que vivimos. Es justo suponer que los parisinos no habrían asaltado la Bastilla, pero también se aplican juicios más amplios sobre la inusticia. Gandhi no habría desafiado al imperio en el que no se ponía el sol y Martin Luther King no habría combatido la supremacía blanca en la tierra de los libres, el hogar de los valientes.

Nosotros hemos de tratar de seguir y tener presentes los razonamientos de Amartya Sen. Y ya sabemos del prestigio que le han dado internacionalmente en varios idiomas sus extraordinarios libros de estudios que invariablemente enfoca hacia la justicia visualizada globalmente. Esto es que no se trata de que cada quien tenga su propio mundo de acuerdo con sus propios y muy personales intereses inmediatos, que seguramente serían concebidos de esta manera equivocamente y en el final en prejuicio de sí mismo y de la sociedad en general.

Esta es la razón de ser de la democracia en cualquier lugar del mundo y en cualquier idioma en que se tenga que concertar, porque de lo que se trata es de tener la misma motivación inextinguible, pues lo que tiene que intentarse con toda la fuerza del Estado hasta la del individuo del cuidadano es de hacer la lucha con toda fuerza y la eficacia posibles para llegar un día a obtener un país en nuestro territorio que desarrolle una sustancia indubitable y bajo ninguna circunstancia intente siquiera torcer los limpios rayos que proyectan impecable la luz de la voluntad popular maravillosa que refleja realmente a la de los pueblos que son individualmente tan importantes como la voluntad general.