Opinión
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Vigencia del futurismo
U

n sentido apremiante de la velocidad parece haberse instalado en el quehacer político del país. Desde el comienzo del actual gobierno las reformas, el cambio, la transformación han sido los postulados predominantes y el contenido favorecido de la comunicación con los ciudadanos. Las acciones emprendidas abarcan un conjunto amplio y diverso de cuestiones que, sin duda, afectan la vida de esta sociedad.

Se aprobaron en un tiempo realmente corto 11 reformas llamadas estructurales. Estas representan la primera fase del proyecto transformador, según describe la información oficial al respecto. Lo que sigue, de acuerdo con el programa en curso, es poner esas reformas en acción. Es decir, el movimiento lanzado para adelante.

Dice la propaganda y es cierto, que la implementación de las reformas no tiene una fecha precisa puesto que constituyen un proceso. Pero también es cierto que la gestación de las reformas fue, igualmente, un proceso. Y este involucró cuestiones de una gran diversidad temática. Exigió de los legisladores una enorme sapiencia, junto con una gran eficacia legal y técnica en materia económica, financiera, educativa, de los derechos de los ciudadanos y del ámbito democrático. Todo esto fue realmente vertiginoso. Como proceso político aún está a prueba, no ha concluido más que de manera formal.

Lo que falta no es un asunto menor, se trata ahora de articular las reformas y sus repercusiones para que lleguen al fin que se ha propuesto el impulso político del primer tercio del periodo de gobierno. Esta es otra prueba y mucho más decisiva.

Poner en acción las reformas requerirá una renovada carga de energía. Aún no se puede aplicar el movimiento perpetuo sin una ayuda externa. Hay una vertiente de este nuevo proceso que tiene que ver, literalmente, con la energía, es decir, con las pautas creadas por las leyes que se aprobaron para la producción, generación y distribución del petróleo y la electricidad.

Pero otra fuente de esa energía tendrá que provenir del trabajo político, la capacidad técnica y, por qué no, la probidad de los responsables de la instrumentación de las reformas. La realidad tendrá que acoplarse ahora a las reformas. Se requerirá también que se articulen otros procesos que acompañarán a la puesta en acción de las reformas y que tienen que ver con una faceta del día a día, menos glamurosa, pero más exigente y que es el del bienestar económico y social cotidiano.

Una dicotomía ineludible del entorno político en el marco del rápido y extenso programa de reformas ya concluido es, precisamente, el muy pobre desempeño de la economía en los dos primeros años de esta administración. Así se desprende de los indicadores relevantes que están disponibles. En torno a ellos hay una discusión que por ahora es bastante insustancial. Esta bifurcación no puede sostenerse por mucho tiempo. No obstante, el Banco de México expuso su expectativa de que con base en las reformas y su correcta implementación, la economía crecerá 5 por ciento hacia el final del sexenio. (Fundación Colosio el 30/08/14, disponible en la página del Banco de México). De modo práctico esto es hoy como un canto de las sirenas.

El 20 de febrero de 1909, Filippo Tommaso Marinetti publicó su Manifiesto futurista en el periódico francés Le Figaro. El futurismo era el título del texto que apareció en la primera plana del diario y se proponía una especie de lanzamiento de Italia hacia un porvenir liberado de las ataduras artísticas y políticas que, según Marinetti y sus seguidores la mantenían anquilosada.

Su movimiento no fue de larga duración en términos políticos. Pero su influencia no ha caducado. El museo Guggenheim de Nueva York dedica actualmente una gran exposición al arte de los futuristas. No era sólo un programa de corte artístico, sino que se extendía a una propuesta de orden político identificada con el nacionalismo extremo y hasta con la guerra.

Los valores exaltados en el manifiesto quedaron claramente expuestos en sus 11 puntos. Entre ellos están los que destacan la lucha contra el pasado y la acción que se desarrolla a gran velocidad. Punto 1: Queremos cantar el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad. Punto 2: El coraje, la audacia y la rebelión, serán los elementos esenciales de nuestra poesía. Punto 3:… Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo. Punto 4: Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia. Punto 5: queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra, lanzada también ella a la carrera, sobre el círculo de su órbita. Punto 8: ¡Nos encontramos sobre el promontorio más elevado de los siglos!... ¿Por qué deberíamos cuidarnos las espaldas, si queremos derribar las misteriosas puertas de lo imposible? El Tiempo y el Espacio murieron ayer. Nosotros vivimos ya en el absoluto, porque hemos creado ya la eterna velocidad omnipresente.