jornada


letraese

Número 218
Jueves 4 de Septiembre
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus


pruebate


reseña

Tengo que morir todas las noches
Guillermo Osorno
Debate / 2014


Intensidades urbanas

La petite mort, la pequeña muerte. Esta expresión francesa alude al breve periodo de desvanecimiento que suele experimentarse después del orgasmo. Por extensión podría asociarse al clima de intensidades urbanas que describe el libro Tengo que morir todas las noches, una crónica de los ochenta, el underground y la cultura gay.

El relato del escritor y periodista Guillermo Osorno es en parte autobiográfico, pero su aliento evita en lo posible las tentaciones de la complacencia confesional. En su descripción del pequeño gran mundo frívolo y reventado que acudió al El Nueve, un bar gay de la zona rosa, muy popular entre 1974 y 1989, hay lugar también para la radiografía de una ciudad de México que sucesivamente vive y padece el autoritarismo gubernamental, la corrupción generalizada, el acoso de la homofobia, el flagelo de las razzias, y las calamidades del sida y el terremoto de 1985. En esa capital con vocación de desastre, renuente a la modernidad y fustigadora del rock y las emergentes culturas alternativas, afincada en la provincia mental y en el odio a lo diferente, un bar como el que animó con tanto empeño y desenfado el empresario francés Henri Donnadieu, sólo podía ser una extravagancia y un motivo de escándalo. Ahí se reunía la élite artística y cultural capitalina, en diálogo intenso con los ilustres visitantes de la vanguardia neoyorkina. Lejos quedaba la sordidez del ligue homosexual de las cantinas, con sus chichifos pendencieros y sus clientes apurados en hacer rendir en una noche el saldo total de sus quincenas.

El Nueve, un bar de moda para la clase media alta y para la gente bonita o empeñada en parecerlo, era también, y ahí radicaba su novedad, un centro cultural de las diversidades, el primero. Osorno enfatiza en su crónica el carácter pionero de este laboratorio del destape urbano. 25 años después, la ciudad ha cambiado sustancialmente. “Algo ganamos, algo perdimos”, concluye el cronista.
(Carlos Bonfil)

 



Filosofía natural del amor
Sebastián Hiriart
México / 2014


Deseos ocultos, pulsiones profundas

La naturaleza con la que se reproducen los insectos se yuxtapone con el erotismo de los seres humanos. Las miradas, los roces, olores e intercambio de palabras nos llevan a sentir pulsiones corporales inexplicables que, sin duda, conducen al enamoramiento.
Al adentrarse en la intimidad de parejas convencionales, Sebastián Hiriart, muestra la naturaleza del amor erótico, caracterizada por reducir la importancia de la racionalidad cuando se trata de obtener el anhelado deseo. De esta manera, hace una metáfora entre la sexualidad de los animales y la humana.

En Filosofía Natural del Amor, encontramos la historia de Porfirio, un taxista casado que desarrolla un deseo profundo hacia una mujer transexual. Ella, quien lo seduce con su voz, comienza una relación íntima con su admirador. Es así como ambos descubren gustos que habían mantenido ocultos, y que, por miedos, no habían sido expresados.
De algún modo, Alma, de 15 años, se enamora de Manuel, quien tiene 36. Socialmente no existe razón para que esto suceda, sin embargo, aparece éste apetito de explorar nuevas sensaciones.

Sae y Jacca se aventuran a un lugar paradisiaco que sin duda es ideal para que el goce de estar junto al ser amado y disfrutar la experiencia al máximo. Más allá de eso, la historia explora los pensamientos que se filtran en sus mentes al momento de este episodio de sus vidas.
En este ensayo cinematográfico, el cineasta hace una dura crítica de la homofobia y logra que las y los espectadores reflexionen sobre los juicios morales que la acompañan.

Aunado a las microhistorias, el filme se nutre de entrevistas a personas que, sin guión alguno, muestran la complejidad de las relaciones de parejas. Ilustra, como un cuento bello, el inicio de todo amor erótico, concluye, en la mayoría de las ocasiones, en una tragedia.

En una mezcla de ficción y documental, se muestra la similitud entre los impulsos animales y los de los seres humanos para corroborar que no se pueden controlar estos, pues el comportamiento animal es inherente a la humanidad. (Xochitl Celaya)

 


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