Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 7 de septiembre de 2014 Num: 1018

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Los alegres y sonrientes
Manuel Martínez Morales

José Juan Tablada: las palabras del cómplice
Teresa del Conde

Juventino anda
Sobre las olas

Leandro Arellano

La caída del Muro
de Berlín: el fin
de la dualidad

Xabier F. Coronado

Berlín 25 años después: sinfonía de una metrópoli
Esther Andradi

¿Hablar o no
hablar inglés?

Edith Villanueva Siles

Columnas:
Perfiles
Gustavo Ogarrio
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Germaine Gómez Haro
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Nicolás Guzmán: paraíso ambiguo

Al recibir la invitación de la exposición Lost Paradise de Nicolás Guzmán en la galería FIFTY 24MX, me llamó poderosamente la atención la imagen de una fulgurante explosión. La exuberante nube de humo que abarca más de la mitad de la composición me remitió a la fotografía tantas veces vista de la bomba nuclear de Hiroshima, aun cuando la imagen que conservamos de ésta es siempre en blanco y negro, mientras que la de Guzmán es, en sí, un estallido de tonalidades fosforescentes, combinadas con tanta audacia que intuí que detrás de ese aparente desparpajo tenía que haber un artista con pleno conocimiento y dominio del color y de la composición formal no convencional. Me impactó el realismo y la violencia de la escena, trastocados por una poderosa alteración cromática. A través del joven y emprendedor galerista Arturo Mizrahi concerté una cita con el artista originario de Xalapa, Veracruz (1983), y juntos recorrimos su magnífica exposición que se puede visitar hasta el de 23 septiembre en la calle de Colima número 184, en la colonia Roma. 

“Utilizo las imágenes para hacer narrativas, no historias lineales, por así decirlo. Lo que busco es utilizar el espacio como contexto en el que ubico distintas realidades que van formando un escenario. Retomo el collage como parte esencial de lo que es el arte contemporáneo”, expresa el artista. Se refiere al collage no como técnica, sino como recurso plástico que consiste en la apropiación de imágenes del pasado y del presente para desconstruirlas y recolocarlas. Se ve que Guzmán se divierte trabajando: recurre a una imagen proveniente de cualquier sitio –periódicos, revistas, televisión, cine, iconos de la historia del arte, etcétera– la saca de contexto, la reelabora desde su muy personal léxico y construye una especie de escenario abierto en el que conviven diferentes realidades. Ahí se crea una tensión que rompe con las convenciones formales de representación.

Pongamos por ejemplo otra pintura en la que en primer plano vemos un par de buitres carroñeros que ocupan la mayor parte del lienzo. Están pintados básicamente en un azul profundo y tonos fucsia que crean una estridencia cromática. Estos animales son el foco de atención principal, pero a su derredor aparecen otras escenas alternas, no menos importantes. En la parte inferior se distingue una figura femenina recostada que es una clara referencia a la Ofelia de Millais, mientras que en el lado izquierdo se ven unos niños huyendo despavoridos de unos ovnis, la cual proviene de una película de ciencia ficción. Comenta Guzmán:  “Me gusta romper con convenciones formales de composición y crear una tensión de imágenes: los buitres que son hasta cierto punto una imagen expresionista, con la ingenuidad de los niños y el absurdo de los ovnis, en contraste con la imagen ambigua de los prerrafaelitas”. El resultado es, en efecto, de una extraña ambigüedad: las imágenes aparentemente inconexas aparecen perfectamente entretejidas en una sutil trama visual de una extraordinaria armonía. Son imágenes poderosas que esconden un misterio inasible.

“El arte es una ficción. Yo lo veo simplemente como un trabajo formal, terrenal, es un  oficio y un juego en ese sentido absurdo que le dio Duchamp.” Nicolás Guzmán es antisolemne, desenfadado, fresco, pero al escucharlo hablar del arte –y de su arte- hay pasión genuina, sin pretensiones; sobre todo, se percibe una formación sólida y un oficio riguroso que lo ha llevado a desarrollar una cocina plástica muy compleja que consiste en yuxtaponer las imágenes a partir de capas y capas de pintura y veladuras que conforman una especie de palimpsesto.

“Yo defino mi trabajo como post-histórico. Parto de estudios simultáneos: siempre tengo 3-4 libros de donde saco referencias. Soy admirador del arte mexicano, en especial de la generación de Lilia Carrillo, Manuel Felguérez, Cuevas, Fernando García Ponce, Rafael Coronel, a quienes vi en el Museo de Arte Moderno… Pero también de la contraparte que conocí en el Laboratorio de Arte Alameda: Gabriel Kuri, Gabriel Orozco, Abraham Cruz Villegas, etcétera. Me ha interesado desde el oficio artesanal de los modernistas, hasta el absurdo que alcanza el arte de nuestros días, que a veces son puras babosadas. Pienso que esos dos polos se llegan a unir en mi obra”. Su pintura expresa tensión y reposo: su paraíso perdido es el territorio de la ambigüedad, característica primordial  de nuestra era.